Fragmento de unas memorias inéditas (II)
Una situación como esa es irrepetible pero no por el sexo, o no sólo por el sexo: por la libertad y la camaradería. Puede ser extraño que invoque esta palabra, camaradería. Pero es lo más cercano a lo que trato de describir.
Permanecimos desnudos durante horas pero no todo el tiempo. De vez en cuando, a alguno le entraba hambre y entonces se ponía la ropa (o algo de ropa) para picotear de las bandejas ya frías, como si estar desnudos no fuera compatible con ciertas cosas prácticas. Así que nos vestimos y nos desnudamos varias veces a lo largo de las horas.
Y a lo largo de esas horas, follábamos todos juntos en la cama o en el sofá o charlábamos con una copa en la mano o simplemente estábamos oyendo la música. De pronto podíamos juntarnos dos. Y los otros dos se juntaban por otro lado o no necesariamente. O bien nos juntábamos tres y había uno que miraba o dormitaba o ponía discos sin importarle lo que ocurría. Las combinaciones, siendo dos parejas, eran azarosas. Y no importaba, porque aquello era camaradería y todo estaba permitido.
Algunas escenas para el recuerdo:
Nacho y Z desapareciendo de la habitación y Alicia y yo yendo a buscarlos por el pasillo, ella llevándome de la polla, entre risas, como una nanny pervertida a un niño lujurioso.
Una larga tijereta de Z y Alicia -descontrolándose, indeciblemente hermosas- que al principio era para nosotros y al final fue para ellas. ¿Qué es una tijereta? No pienso explicarlo. Pero hay fotos.
Alicia y Nacho, finalmente dormidos. Y el beso silencioso con el que los dejamos allí, inocentes y lejos del mundo, al irnos, ya de día.
Camino de nuestra propia vida, que después de aquello nos parecía mejor, más plena y más noble.
Eres una katherine Miller en español. O un Sartre con Simonne de Beauvier.
Siempre refrescan estas memorias inéditas. Sobre todo porque están bien escritas, algo que escasea en la literatura erótica. Me gusta.