Diario de Islantilla (01/06/2011)

Hubiera sido más apropiado que a Leonard Cohen le dieran el premio de las Artes, en el que cabría entero, y no el de las Letras, en donde sólo cabe una pequeña parte de Cohen. En realidad, preferiría que no le hubieran dado ningún premio. LC está muy por encima de todo eso, a leguas por encima. Pero la Fundación Príncipe se ha premiado a sí misma con una figura, como suele hacer. A muchos de los galardonados de los primeros años no se lo hubieran dado hoy. La consigna es: a nadie que viva más acá de Nueva York; a nadie que no sea muy, pero que muy mediático.

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Mucho trabajo. Ando enredado en dos traducciones, dos novelas: Suave es la noche, de Scott Fitzgerald, para Paréntesis; y Tierra trágica, de Erskine Caldwell, para Navona. Todo consiste en saber organizarse y en echar muchas horas, que es lo que a mí me gusta, con algún intermedio para un café, una cervecita, un piscinazo... El trabajo me hace olvidar otros sinsabores que no vale la pena consignar en este diario. Por la ventana abierta, un poco de brisa para el inmenso calor, el canto de algún mirlo y la canción insistente de una lechuza insomne que tenemos por aquí y que sólo se deja oir por el día, como un poeta a destiempo, pareciendo decir, rítmicamente: "Que se be-sen, que se be-sen...". Solemos hacerle caso.

Algunas lecturas que pueden compaginarse: los últimos poemarios de Julio Rodríguez y de Javier Sánchez Menéndez (ya diré más de ellos) y La ignorancia, de Milan Kundera, para no olvidarme de mi segunda (o tercera) patria. Nunca había leído a Kundera pero si me gusta dispongo aquí de casi todos sus libros: Eva ha sido su fiel seguidora durante años.

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De la política me acuerdo pero ¿dónde está?