Conductor consumado
Después de un día extraño, una pequeña aventura. Me encontré a mi amigo Dominic, el excéntrico escocés que regenta un rancho de caballos entre Lepe y La Antilla. Uno de los caballos se había escapado, lo tenía recogido un hombre en su finca y había que ir a por él. Pero Dominic había perdido su agenda del móvil y no podía localizar a ninguno de sus trabajadores. Así que, como es lógico, me ofrecí a ayudarle, entre otras cosas como traductor, pues Dominic sigue sin hablar español. Dejé mi coche en el rancho y nos fuimos ambos en su Jaguar (que no es el de la foto, naturalmente) a la finca del hombre.
Este, lo primero que preguntó, para asegurarse de que el caballo era de Dominic, era si se trataba de un alazán. Menos mal que uno tiene lecturas. Sí, ese, un alazán. Ahora el problema era que alguien tenía que llevar el Jaguar mientras el otro se hacía cargo del caballo, que además había perdido una herradura. Y como se vio enseguida que el caballo no me tenía mucho respeto, Dominic llevó el caballo y yo el Jaguar. En mi vida había conducido un deportivo automático y con el volante a la derecha, y menos por un camino de cabras, entre los arbustos, monte a través. Ya sé lo que estáis pensando, lo mismo que comentó el hombre: "Es un coche muy bonito pero no para el campo". Aunque todo es ponerse, y tanto el caballo como el coche llegaron sanos y salvos. Y yo me volví a casa a escribir mi columna para El Independiente. Esto es lo que llama "aventura" un maldito poeta de ciudad.
Peor hubiera sido tener que hacerlo con el otro coche de Dominic, que podéis ver en la foto. Por cierto, lo creáis o no, funciona.
Debe ser espectacular conducir un Jaguar, incluso en esas condiciones. Mi experiencia de conducir por la izquierda y con volante a la derecha fue en Nueva Zelanda, en la luna de miel: ¡y era una autocaravana! Y la cogimos en Auckland, después de un día y medio de avión... Durante los primeros días, el que hacía de copiloto (a veces Suz, a veces yo) tenía la impresión de que se iba a comer la montaña. Pero fue inolvidable.
Un abrazo
Ernesto