Con Félix Romeo
Félix Romeo vino y venció. Venció con su erudición portentosa, con su inteligencia, con su cordialidad. Sólo no nos pusimos de acuerdo en una cosa: estaba claro que no envidiaba en absoluto mi condición de ermitaño en Islantilla.
Yo, en cambio, soy feliz lejos del mundo civilizado. He sido un gran urbanita toda mi vida. Me encantaba la ciudad, el ruido, el tráfico, las galerías de arte a dos pasos, los bares, tirarme dos horas en mis librerías favoritas, los compromisos, las cenas, el tráfago de la redacción del periódico, las prisas. Hoy sólo echo de menos las librerías. Pasamos días enteros sin ver a nadie. Vivimos al sol, echamos mano de nuestras reservas de libros, escribimos, vemos películas en DVD, no necesitamos vestirnos. Ahora bien, entiendo que mi idea del paraíso es para otros su idea del infierno. No tengo nada en contra.
Pero yo quería hablar de Félix. No tenemos ocasión de vernos mucho pero nos ocurre eso que le ocurre a la gente afín: que nos encontramos y parece que nos habíamos visto ayer. Intercambiamos confidencias, como dos adolescentes. Ambos tenemos el vicio de la vida.
Ese hombre amigo de brindar, ese hombre que lo ha leído todo, este Félix y su curiosidad portentosa por todo lo que se mueve. Me gusta ver exposiciones, me gusta leer libros, me gusta follar, me gusta escribir, dice. Le gusta comer, digo, le gusta beber. Le gusta todo lo bueno. Ahora va a aparecer su nuevo libro, "Amarillo", y esa es una gran noticia para sus amigos y para sus lectores.
Y aunque vivamos enmedio de la nada, en una playa ermitaña, lejos de las librerías, a veces tenemos regalos, como véis. No estamos tan ausentes del mundo cuando se nos cuelan de vez en cuando personas tan maravillosas. Una suerte, ser amigo y lector de Félix Romeo.
Yo, en cambio, soy feliz lejos del mundo civilizado. He sido un gran urbanita toda mi vida. Me encantaba la ciudad, el ruido, el tráfico, las galerías de arte a dos pasos, los bares, tirarme dos horas en mis librerías favoritas, los compromisos, las cenas, el tráfago de la redacción del periódico, las prisas. Hoy sólo echo de menos las librerías. Pasamos días enteros sin ver a nadie. Vivimos al sol, echamos mano de nuestras reservas de libros, escribimos, vemos películas en DVD, no necesitamos vestirnos. Ahora bien, entiendo que mi idea del paraíso es para otros su idea del infierno. No tengo nada en contra.
Pero yo quería hablar de Félix. No tenemos ocasión de vernos mucho pero nos ocurre eso que le ocurre a la gente afín: que nos encontramos y parece que nos habíamos visto ayer. Intercambiamos confidencias, como dos adolescentes. Ambos tenemos el vicio de la vida.
Ese hombre amigo de brindar, ese hombre que lo ha leído todo, este Félix y su curiosidad portentosa por todo lo que se mueve. Me gusta ver exposiciones, me gusta leer libros, me gusta follar, me gusta escribir, dice. Le gusta comer, digo, le gusta beber. Le gusta todo lo bueno. Ahora va a aparecer su nuevo libro, "Amarillo", y esa es una gran noticia para sus amigos y para sus lectores.
Y aunque vivamos enmedio de la nada, en una playa ermitaña, lejos de las librerías, a veces tenemos regalos, como véis. No estamos tan ausentes del mundo cuando se nos cuelan de vez en cuando personas tan maravillosas. Una suerte, ser amigo y lector de Félix Romeo.
La verdad es que, a veces, reencontrarse es mejor que verse diariamente. Aunque con Félix quizá, esta regle se incumple.
SALUDOS