Cayo Livio reflexiona mientras saborea un whisky
Me preguntó un amigo cómo imaginaba el momento de mi muerte. Sin serenidad, contesté. Con zozobra, con pánico. No creo que nadie muera en paz, sin lamentar amargamente todos los errores y el daño causado. Porque, queriendo o sin querer, herimos. Somos espantapájaros que agitan los brazos y golpean a ciegas. Y no espero que nadie me pida cuentas en el más allá: yo mismo me las pediré en los últimos minutos, que adivino de angustia. Sueño con eso. Me desvela al amanecer, y me retuerzo las manos, examinando mi conciencia. No recuerdo haber hecho daño a propósito, pero he hecho daño. Y tú también.
Por lo demás, he tratado de vivir la vida con intensidad. No quise añadir a mis pecados el de no celebrar la obra del dios: he amado a las mujeres y a los hombres. Me gusta el amor en grupo: es tierno y es erótico y nos hace mejores. Esa entrega, el puro placer, jamás la he lamentado. ¿Pude gozar más y no lo hice? Maldito sería yo, sólo por eso. No he sido cobarde, no he sido pacato. Para los timoratos esos escrúpulos. Ahorran su carne para el gusano.
Amé la música y la poesía. Fue mi manera de entender y entenderme. ¿Qué hubiera sido de mí ante el ruido del mundo si no pudiera sentarme a reflexionar un momento? Escribí algunas páginas, no muchas, que merecieron algún comentario, no muchos. Bueno, ya los merecerán. Mejor no estar para leerlos. Alguna cosa decía en esas líneas. Me he parado a oír lo que los demás no escuchan.
Hasta que lleguen la muerte y el miedo, estoy aquí con este whisky en la mano. No me ocupo más que de la felicidad. De otro modo traicionaría a la vida. Tengo negros pensamientos pero los espanto con un gesto y doy gracias al dios por el vivificante deseo, el vino y la literatura.
Vendrán otros dioses...
Por lo demás, he tratado de vivir la vida con intensidad. No quise añadir a mis pecados el de no celebrar la obra del dios: he amado a las mujeres y a los hombres. Me gusta el amor en grupo: es tierno y es erótico y nos hace mejores. Esa entrega, el puro placer, jamás la he lamentado. ¿Pude gozar más y no lo hice? Maldito sería yo, sólo por eso. No he sido cobarde, no he sido pacato. Para los timoratos esos escrúpulos. Ahorran su carne para el gusano.
Amé la música y la poesía. Fue mi manera de entender y entenderme. ¿Qué hubiera sido de mí ante el ruido del mundo si no pudiera sentarme a reflexionar un momento? Escribí algunas páginas, no muchas, que merecieron algún comentario, no muchos. Bueno, ya los merecerán. Mejor no estar para leerlos. Alguna cosa decía en esas líneas. Me he parado a oír lo que los demás no escuchan.
Hasta que lleguen la muerte y el miedo, estoy aquí con este whisky en la mano. No me ocupo más que de la felicidad. De otro modo traicionaría a la vida. Tengo negros pensamientos pero los espanto con un gesto y doy gracias al dios por el vivificante deseo, el vino y la literatura.
Vendrán otros dioses...
... y nos encontrarán morenos y alegres.
Feliz verano, querido.