Breve interludio
Aunque no hay escritor o intelectual que no depotrique contra las navidades (incluso a veces con razón) yo confieso que me gustan. Me encantaban de niño (como a todos), las odié de adolescente (como todos) y vuelven a encantarme de adulto (como a algunos). Ya que no podía pasarlas con mi familia las pasé con la de Eva, que también daban calorcito. Y bebí y comí en abundancia, hablé mucho, escuché más y disfruté como un enano y fui feliz, aunque esto me valga ser expulsado del club de los atormentados, en el que nunca he deseado figurar (en esta vida se puede ser de todo menos un coñazo, Michi dixit).
Las navidades tuvieron un alegre pendant en forma de visita a Islantilla de Rafa Suárez Plácido y Francisco Lira (Pisco), que nos invitaron a comer, por lo que no nos quedó más remedio que invitarlos a cenar. Y así pasó un largo día (demasiado corto) que fue de fiesta y de inagotable conversación sobre todas las cosas, la literatura incluída, siendo como somos cuatro adictos incurables al solitario vicio. Y a todos los demás...
Escribí mi primer poema del año y entregué mi primera traducción del año, Amor y dinero, de Erskine Caldwell, tras trabajar en ella cada día de las vacaciones. Y en general disfruté del buen tiempo, porque estamos teniendo un dulce invierno. Todos los días me tomo mis variados descansos para salir a leer al sol, con mi libro, mi café, mi e-cig y mi Eva. No me pongo moreno para enseñarme -ni para ensañarme- sino por puro goce de la piel.
Y en fin, si hubo otras zozobras me las callo. La mayoría ya las conocéis por la prensa. Es lo que tiene vivir en este país de ópera bufa que gobiernan los amos del dinero. Pero hoy no. Dejad que un pobre de solemnidad (no imagináis cuánto) se solace al sol (¿es redundancia?) unos breves instantes. Mañana ayudaré a quemar el Banco de España y la sede central de Bankia.
Aún recuerdo aquel largo debate bloguero que tuvimos con lo del solsticio. Casi se extendió unas Navidades enteras. ¡Qué tiempos!
Un abrazo. Y feliz año.