Asturias, verano
Con Raquel estuvimos todo el tiempo que se pudo y nos arropó como siempre, como una loba tierna, y nos dio una comilona en su casa que duró hasta la madrugada. Ahora pienso cuántos buenos momentos tienen que ver con amigos y cuchipandas: comimos un día en Gijón con Silvia Cosío y Xandru Fernández y otro en casa de Marisa y Miguel Rojo, donde nos quedamos a dormir tras prolongar la tarde y la noche por Cimadevilla con ellos y con Xabel Vegas. Antes, de camino, nos acogieron Myriam y Miguel y Rosa, a quienes abrazamos para seguir hablando. También estuvimos en Candamo, en casa de Elsa y Juan, dejando que Evi e Irene y David y Jorge corrieran por la finca toda la tarde. Un apunte sobre los gemelos: son tan distintos como pueden serlo unos gemelos. A mi ahijado David le apasiona el fútbol (me ha salido rana) y se sabe las alineaciones de todos los equipos de la Liga, lo cual no es moco de pavo porque sólo tiene cinco años. Jorge tiene vocación de bucanero y muchas de sus frases empiezan así: "Cuando sea pirata del Caribe...".
Me dediqué al fomento de la lectura (al fin y al cabo es la profesión de Eva) e introduje a Evi en el fabuloso mundo de Enid Blyton. Se está leyendo la colección entera de "Torres de Mallory". Y a mi sobrino Manuel le sometí a chantaje para que leyera "El guardián entre el centeno", con tan buen resultado que apenas le duró día y medio. Con lo cual pasamos a la droga dura y le compré un ejemplar de "A sangre fría", que supongo ya habrá terminado. Tiene quince años.
Por lo demás, alquilamos la casa de Oviedo, lo cual será un respiro económico, y pasamos los últimos días de la estancia en Veguín, en la antigua casa de mis abuelos. Y aquí debo constatar un pequeño fracaso. Había prometido a Evi, a Jaime y a mis sobrinos una excursión a Arguañes, con cueva, bosque y casa encantada. Me los llevé monte arriba una tórrida tarde y resultó que apenas reconocía el paisaje, que todo estaba distinto. La cueva no la encontré, el camino del bosque se me olvidó y la casa la habían derruido. Cero patatero en escultismo.
Echo de menos Asturias y a mis amigos. Y a mis padres y su generosa entrega sin cortapisas. También Pepe Luis y Fini nos dieron de comer: nos dieron todo. Por ellos y por Juan y por Raquel estos mil kilometros no existen, son sólo un accidente.
A la vuelta, tras una parada en el embalse de Proserpina para bañarnos bajo el sol, supe por una llamada que nació mi primo Mateo, justo el día del cumpleaños de mi abuelo. Hay miradas benéficas que ni la muerte puede abolir y todo reverdece tras arder las pérdidas.
Escribo desde Asturias, desde Oviedo. Esta es una ciudad maravillosa; pocas concentraciones humanas me han acogido tan gratamente, me han abrazado de manera tan cariñosa como ésta tu tierra. Estaré aquí un par de días más, difrutando, y luego marcharé en dirección al concejo de Cabrales. Quiero patear -tampoco mucho, la verdad- por los picos de Europa. El tiempo me está acompañando, hace una temperatura ideal.
UN ABRAZO