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LA CAJA DE JUAN RAMÓN - 3




Pues me quedé perplejo por la causa que me había impedido seguirle. Pamplinas de este jaez son capaces de cambiar el rumbo de la historia, estoy convencido. Decidí reflexionar con calma y ver cómo podía reanudar la investigación, de modo que me fui a la terraza de la cafetería de enfrente, pedí un descafeinado de sobre en taza mediana y sin espuma -no tenía que afeitarme ni me gusta "beber" aire- y comprobé que llevaba en mi bolso los gemelos de teatro porque, sentado allí, si ocurría algo en la zona de las cajas y taquillas del súper podía verlo, especialmente cuando la puerta corredera de cristal se abre de modo automático.

 En ésas estaba cuando una señora, desconocida para mí, anónima, sin nombre diría yo, pasó por delante, me miró y echó una risita: ¡je, je!

¿De que se habría reído? Me visto con absoluta normalidad, y mi aspecto, al menos hasta ahora, sólo puede ser risible cuando me despierto, entro en el cuarto de baño y veo en el espejo toda mi pelambre, incluida la facial, despeinada porque, aclaro para quienes no me conocen, soy producto de la evolución descrita por Darwin el día que hacía el pino, es decir que al principio yo tenía el aspecto corriente de todo homo sapiens (al menos hasta que la ley Wert entró en vigor), como puede verse aquí

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pero cuando fui evolucionando, veinte años después, ya pasé por este estado cabelludo prototípico

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hasta llegar al estado de venerabilidad de lo que para los demás fue el principio y para mí ha sido la meta.

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Ahora se me ocurre que, quizá, la señora anónima se riese de alegría al ver a alguien tan mono.

Pero, ... ¿y si hubiese alguna razón oculta que se me escapa? ¿Tendría algo que ver con el misterio de la caja? ¿El hecho de que yo fuese protagonista de la evolución inversa explicaría que hubiese coincidido en el tiempo con el Juan Ramón joven? Mas ello me suscita un par de dudas: ¿cómo explicar que hubiese ocurrido en el contexto y local de un súper, negocios que no existían hace un siglo, o sea en los años mozos del poeta? Pero, además, ¿hace un siglo un poeta burguesito iba a la compra de manducas, jabones y similares? Claro, que no hay que olvidar que su novia practicaba el feminismo gringolandés y podría estar educándolo ...

 Como un relámpago me vino la idea de que la señora de la risita podría ser su novia, inteligente, que estuviese tramando algo... o que Juan Ramón y su novia fuesen cómplices (recordemos que se largaron cuando empezó la guerra civil).

Tan sesudas reflexiones se interrumpieron cuando, pasadas las 13, 30 hs., le vi aparecer por la esquina de la derecha. Venía sin la bata blanca, a buen paso y derecho al súper, cuya escalinata superó casi de un salto. Saqué los gemelos, apunté a la puerta y le vi dirigirse a las taquillas. Un minuto después salía con la bolsa de la compra en la mano.

 ¡Torpe de mí! No había pagado la consumición y tampoco pude seguirle.

 Pero, al menos, ya tenía una idea de su esquema horario. Vendría a esta cafetería, pagaría al servirme el descafeinata y, rascándome los sobacos para disimular, le seguiría. ¡Palabra de evolucionado!.