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ESPÍRITU DE UNA RAZA

O de cómo la perplejidad se apoderó de mí dejándome atónito, que podría ser el subtítulo de estas reflexiones o testimonio que ahora comienzo.

Todo empezó el día 11 de julio en Niebla, a cuyo castillo me desplacé para ver una función teatral. La obra, atribuída a Lope de Vega o a un señor de Murcia -no está claro-, se titula La Estrella de Sevilla y yo no la conocía.

A mí me pareció un pestiño, pero sin miel, canela ni azúcar. Soso, saborío... Y creo que al resto del público también a juzgar por la frialdad de los aplausos finales, más de compomiso que otra cosa.

Se nos presenta en los programas de mano, publicidad, etc... como tragedia (a la española, por supuesto) lo que no es más que un folletón (o folletá**), según mi leal saber y entender, que se dice. Veamos:

el rey Sancho IV el Bravo se instala en Sevilla y pacta con sus autoridades para que le reconozcan y así desplazar a su padre, Alfonso X, del poder. Al tipo le gusta una chavala, que resulta ser la hermana huérfana de la máxima autoridad sevillí, pero la nena ya está comprometida incluso notarialmente con un aristócrata y generalote vencedor de moros, cosa que el jefe de Serva no se atreve a decir al rey, por lo que decide que la boda eclesiástica se celebre a toda prisa. Mientras, el rey, que no puede esperar, soborna a la esclava de la nena ofreciéndole la libertad por escrito para que le deje entrar a los aposentos virginales durante la noche. Pero el regidor vuelve de improviso y lo sorprende, embozado, en el pasillo. No hay lucha porque el rey no quiere dar la cara y se larga. El regidor, cuyo honor ve mancillado, ahorca a la esclava. Y el rey decide que hay que matarlo a él (no por ahorcar a la esclava, sino para quitarse estorbo en el ligue), por lo que le encomienda la tarea al futuro cuñado, sí el generalote, que lo jura por su honor antes de saber quién ha de ser la víctima. Cuando lee el papelito doblado que le da el rey, con el nombre de su potencial cuñado, sufre muchísimo, pero a la primera ocasión se lo carga y, claro está, atendiendo a la palabra dada no dice ni pío, que rey no hay más que uno (bueno, en teoría, que andaba a la gresca con otro más mayor, su padre). Pero el monarca, que no quiere ser menos tonto que el alcalde y el generalote, cuando nadie se lo espera, lo cuenta, que sí, que yo le di la orden, etc... Y, claro, no hay boda. Chin pún.

Tenemos, pues, un regidor tonto que, siendo cabeza de una de las partes pactantes, no pone las cosas claras en su momento y luego ahorca con sus manos a una esclava; un rey tan salido que tiene que empecinarse en que sea esa chavala y no otra la que ha de beneficiarse y encima habla personalmente ¡con una esclava! para que le resuelva el lance sexual y, cuando nadie lo espera, confiesa que los crímenes provienen de su caletre; un novio generalote que jura palabrita de honor sin saber a quien debe matar y cuando lo sabe no tiene valor para desempeñar la palabra.

Sólo las dos mujeres muestran inteligencia: la protagonista porque le cabrea que el honor de su hermano dependa de que un tipo se haya fijado en ella de mala manera, y la esclava porque, aunque pierde en el envite, lo que hace es luchar por su libertad (aclaro que, me parece a mí, no se puede hablar de traición a un amo por parte de un esclavo).

Y a esto le llaman obra maestra. Se me podrá argüir:

- ¡hombre, es que son valores de la edad media, no los juzgues con parámetros de hoy!,

pero es que resulta que el autor de la versión y el montaje ha procurado que lo veamos con ojos de hoy, ya que viste a los personajes con trajes de confección modernos y color gris marengo: sólo les faltan los alzacuellos para parecer curas, como estos dos.Y el decorado no tiene nada de medieval sino que, cubista, está lleno de paralelepípedos, enhiestos o en decúbito, pero paralelepípedos. Así, aunque los personajes digan "vos", gobernallo" y algún arcaísmo más, lo que se ve son curas sin alzacuellos rodeados de paralelepípedos, de modo que esos conceptos medievales del honor y demás no encajan en absoluto con tal montaje.

Hay una escena particularmente grotesca: la joven protagonista está de duelo gateando -¿lo veremos en nuestros tanatorios pronto?- sobre dos paralelepípedos

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cuando los hombres del traje gris avanzan y forman una calle flanqueando a la chica. Tal parece que la van acompañar, dándole escolta o algo así, pero quia, lo que ocurre es que se han metamorfoseado en tramoyistas y esperan a que ella se baje para coger los paralelepípedos y cambiallos de posición.

Y cuando digo que la función era sosa lo digo, además, porque ni la habitual figura teatral del "gracioso" resulta divertida, ni por el texto, ni por la interpretación. Este actor y el que hace de hermano/regidor, al que no se le entiende casi nada de lo que dice, son para llorar. Y el intérprete del rey de pronto vocifera sin venir a cuento, etc... En suma, que la Compañía Nacional de Teatro Clásico no es lo que, supongo, Marsillach soñó. Deben, además, de andar mal de presupuesto ya que prescinden de tramoyistas profesionales y endosan dicha tarea al elenco. Sobre estas patochadas suscribo lo que un amigo mío escribió hace algún tiempo y se puede leer aquí.

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Bueno, ahora veamos el otro aspecto de la cuestión, para lo cual hago la declaración formal previa de que no soy experto en nada, ni filólogo, ni historiador, ni profesional del teatro o la crítica. Sólo un aficionado al teatro que ha visto y leído lo suficiente como para tener criterios propios, pero que pueden ser erróneos, por supuesto.

Me picó la curiosidad la experiencia narrada y ello me indujo a consultar la Historia de la literatura española, de Valbuena Prat. Tengo la edición de 1963, que compré y leí entre julio de 1967 y mayo de 1968. Alguna vez la he consultado, pero hacía mucho tiempo ya que no. Dicha obra ha sido considerada como la cumbre del asunto durante varias décadas, aunque sospecho que ya estará superada, dado que la última edición es de 1981 y está agotada, según la base de datos del ISBN.

Cuando entré en las páginas dedicadas a don Lope, lo primero que me sorprendió fue encontrar expresiones como que en su obra "laten los impulsos e ideales de toda una raza", "valores esenciales de la raza", "la acción de su vida representativa de su raza", etc ..., lo que me recordó la famosa peli sobre guión de Franco, titulada en su primera versión "Raza" y, en la segunda -retocada para no cabrear a los gringos-, "Espíritu de una raza".

Así que me planteé dos cuestiones: ¿era falangista don Ángel? ¿a qué raza se refería?

Pues bien, indagando por Google he visto que no, que no era falangista. Es más, que fue depurado por el régimen quitándole su cátedra de Barcelona y enviándolo a Murcia. Unos textos me cuentan que por sus actividades catalanistas durante la guerra civil y otros que porque el rector de Barcelona se lo quería quitar de encima y se agarró a que en unas notas a pie de página lamentaba el fusilamiento de Gª Lorca y ridiculizaba a Felipe II. El hecho es que el libro hubo de ser retocado para poder publicar nuevas ediciones.

En cuanto a la raza ... ¿cuál? A bote pronto me vienen al coco las siguientes razas habidas en España: iberos, celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, godos, visigodos, vándalos, bereberes, almohades, almorávides, benimerines, algún árabe que otro, negros, vascongados... ¿o son etnias? ¿Franco y Valbuena se referirían a una raza o a una etnia? Lo cierto es que cuando don Ángel escribió su obra ya éramos un mejunje. ¿Cómo es posible que un sabio escribiera, tan serio, esas cosas?

Lo que sí dice con claridad meridiana es que "(los personajes son) potentes figuras de la Estrella de Sevilla- si se admite por suya" y yo me pregunto, ¿de verdad se creía lo de la potencia de esos personajes esclavos del honor que hoy nos parecen unos tontainas? Y no es un invento mío, no, que ya en 1851 el señor Schopenhauer hace un análisis demoledor del honor caballeresco: «Es obvio que es hijo del tiempo en que los puños eran más diestros que la capacidad de juzgar, y en que el Papado consiguió someter y ofuscar completamente a la razón; hijo, pues, de la oscura Edad Media, de la caballería».

En otro lugar afirma Valbuena: "Así, si es suya, en la magnífica La Estrella de Sevilla, en la escena de la cárcel, en que (el gracioso) estropea la situación". Bueno, en lo del gracioso estamos de acuerdo, como dejé dicho arriba, pero en lo demás no y veo una contradicción en afirmar la excelencia de una obra supuestamente dramática y acto seguido descalificar una larga escena carcelaria.

Bien, y resumiendo por concluir: me asombra que, por los señuelos de la raza y del honor, hasta un sabio como Valbuena Prat caiga en la trampa de considerar magnífico un folletón inverosímil y soso, como la tan citada obra, atribuida a Lope de Vega y a un señor de Murcia.
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**) Término clave de la expresión "decir folletás". Dicha expresión indica que alguien esta cometiendo muchas torpezas cuando habla. Ehemplo: "Er Buh no deja de decir folletáh" .
(Diccionario de Granaíno para extranjeros. - Versión 1.0)