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ELE EL GARBO

Cuando Fluvia colgó el teléfono quedó pensativa unos momentos, antes de seguir con su tarea. Que el párroco, el nuevo, Don Josemari, la llamase para reclamarle el donativo de la boda de su hija le sonó a cosa rara, porque según ella entendía, un donativo no es una deuda sino algo voluntario y, como tal, no reclamable. Y menos con el apremio que lo había hecho el tal Josemari, cura un tanto estrafalario a su modo de ver, quizá el único que había visto en su vida que llevase bigote: lampiños o con barba, especialmente si son frailes, sí, pero sólo con bigote... Parecía un Charlot con carita de mala leche. Y a estas alturas vestía sotana. Sólo le faltaba el bonete para que la imagen lúgubre fuese perfecta.

Al hablar, metalizada la voz por el auricular del inalámbrico, este cura le recordó a esos mendigos que te echan la bronca en medio de la calle si no les das una limosnita por caridad. Cuando se lo contase a su marido, el acaudalado comerciante, oriundo de Taiwan, Sr. Chon, Pin Con seguro que despotricaría un buen rato. Y su hija, Siglinde, ahora en viaje de novios, sacaría a relucir lo mejor de su recia voluntad y le tomaría la medida al tal Josemari.

***

Tiempo atrás, cuando Siglinde y Sigmundo decidieron casarse, la novia pidió la partida de bautismo en la antigua parroquia de su bautizo y unos días después fue a recogerla. El diácono la miró por encima de las gafas, cuando ella le dijo:

- Ésta no es mi partida.
- ¿Cómo que no? Está la mar de claro: Antonia Martín Martín.
- Pero yo me llamo Siglinde de la O de Chon y Fluviez.
- No puede ser. Ud. se equivoca, ésta es su partida.

Y se tuvo que marchar sin la papela, porque Siglinde se podía enfrentar a cualquiera, pero con los tontos desmayaba. Y volvió al día siguiente con su madre. Fue Fluvia quien se encaró con el diácono:

- Vamos a ver, diáaacono -arrastró la a y le largó una mirada de asco y desprecio como sólo ella sabe hacerlo- ¿cómo dices tú que se llama mi hija?
- Pues ...-rebuscó en la carpeta- Si...Si... Siglinde de la O ... de Chon y ... Fluviez...
- ¡Ah! Así está mejor. Vámonos niña. Que desde que llegó el polaco hacen diácono a cualquiera.

En la fachada de la parroquia había una pintada que decía ELE EL GARBO, pero enfadadas y asombradas por la estulticia diaconal madre e hija, comentando el caso, siguieron su camino sin reparar en ella.

***

La parroquia de El Tronchado es una parroquia antigua, muy antigua. Existe desde que las minas se pusieron en explotación. Ahora toda la comarca, de excepcional belleza, se está urbanizando a marchas forzadas y se cuentan por miles los adosados, pareados y demás inventos de la arquitectura funcional que se han construido y se están construyendo, de modo que si bien hubo que cerrar las minas en su momento, la construcción, el turismo rural y los servicios que una ciudad dormitorio requiere alimentan a la población, que, además, se ha librado de la silicosis y del grisú.

Paco llegó como coadjutor a El Tronchado recién acabado el Concilio Vaticano II, con todos los ideales del aggiornamento a punto de ser utilizados. Y bien que los utilizó. Tanto, que llegó a ser querido por todos los vecinos, feligreses o no, por buena persona y por su disponibilidad, lo que le acarreó no pocas bromas de sus caritativos hermanos en Cristo de la clerecía. A los dos años ya era párroco.

Desde que llegó, y dado que todos los hombres trabajaban en la mina, la sacristana fue la viuda Walabonsa, madre de siete hijos, recia como farallón y más fuerte que un torreón de Niebla. Parecía gorda, pero todo era músculo. Paco y Walabonsa se llevaban muy bien y con los años se entendían sin necesidad de hablar.

Siempre estuvo convencido Paco de que iba a morir siendo párroco de El Tronchado, pero ahora, cuarenta años después de su llegada, tuvo que pedir el traslado porque un desasosiego inesperado se apoderó de él. Todo comenzó una mañana cuando entró en la sacristía y vio escrito con spray en el espejo:

ELE EL GARBO

Llamó a Walabonsa y, por más vueltas que le dieron al asunto, no pudieron resolverlo. Lo denunció a la guardia civil y le prometieron que vigilarían estrechamente los alrededores parroquiales, pero no le dieron demasiada importancia porque siendo una expresión castiza, ningún peligro cabía esperar, salvo para toros, cabras, conejos, linces, etc...Además, los cepillos estaban intactos, y el Sagrario también. Nada habían robado de la iglesia.

Pero otro día, por Pascua, apareció una casulla ensangrentada sobre la mesa de la sacristía y, escritas con sangre en el suelo, las mismas palabras de la pintada especular.

Los agentes se lo tomaron esta vez en serio y llamaron a la policía científica que cogió toda clase de muestras, les dio una conferencia con transparencias y power point, y se marchó. Unos días después recibieron el análisis de la sangre: era de cordero; pero huellas, ni una: ni las del cordero.

Pasaron unos días. Paco volvía de una extremaunción y, al entrar en la iglesia, lo primero que vio fue una de sus sotanas, amarrada y colgada con el cíngulo, como ahorcada, sobre el altar mayor. Un folio, sujeto con un imperdible, pendía de ella con las tres odiosas palabras impresas en arial-mayúsculas, tamaño 72.

De modo que llamó al vicario y al día siguiente ya estaba en una casa de ejercicios, prejubilado, lo que no dejó de maravillarle porque sus experiencias anteriores con el palacio arzobispal habían hecho honor al viejo dicho de la lentitud palaciega. Raro, se dijo.

***


La familia Chon vive en una preciosa casa elegantemente adornada con antigíüedades de todo origen y plantas de belleza anonadante. Espacioso el jardín con delicado estanque de agua salada habitado por sardinas, caballas, algún lenguado y, por supuesto, erizos de mar. Dotada además de amplias terrazas y un enorme semisótano abierto al sur, puede acoger a muchas personas con holgura.

Y dista unos quinientos metros de la capilla de El Portichuelo, pedanía en las estribaciones de la montaña, lindante con El Tronchado, pero perteneciente a otra parroquia.

De modo que, planteado el casorio como objetivo a cubrir, la familia pensó celebrar en la vecina capilla la ceremonia religiosa y el convite en el propio hogar, a la antigua usanza.

Así que comenzaron sus gestiones solicitando fecha en la parroquia para la capilla, pero sorprendentemente, se les informó de que no se pueden celebrar bodas en ella.

- ¿Y cómo es eso? - interroga Siglinde - si allí voy yo a misa y he visto bautizos, ¿es que el altar no es multifunción, como todos los altares y otros aparatos modernos, que facilitan la vida del usuario?
- No me lo diga a mí, hermana, es cosa del obispado.
- Pero es muy chocante: de modo que Dios está en todas partes y no puede actuar en algunas, mientras que los programas de Bill Gates sí, ¿no? ¡¡Ohhhh!!
- Ya, pero es que ese señor no tiene vicarios ni obispos ungidos, hermana, sino empleados, y no es lo mismo, se lo digo yo, que llevo en el cirio luengos años.

En el obispado les atendió el propio vicario, pero no les dio una respuesta satisfactoria, aunque con la cuestión de la multifuncionalidad del altar se vio acorralado; mas eso sí: la negativa fue rotunda y les encaminó a la parroquia de El Tronchado.

- Esto me huele mal - es Sigmundo quien habla, reflexionando profesionalmente, como detective privado que es, desque abandonara las clases en el colegio de curas en que enseñó durante mucho tiempo -; todo ese rollo de que no se ha habilitado para bodas porque el vecindario es joven y casado y en cambio hay que atender a muchos bautizos por la tasa de natalidad y qué se yo, me huele a perras.
- ¿A perras?
- Claro: hay más clientela para bautizos, mientras que en El Tronchado, con sus nuevas urbanizaciones y su hostelería flamante, las posibilidades de bodas son mucho mayores. Y la gente se gasta mucho más en una boda que en un bautizo, ¿me sigues?

Sigmundo, tantos años de docente, había aprendido a sospechar de todo el mundo, especialmente de los que más cara de inocencia exhibían, porque siempre son los que mejor copian y quienes mejor tiran la piedra y esconden la mano. También los que mejor disimulan un cuesco en clase, cuando más frío hace y no se puede abrir la ventana. Y qué decir de los curas: pocos gremios habrá en el mundo a los que gusten más los dineros. Por eso, ateo. Y por eso, cuando se planteó ganarse la vida en serio, se hizo detective privado, aunque algunas veces tuviera que ponerse chaqueta y corbata como los políticos y los dependientes de comercio.

Segismundo decidió llegar hasta el final del misterio de los altares.

***

En la parroquia de El Tronchado lo primero que les llamó la atención fue la pintada que algún folklórico había garabateado en la fachada: "ELE EL GARBO", porque si algo no hay en albas, sotanas y casullas es garbo, sino todo lo contrario, solemnidad, severidad, misterio, aunque disminuido éste desde el triunfo de las vernáculas.

Pero más les sorprendió el aspecto del párroco, híbrido de Charlot y Felipe II, lóbrego, lúgubre y morbífico, por usar sólo tres de los infinitos esdrújulos aplicables al personaje; parecía un retrato solanesco. Cuando entraron en su despacho, estaba oyendo el himno de la legión con cara de arrobo. Resultó grotesco el feto de sonrisa que les dirigió, torcida bajo el bigote, y más cuando con voz chillona les habló:

- Ya me anunció el vicario vuestra visita. De modo que os queréis casar, ¿eh?. Muy bieeen.
- Si padreeee.
- ¿Y qué día y a qué hora?
- Pues el 26 de junio a las 8 de la tarde.
- ¡Ay, que lástima! Yo ese día no puedo.
- No, si da igual, verá: es que nos va a casar un curita amigo nuestro, Don Juan Pablo Voitiliano, que era de nuestra basca antes de dejar plantada a la novia y meterse cura. Lo tiene que conocer Vd. seguro, que fue muy sonado lo suyo. Es un santo.
- Sí, claro que le conozco: le dí clase de Técnicas Melifluas en el seminario y fue un buen alumno, aunque algo respondón. Pero, volviendo a lo que nos ocupa: si no oficio yo, tendréis que dar dos donativos, uno al oficiante y otro a mí.

Las trompetas legionarias arreciaban cuando salían y se preparaban para hacer un fundido con el delicado Ángelus. Sigmundo cavilaba, con la mano de Siglinde en la suya, casi haciéndole crujir las falanges cuando le anunció:

- El himno de la legión en una parroquia significa algo. Tengo que confirmarlo, pero parece ser que existe una especie de secta de curas reaccionarios, llamada algo así como los Legionarios Cresos o Garantistas o algo parecido, especializada en finanzas. Se dice que la fundó San Ambrosio, Doctor de la Iglesia, pues no en vano era multimillonario. También Pío XII, cuya fortuna personal era de 80 millones de marcos alemanes de la época, perteneció a ese movimiento y por eso se llevaba divinamente -y nunca mejor dicho- con los nazis. Por cierto, este charlot ¿no te recuerda a Hitler?
- ¿Y tú porqué sabes esas cosas?
- Siglinde, hija, diez años comiendo en un refectorio con curas y oyendo sus cotilleos...
- ¿Y porqué se dedican a las finanzas?
- Porque siempre tienen miedo de que el chollo económico de la iglesia se acabe, de modo que teniendo ellos una tesorería aparte de la oficial, si llega el caso, pueden hacerse con el poder eclesial desbancando a los espiritualistas. Y ahora están temiendo que los sociatas les den un palo en el bolsillo, de modo que se les nota más...

Y en estas pláticas sumidos, subieron al auto y pusieron morro hacia El Portichuelo.

***

Cónclave, para estar a tono, familiar en el que, asumido el hecho de la boda en El Tronchado, se profundizaba en lo tocante al convite. Se hizo un primer recuento de posibles invitados, lo que motivó un rifirafe entre Siglinde y sus padres, pues éstos querían que se invitase a toda la familia, -y no hay que olvidar lo prolíficos que, por naturaleza, son los chinos, especialmente los de Taiwan-, y a todos los amigos que por razones profesionales tiene el Sr. Chon Pin Con, pero la hija sostenía que una boda es una magnífica ocasión para fundirse espiritual y afectivamente con sus más íntimos amigos. Prevaleció la opinión de Siglinde, que los padres asumieron sin mucho esfuerzo, pese a lo cual salió una considerable lista de gente a invitar.

Hicieron cábalas sobre cómo organizar a la masa dentro de la mansión, momento en el que lamentaron no ser directores de obras corales, pues llegó un punto en el que veían invitados hasta en las alacenas. Alguien hizo notar que abajo sólo había un retrete y que ello podía originar colas muy poco estéticas de saltarines con las rodillas apretadas. Una voz sugirió que, con las invitaciones, se enviasen bacines de un solo uso, pero la idea se desechó en seguida por razones económicas e higiénicas ya que, por una parte estarían el coste de los bacines y los gastos de envío y, por otra, la visión de los invitados, con sus bacines de aquí para allá, que también acabarían haciendo cola ante el retrete para vaciarlos, aunque no se descartó que alguien los vaciase en cualquier lugar, incluído el estanque del jardín. De modo que se despreció la idea.

Llamaron a la puerta y al momento llegó la mucama con una tarjeta de visita:

LA ARCADIA DE LAS NUPCIAS
Convites y cateringes
Mariano Morón Marín
Pablic relaisions - Tfno: 069 69 69 69

Y ya estaba ante ellos. Lo acogieron muy bien, porque llegaba en el momento más oportuno. Cuando, desechados los bacines, la perplejidad los paralizaba: ni se casaban en su barrio, ni celebraban en su casa, debido a causas insólitas: que Bill Gates llega a más sitios que Dios y que las ganas de mear acaban con el mejor proyecto.

- Porfa, llámenme Marianito, como todo el mundo. Y no me pregunten cómo me he enterado de que hay boda a la vista. Es mi profesión y faltaría al secreto profesional si se lo digo. Y Vds. no querrán que haga una cosa tan fea, ¿verdad?... ¿verdad?, ji, ji, ji...
- No, si no hay que preguntarlo: o se lo ha dicho el vicario o se lo ha dicho el párroco, pinto pinto gorgorito, ¿qué más da?
- ¡Uyyy, qué garbo, pero qué garbo tiene este novio! Porque Vd. es el novio ¿verdad?

Y les explicó que su Arcadia estaba en un paraje idílico, rodeado de pinares, a sólo cinco minutos de la parroquia, que tenía un pórtico comparable al Taj Mahal, que una orquesta de cuerdas les recibiría y les acompañaría todo el rato, que las cuerdas de las campanas de los campaniles vibrarían del esfuerzo a que serían sometidas por los campaneros cuando llegasen y alzasen su primera copa de champán -nada de cava, champán y del mejón, ji, ji, ji-, que todos los invitados tendrían que ir de chaqué y las invitadas de chacá, que la comitiva iría a paso lento, como la Julia Robert en la peli aquélla, que todos los invitados, a un gesto del maestro de ceremonias, echarían una lagrimita y un "vivan los novios" que harían llorar de emoción a los cocodrilos de Isla Cristina y hasta al mismísimo capitán Garfio y que cuando los novios se besasen en la boca, también a un gesto del maestro de ceremonias, toda la concurrencia, al unisono palmearía y gritaría: ¡ELE EL GARBO!, que era la consigna, maravillosa y castiza consigna, de la Arcadia...

Y hasta ahí llegó. Porque, también al unisono, Sigmundo y el Sr. Chon Pin Con, cogieron al Marianito y lo pusieron en la calle de sendos puntapiés "do más pecado había".

***

- ¿Qué te decía? Aquí hay perras. El vicario deriva las bodas al párroco Josemari, éste le avisa a Marianito, reparten comisiones...
- Y van creando un fondo.
- Si se indagara en todas las parroquias de barrios ricos, seguro que se encontraría un montaje de la misma clase. Además de lo que haya por anulaciones de matrimonios y esas cosas de la Rota o como se llame.
- Bueno, pero tenemos que ver lo del convite, así que a buscar se ha dicho.
- Y que tu padre se encargue de la decoración. Yo, además, me ocuparé del criptoanálisis de lo del omnipresente garbo, que tiene que significar algo.

***

Acordó el Sr. Chon Pin Con con unas amigas floristas la decoración a realizar en la iglesia para la boda y, en verdad, las jóvenes se esmeraron, pues iba a resultar muy elegante, como merecía tan lucida familia. El Sr. Chon Pin Con fue a entrevistarse con Walabonsa, la sacristana, que, entre los síntomas menopáusicos y la marcha del cura Paco, estaba pasando una pésima racha. Casi le lanza un directo a la mandíbula cuando le dijo que ella no decoraría nada, sino que lo harían otras personas. En un principio pensó que sería una señora gorda que Josemari estaba tratando de entronizar como nueva sacristana para desbancarla a ella, pero...

- Al principio estaba mosqueada, mas cuando le dije que la decoración me la hacían unas floristas amigas nuestras y no la protegida del párroco se amansó un tanto. También le aclaré que había que hacerla al terminar la misa, para que los votantes del PP -únicos, y no todos, que van a misa- no mangaran las flores antes de la boda: ¡hombre, que una cosa son los mandamientos y otra las flores de las bodas y las prácticas sexuales! Y cuando le dije que ella iba a cobrar lo suyo de todas formas (ya sabéis que yo trato mucho con políticos y en el unte estoy muy puesto) le cambió la cara y la tía fortacha colaboró activamente moviendo floreros, púlpitos y campanarios...

Explicó el Sr. Chon Pin Con a la familia en la siguiente reunión que, para la correspondiente puesta en común interactiva, se había convocado. En ella, Sigmundo, aportó noticias sobre ELE EL GARBO. Contó que había consultado con especialistas de la Escuela Oficial de Criptografía y, con lo que le dijeron y las comprobaciones que, por su cuenta, había hecho en la Biblioteca Secreta de las Sectas, estaba en condiciones de afirmar que:

- Las dos primeras palabras, ELE EL, en realidad no son tales palabras, sino las siglas, sin los puntos intermedios para despistar, de otras palabras:

Escuadra Legionaria Española Eclesial y Lega

- De donde cabe deducir que se trata de la sección española, y esta sección incluye eclesiásticos y legos (como Marianito y posiblemente la candidata a sacristana), de la internacional de los Legionarios que te contaba el otro día. Seguiré sobre el asunto hasta descifrar el significado de GARBO.

***

La ceremonia, oficiada por el amigo Juan Pablo, fue sencilla, emocionante y no hubo lágrimas, pues Fluvia aguanta muy bien -de ahí la humedad de su nombre, que le viene como dedil al panadizo-. Siglinde, por su parte, advirtió muy severamente al Sr. Chon Pin Con que no se dejase llevar por su afición a los monzones de sus lares y no desbordase sus oblicuos ojos, porque, además de fastidiarse el elegante atuendo, la podía hacer llorar a ella. Y El Sr. Chon Pin Con cumplió el trato, como serio comerciante que es.

Al firmar en la sacristía, el cura Josemari le proporcionó a Siglinde todo un legajo de papeles, entre los que iba el sobre para un donativo, pero ella, ni llevaba dinero encima ni consideró que era el momento de ponerse a buscarlo, por lo que lo dio, con todos los papeles, a Sigmundo, que los guardó en su bolsillo.

Por otra parte, el Sr. Chon Pin Con, eufórico pese a que su familia le iba a afear el no haberles invitado a la boda de la niña, obsequió con suculenta propina a Walabonsa, que bien la había sudado, en un aparte que hicieron en el propileo.

Y el bigote de Josemari oscilaba de ira y desconfianza, cuando ésta le dijo que no le había dado el donativo para la parroquia. Pensó que Walabonsa se lo había quedado y no tardó ni dos días en llamar a Fluvia para recordárselo.

***

Dispuesto a darle la máxima emoción a su noche de bodas, Sigmundo, ya en tanga y antes de lanzarse al tálamo donde una delicada Siglinde le esperaba ilusionada, tomó una barra de pintalabios y escribió sobe la luna del armario:

Garantiza Aumento de Rentabilidad Boyante y Óptima (GARBO)

***

La tercera vez que el párroco Josemari llamó a Fluvia, concluyó la reclamación del donativo diciendo:

- Y no olvides que sé donde vives, ¡ele!

Porque si, además de no haber cogido los euros de "La Arcadia..." tampoco trincaba el donativo, se las iba a tener tiesas con el Pontifex Máximus de la ELE, coño. Y no estaba dispuesto.

***

- Bien, todo aclarado, -dijo Sglinde a Sigmundo, concluído el primer coito matrimonial- pero si Walabonsa no pertenece a la secta y Josemari no estaba todavía en la parroquia, ¿quién se encargó de acojonar al cura Paco?

Fin