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6. MENÚ ROJO CON PARAGUAS AL CABELLO CAQUI (1985) - Sexta puntata:

120px-postcards_and_magnifying_glass.jpgDILIGENCIAS y PESQUISAS
(Resumen de lo publicado: en serio, mejor lee las puntatas anteriores, que no lleva mucho tiempo)

-¡Dejen paso a Su Señoría!
-Qué, ¿éste es el muerto?
-¡Eso parece! Fíjese lo quietecito que está y lo bien colocado, tan derechito y con las manos cruzadas; se nota que los acomodadores son auténticos profesioales y lo han puesto cómodo, no como estaba en la butaca.
-Antes lo habrán fotografiado todo, supongo ...
-Pues mire, Señoría, no: como hay tan poquita luz aquí dentro ...
-¡Vaya hombre! Y Vd., sr. forense, ¿qué opina?
-Es un caso claro, Señoría. Ni siquiera es necesaria la autopsia. Observe el edema, el olor y el enrojecimiento que presenta el cuerpo. Un atracón de marisco, sin duda, que ha provocado un shock anafiláctico. ¡He visto tantos...!
-Es que su experiencia, Dr. Foreiro ... ¿Han avisado a los familiares?
-¡Sí, sí! Lo que pasa es que hemos preferido citarlos en el cementerio porque no parece muy propio que se pongan de duelo en el vestíbulo de un cine, ¡qué pensarían en el país si lo dan por la tele!
-Claro, claro. Bueno, levanten el cadáver que yo tengo que volver al bautizo, y mañana nos vemos en el juzgado.

******


La comisaría está muy cerca del lugar en el que el patatero Jimeno hacía sus carreritas y fue secuestrado. Eso no quiere decir nada y, por tanto, no lo dice, ya que nadie pregunta ni obliga.

El comisario Magrete está en el despacho con el detective Peyró y el cabo primero Machichaco Segundo. Se disponen a analizar en profundidad la situación, para lo cual se han vestido de buzos. Pensativo, dice el comisario:

-Yo no veo claro.
-Sr. Comisario ...
-Un momento, no me interrumpa. Digo que no veo claro ...
-Sr, Comisario ...
-Pero hombre, Segundo, no me corte. Insisto en que no veo claro ...
-Sr. Comisario, ¡que tiene Vd. las gafas empañadas, coño!

Magrete pone cara de inteligente, saca un pañuelo y al limpiar las gafas con los ojos entornados, además de seguir sin ver claro, piensa que la Sra. Magrete se ha pasado con el ajo en el gazpacho de hoy. Reprime un eructo y se coloca de nuevo las gafas. Hay una mancha de humedad en el techo que le recuerda algo de manera obsesiva, pero en los siete años que lleva en este destino no ha podido dar con ello. Pese a todo, le ha tomado cariño, pues le ayuda a concentrarse. A fin de cuentas, se dice, ¿qué es el crimen sino una mancha en el orden del universo? Magrete piensa una vez más que podría consultarlo con el brujo del El Ciruelo. ¡Este gazpacho ...!

-Decía que no veo claro lo del teniente Jimeno. Hágame un resumen, Peyró.

Con un metro en la mano, Peyró establece las equidistancias convenientes entre cenicero, teléfono, dictáfono, plumier y demás cachivaches que ornan la mesa del comisario. Mira de reojo el perchero, lo que impele a Magrete para que, avergonzado, recoja el paraguas que chorrea en él desde primera hora y lo coloque en el paragí¼ero, tras lo cual cuelga el impermeable que había en una silla, cuidando muy mucho que sus pliegues desciendan en perfecta simetría. Sólo entonces Peyró se dispone a hablar, no sin antes atusarse el enhiesto bigote y comprobar, frente a la ventana, que su reluciente calva esferiforme brilla de igual forma a estribor que a babor.

-He aquí los hechos: a las 22,07 hs. el 091 recibe una llamada del acomodador Manolo del cine E, anunciando que hay un cadáver en el patio de butacas. Con toda celeridad, la patrulla, comandada por, aquí, el primero Segundo recorre los 500 metros de distancia en apenas tres cuartos de hora, llegando a las 22,45. El cadáver ha sido trasladado desde la butaca al vestíbulo por los acomodadores, que lo han colocado en decúbito supino y le han cruzado las manos. A simple vista, no se le aprecian signos de violencia. El cadáver viste un chándal algo sucio y presenta la peculiaridad de tener el cabello del occipucio de color caqui.

Un ramalazo de indignación interrumpe en este punto al detective Peyró. Otea, observa con sus ojillos entornados ... Al fin, una vez ha comprobado que lo que le distrajo no era una mota de polvo sino un ácaro hembra, prosigue su exposición:

-Cuando llegan el juez y el forense, es decir a las 4,13 hs., aquél ordena el levantamiento del cadáver tras escuchar un informe provisional del médico: la muerte se debe a un atracón de marisco. Entonces llegamos nosotros que, tras intensos esfuerzos, hemos podido ser avisados por la patrulla que comandaba, aquí el ... primero Segundo. A duras penas alcanzamos a ver al muerto porque ya se lo llevaban. Interrogados los acomodadores, nos dicen que encontraron al hombre del chándal con el culo en pompa y la cabeza inclinada hacia delante. Les pareció una postura irreverente para un muerto y por eso le tumbaron. No recuerdan cuándo entró en la sala ni si entró solo o acompañado. Le registro y no lleva nada en los bolsillos.

Se limpia la blancuzca salivilla que le sale por las comisuras de los labios y concluye:

-Cuando regresamos a la comisaría, comprobamos que el muerto no puede ser otro que el teniente patatero Julián Jimeno, cuya desparición denunció su familia a las 24 hs. tras un día sin saber nada de él, y que resulta inconfundible por lo del pelo caqui.

Fin de la sexta puntata.

archivado en:
manolo rubiales
manolo rubiales dice:
03/01/2009 16:03

feliz entrada de año Manué, y que el 2009 nos coja con el gaznate seco cuando aparezca el tío que reparte el vino. Un abrazote de bahía

elbarbonauta
elbarbonauta dice:
05/01/2009 01:32

Y usté que lo vea, Manolo. Y ya puestos, ¿pa qué esperar a que aparezca el tío del vino? Tomemos la iniciativa sin esperar órdenes.