Alumbrado navideño
Y puesto que parecemos personajes sacados de la novela "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago, lejos de actuar con lucidez y afecto, nos volvemos todos ciegos de repente y dejamos en evidencia nuestras flaquezas y nuestras vergíenzas, actuando únicamente por el instinto glotón de la luciérnaga consumista. Excitados por esa obcecación, nos atropellamos por las calles, absorbiendo la luz de los escaparates y de los objetos eléctricos como si su adquisición fuera un deber inexcusable para subsistir en las fechas venideras.
Pocos supervivientes toman la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron y nos alertan de que este sobreconsumo eléctrico, quizás, el más absurdo de todos, provoca una gran contaminación por la emisión de CO2, entre otros contaminantes, a la atmósfera, impacta directamente contra la flora y la fauna nocturna, agrede contra la salud de nuestros ojos, a la vez que nos induce a la somnolencia, al nerviosismo, al estrés, a la agresividad y al cansancio.
Y todo ese resplandor urbano proyectado hacia el cielo causa un halo luminoso, que en vez de embelesarme, sólo me impide, lunáticas que soy, distinguir las estrellas. Me arrebatan la Vía Láctea, el infinito paraíso donde resplandecen nocturnos los astros, ahora no puedo dibujar sobre su lienzo mis desventuras, ni contemplar las ágatas de sus pupilas, ni dejarme seducir por la luna. En estos momentos me queda, taparme los ojos con una venda negra y... ver, recuperar un poco de claridad en medio de este tétrico estrabismo.
Magnifico texto, Victoria/Blimunda.
UN ABRAZO
PACO HUELVA