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XXXVIII

Voy a la biblioteca y recuerdo:
sólo tú me apoyabas.
Nadie entiende por qué quiero estudiar,
sólo mi madre y tú.
La tarde es fea.
Todo se ha puesto gris.
Me acuerdo de las cosas que quedaron
sin contarnos aún.
¿Qué tal es la señora que te limpia la casa?
Saber que tú estás bien,
que te cuidas, es bueno para mí.
No sé qué hacer
para no causar más problemas
sin dejar de saber de ti.