Sobre el libro Todo es para siempre, de Pedro Sevilla, (editorial Renacimiento).
Con apenas 30 años y un puñado de versos editados, escribía Pedro Sevilla: "Mi gratitud hacia Julio Mariscal Montes, de quien aprendí que la literatura es un camino alternativo para eludir el angustioso túnel de la vida." Entre esas palabras y estas otras: "Sólo podemos ser, Don Julio, usted lo sabe,/ auténticos delante de unos folios", median doce años y tres poemarios: Septiembre negro (1992), La luz con el tiempo dentro (1995) y Tierra leve (2002), en Renacimiento, editorial que ha vuelto a tomar el pulso de la mejor poesía del momento, que ya tuvo en los años noventa. Y no poca culpa en ese retomar el pulso es de esta colección, Antologías, por la que van desfilando algunas de las voces más interesantes de la poesía actual. Últimamente Juan Bonilla y Pedro Sevilla, autores que definen la colección: calidad por encima de modas pasajeras y puntos de vista diversos en el sentir de la poesía.
Comienzo este texto con las palabras que Pedro Sevilla (Arcos de la Frontera, 1959) le dedica a Julio Mariscal, porque es cierto que Todo es para siempre (Renacimiento, 2009) es el homenaje del poeta a su gente, a su pueblo, pero también a sus lecturas, y lo uno y lo otro se aúnan en él. También están en sus versos Antonio Machado y su sentido del tiempo, el poeta socio-sentimental Vázquez Montalbán y el cronista lírico Umbral.
En el principio fue Antonio Machado. Poesía y vida en el tiempo o, en palabras de Pedro Sevilla: La luz con el tiempo dentro. En la infancia uno es solo y único, y se cree depositario de todos los males y bienes de este mundo. Todo es luz: un sendero luminoso. "Si pudieras ahora, en esta música,/ recobrar por entero los días ya vividos/ aun dando a la memoria su necesario diezmo/ de mentiras piadosas, lo asumirías todo,/ el dolor y la dicha,/ como una gentileza de la luz:/ esos días azules y ese sol de la infancia." Pero llegan noticias del exterior y uno sale de las cuatro paredes de su casa. Entonces aparece el tiempo: "Hubo una luz sin tiempo", continúa "... Pero un día,/ un olor de jazmines, en la infancia/ una tarde, vi que la luz huía/ y supe el tiempo, el miedo, la distancia.../ unos conceptos que desconocía."
Toda la poesía de Pedro Sevilla parte de este momento, del reconocimiento del tiempo, del conocimiento de que somos seres sociales. Lo aprendió de Julio Mariscal, de su vida y su obra, que le llevó a adentrarse en la literatura, ese "camino alternativo para eludir el angustioso túnel de la vida."
Del prólogo y la selección de poemas se encarga Enrique García-Máiquez. El prólogo es un homenaje al poeta amigo que te saca incluso sin pretenderlo de situaciones difíciles. Un prólogo instructivo: Pedro Sevilla explicado a un grupo de escolares. El Pedro Sevilla que más le interesa a García-Máiquez es el poeta de su tierra y de sus gentes, de su familia. En su selección hay pocos poemas de los dos primeros libros, está prácticamente completo el tercero y adelanta una serie de inéditos. A mí Septiembre negro y La luz con el tiempo dentro me parecen fantásticos. Y algunos de sus poemas más sociales son muy importantes para tener una mejor perspectiva del autor. Barcelona 1975 ("Y mi idea del mundo por entonces:/ un andén por septiembre, algo de lluvia/ con música de fondo/ y trenes que llevaban a bailar.") o 1977, que es el mismo título de una de sus novelas, en la que habla del tiempo y del compromiso. Sus títulos son hermosos y muy significativos: Septiembre negro o Sendero luminoso hacen referencia a hechos conocidos. En su poesía Septiembre negro es el inicio del otoño, de lo oscuro, como lo era octubre en Julio Mariscal; mientras Sendero luminoso es el camino añorado de vuelta a la infancia. Ahí entronca con la polisemia y el humor en Vázquez Montalbán. Las referencias a iconos populares: princesas, marcas de colonia o series de televisión nos evocan sus primeros poemarios, donde el humor y la amargura dan forma al tiempo vivido. Este humor, que es implacable consigo mismo nos lleva también, de la mano de Julio Mariscal, a cierto dandysmo, a cierta frivolidad, que nos recuerda a otro de sus referentes, al Paco Umbral amargo y hermoso de sus novelas líricas o de sus diarios.
Pero sí, es cierto el deseo de llegar a ese tiempo donde la luz lo era todo, "tiempo sin tiempo", y ahí está la familia, su padre, su hermano (no se pierdan su mejor novela, Extensión 112) o sus hijos. Me quedo con los versos que dedica a su madre: "Pero -cómo explicarlo-,/ todo sería gris en la memoria / sin lo aun más azul: los ojos de mi madre." El deseo de evocar estos instantes de luz, de fijar en unos folios algunos de sus momentos más hermosos, o usando una imagen de Juaristi: plasmar la vida en secos fogonazos, da sentido a estos versos, más allá de su belleza incuestionable, del placer de su lectura, de la gran persona que los compuso: uno de nuestros mejores poetas.
Pues será leído, Rafa. Pausadamente, como se debe. El rato de charla de ayer, magnífico. Hay que repetir, en otros tiempos venideros, en otros sitios...
UN ABRAZO