Sobre algunas inconveniencias
Uno aprende (y si no aprende, debería aprender) que hay temas que sería mejor no tratar, porque podría perderse y nunca le llevan a ningún sitio.
Cuando escribo sobre política o economía, hay dos tipos de reacciones: los que apoyan lo que digo y los que no lo hacen, o los que están a favor o en contra de lo que he escrito. Ambos tienen algo en común: nunca se manifiestan en público.
Lo que he hecho ha sido decir NO, alto y claro, siempre que me ha parecido justo. A veces me preguntan: "¿Y si esto no, entonces qué?" A veces, incluso, me lo preguntan con buena intención, con interés real por conocer mi propuesta alternativa. Y ocurre que no siempre tengo.
Que algo no se haga en ningún país, en ninguna parte del mundo, no significa que sea imposible, ni una utopía; sólo significa que, hasta ahora, nadie de los que han podido hacerlo, lo ha hecho.
Reivindico la utopía. Reivindico las ideas. Reivindico, ¿por qué no?, las ideologías.
Los que están a favor de lo que digo me felicitan en privado. Los que están en contra se molestan y me maldicen en privado.
Está visto que uno no aprende, aunque debiera, que hay temas que sería mejor no tratar, porque podría perderse y nunca le llevan a ningún sitio.
Y, sin embargo, Rafa, yo pienso que a callarse no debe aprender uno nunca. Y menos en este momento en el que nos encontramos, cuando medios de comunicación y políticos hablan abiertamente de los recortes que hay que hacer a los trabajadores sin decir una palabra de los grandes beneficios que están obteniendo los "mercados". Y es que es increible que, actualmente, las desigualdades sociales sean mayores que en los años 90, que África se haya convertido en un gigantesco campo de concentración donde las enfermedades, el hambre y la guerra supren a las cámaras de gas. Es increible, también, que Obama en su programa llevara una propuesta sanitaria al estilo europeo y, finalmente, sea Europa la que esté instaurando el sistema sanitario antisocial estadounidense. Pero lo más nefasto de todo es que seamos nosotros mismos los que, con nuestro silencio o nuestro aplauso, estemos permitiendo que el neoliberalismo arrase con todos los derechos que, tan difícilmente, se habían conseguido.
Decía un jefe indio que no heredamos la tierra de nuestros padres sino que la tomamos prestada de nuestros hijos; difícilmente podremos mirarnos al espejo cuando le entreguemos el testigo a los que vienen detrás. Por todo ello no calles nunca, Rafa, algunos te escuchamos. Un abrazo.