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Música viva en movimiento. Sobre las fotos de Sergio Lira


Voy caminando con paso no tan firme y curioso por las calles de una ciudad que dice amar el flamenco. Lo cierto es que nunca lo he dudado. Pero no sé si el mejor camino para demostrarlo pasa por las instituciones o por los festivales oficiales. Siempre me ha interesado más el trabajo de quien no mendiga la ayuda oficial, de quien se deja llevar por la pasión o el conocimiento cuando desea mostrar algo. Mis pasos me llevan, pues, a La Carbonería, de la calle de Los Levíes, en la antigua Judería de Sevilla. Antes de entrar me detengo en una figura que suelo ver en la puerta. Patillas anchas y descuidadas, a veces una gorra, mirada de hombre bueno y amable que no desea figurar. Le saludo. Es Sergio Lira, y me tiende las manos mientras sonríe y me pregunta cómo me va todo. Todo va bien, le miento. Parece que el calor abrasador de este verano se va alejando y el microcosmos de la taberna más interesante de Andalucía se hace más acogedor. Me comenta que su hermano, Pisco, está al venir. Pero con Pisco nunca se sabe. Siempre está al venir, pero puede aparecer o no. Lo cierto es que esta vez no vengo a verlo a él, sino a que Sergio me muestre sus fotos, las fotos de su nueva exposición. Casi siempre lo recuerdo con un lápiz, pergeñando algún dibujo que me enseña y, a veces, me ha regalado. Al principio son meras abstracciones geométricas que van tomando forma poco a poco, sin prisas. Sus dibujos miran al interior, a su realidad más íntima, a algunos rincones de su casa que parece que él solo ve. Pero que luego todos reconocemos como si hubieran estado ahí toda la vida. Y entonces nos damos cuenta de que sí, han estado ahí toda la vida. Esas son las maneras del poeta: descubrir la esencia de nuestras vidas. Las maneras también del Sergio que dibuja. Pero hay otro Sergio, el fotógrafo. Casi siempre lo recuerdo con una cámara en sus manos. Nunca sabes qué busca con su cámara. Aparece y desaparece y, de pronto, vuelve a aparecer y ya ha tomado las fotos que quería. Son más de treinta años de experiencia. Y sus fotos, hace tiempo que son suyas. Nadie más hace esas fotos. Imagino sus archivos y se me ponen los pelos de punta. Pocas personas he conocido con ese afán de escuchar y de mirar. En su velada ideal, probablemente, no diría apenas ninguna palabra. Y eso a algunos les incomoda. Porque el silencio pesa. Los silencios. No estamos acostumbrados al silencio. Parece que sólo es interesante quien habla sin parar. Y no es así. El mundo sería mejor si supiéramos escuchar atentamente. Seríamos más capaces de saber quién realmente tiene algo que decir y quién no. Seríamos más capaces de escuchar. De escuchar las palabras y los sonidos de la tierra. La palabra y la música de la tierra. Sólo quien sabe escuchar sabe mirar. La poesía es la mirada sobre el mundo. El dibujo y la fotografía también lo son. Deberíamos ser más recatados para mostrar nuestras carencias constantemente.



La familia Fernández al baile. Foto de Sergio Lira

Las fotos que Sergio me muestra son un apartado más de su particular historia del flamenco vivo. Ya vi las magníficas fotos de Camarón o de Miguel Funi, en su reciente exposición en la La Fuga Librerías. Esta sería una continuación de aquella muestra y los que conocemos su dedicación y talento sabemos que, aunque nos llene, es tan sólo una mínima parte de su obra. Una obra que hay que rescatar.



LíNEAS MAESTRAS



Muestra fotográfica


SERGIO LIRA y JUAN GUERRERO



MÚSICA VIVA EN MOVIMIENTO


Del 11 de septiembre al 31 de octubre de 2010


En La Carbonería