Los libros del año (II. Narrativa)
El primer libro que me sorprendió de los editados este año fue Antecedentes, de Julián Rodríguez, publicado por Mondadori. Algunos me dirán que es una reedición. Para mí es un libro nuevo y su lectura fue más enriquecedora que cuando leí el seminal Mujeres, manzanas. Julián Rodríguez se está haciendo hueco entre los escritores más interesantes españoles. Ya hace tiempo que lo es. Al menos, desde que sacó Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás, también en Mondadori, en 2004.
El año continuó muy bien con la segunda novela de Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida. Cómo unos años de angustia te acercan a lo más grande de la vida. La relación entre un hombre joven y su padre, enfermo, en los últimos años de su vida. A muchos nos ha tocado ese libro. Nos acompaña. Nos sentimos un poco menos solos.
La sorpresa de estos últimos años es Patricio Pron. Ya lo fue con El comienzo de la primavera, y se reafirma con El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, editados ambos en Mondadori. Me gustan las historias de parejas que luchan por solucionar los problemas que tienen en sus vidas. Pero lo que más me gusta de él es el tono que usa, la manera novedosa de narrar. Algunos hablan del nuevo Bolaño. Yo no encuentro tantas similitudes, pero sí se trata de dos escritores que habiendo leído lo que se escribía en sus países, se abren a Europa. Bolaño especialmente a la cultura francófila; Pron a los grandes del pensamiento alemán. Ya lo he escrito y lo repito: lo que está haciendo Patricio Pron con sus libros, es algo que no había visto antes en castellano.
Ricardo Menéndez Salmón es un autor asturiano que, tras varios libros publicados en su tierra (me interesó mucho Los caballos azules, en Trea), dio el salto a un público más amplio con La ofensa, que publicó Seix Barral. El éxito de lectores y de crítica fue enorme y muy justificado. Los relatos de Gritar (Lengua de Trapo) también me gustaron. Lo que ocurre es que Derrumbe me pareció muy desigual, con momentos francamente torpes, y El corrector no me pareció nada interesante: una serie de tópicos sobre el 11-J, que también fueron aplaudidos aunque no entienda por qué. A finales de este año ha publicado La luz es más antigua que el amor, que me parece el mejor de sus libros que he leído. Se trata de una serie de momentos escogidos de la vida de tres artistas, que revelan con sus obras y sus vidas los momentos que viven. Uno escribe o pinta o vive para tratar de comprenderse a sí mismo y, de alguna manera, nos revela el mundo. Eso es lo que uno desea cuando lee un libro.
José María Conget, nacido en Zaragoza, ciudadano del mundo, también lo hace cuando escribe sus historias. En Pre-textos ha publicado La ciudad desplazada, ocho historias que nos tocan muy de cerca: la memoria y sus traiciones. Pasamos la vida buscando ser felices y, cuando parece que lo somos, lo destruimos todo. ¿Qué nos queda? Recordar. Escribir: esa especie de segunda oportunidad que algunos tienen con más suerte que otros. Pronto hablaré también de Trilogía de Zabala, una reedición de sus tres primeras novelas, prácticamente inencontrables hasta ahora, que ha publicado Prensas Universitarias de Zaragoza, y que son una magnífica oportunidad para conocer lo mejor de su obra.
Andrés Sorel es un autor prolífico pero también poco accesible. El olivo azul ha publicado su nueva novela Las guerras de Artemisa, una historia no oficial de la actuación española en la guerra de Cuba. Y tras leerla, nos queda una sensación agridulce: agria por lo que se hizo y se difundió en España tras la pérdida de la colonia; dulce por la acción de hombres como el coprotagonista Manuel Ciges Aparicio, un autor que hay que conocer. Agria también por el sabor que nos queda de destrucción y maldad; pero dulce porque en esos momentos hay situaciones que nos reconcilian con el mundo. Agria por lo que cuenta; dulce por la prosa que utiliza Sorel en la que es, posiblemente, su mejor novela hasta la fecha.
No sólo hablo de libros poco reconocidos hasta el momento, o que no suelen estar en las listas de los favoritos del año. Dublinesca, de Enrique Vila Matas (Seix Barral) y Blanco nocturno, de Ricardo Piglia (Anagrama) son dos de las novelas más interesantes del año.
Pero dejo el lugar preferente para una novela que es una gozada desde la primera página hasta la última, y de la que no se ha hablado demasiado en otros medios. Locuela, de Carlos Labbé, publicada por Periférica, es una novela redonda de un autor aún semidesconocido en nuestro país. Lo mejor de la metaliteratura, de la novela policíaca, de la novela sentimental. Poco complaciente, pero de una lectura muy placentera. Todo lo que nos interesa y nos hace disfrutar está en este libro, el segundo que edita Labbé en nuestro país, tras la publicación de Navidad y matanza, también en Periférica, y que desde estas páginas recomiendo vivamente para todo aquel que esté interesado en la Literatura. A mí, es la novela que más me ha gustado del año. Sin ninguna duda.
El año continuó muy bien con la segunda novela de Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida. Cómo unos años de angustia te acercan a lo más grande de la vida. La relación entre un hombre joven y su padre, enfermo, en los últimos años de su vida. A muchos nos ha tocado ese libro. Nos acompaña. Nos sentimos un poco menos solos.
La sorpresa de estos últimos años es Patricio Pron. Ya lo fue con El comienzo de la primavera, y se reafirma con El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, editados ambos en Mondadori. Me gustan las historias de parejas que luchan por solucionar los problemas que tienen en sus vidas. Pero lo que más me gusta de él es el tono que usa, la manera novedosa de narrar. Algunos hablan del nuevo Bolaño. Yo no encuentro tantas similitudes, pero sí se trata de dos escritores que habiendo leído lo que se escribía en sus países, se abren a Europa. Bolaño especialmente a la cultura francófila; Pron a los grandes del pensamiento alemán. Ya lo he escrito y lo repito: lo que está haciendo Patricio Pron con sus libros, es algo que no había visto antes en castellano.
Ricardo Menéndez Salmón es un autor asturiano que, tras varios libros publicados en su tierra (me interesó mucho Los caballos azules, en Trea), dio el salto a un público más amplio con La ofensa, que publicó Seix Barral. El éxito de lectores y de crítica fue enorme y muy justificado. Los relatos de Gritar (Lengua de Trapo) también me gustaron. Lo que ocurre es que Derrumbe me pareció muy desigual, con momentos francamente torpes, y El corrector no me pareció nada interesante: una serie de tópicos sobre el 11-J, que también fueron aplaudidos aunque no entienda por qué. A finales de este año ha publicado La luz es más antigua que el amor, que me parece el mejor de sus libros que he leído. Se trata de una serie de momentos escogidos de la vida de tres artistas, que revelan con sus obras y sus vidas los momentos que viven. Uno escribe o pinta o vive para tratar de comprenderse a sí mismo y, de alguna manera, nos revela el mundo. Eso es lo que uno desea cuando lee un libro.
José María Conget, nacido en Zaragoza, ciudadano del mundo, también lo hace cuando escribe sus historias. En Pre-textos ha publicado La ciudad desplazada, ocho historias que nos tocan muy de cerca: la memoria y sus traiciones. Pasamos la vida buscando ser felices y, cuando parece que lo somos, lo destruimos todo. ¿Qué nos queda? Recordar. Escribir: esa especie de segunda oportunidad que algunos tienen con más suerte que otros. Pronto hablaré también de Trilogía de Zabala, una reedición de sus tres primeras novelas, prácticamente inencontrables hasta ahora, que ha publicado Prensas Universitarias de Zaragoza, y que son una magnífica oportunidad para conocer lo mejor de su obra.
Andrés Sorel es un autor prolífico pero también poco accesible. El olivo azul ha publicado su nueva novela Las guerras de Artemisa, una historia no oficial de la actuación española en la guerra de Cuba. Y tras leerla, nos queda una sensación agridulce: agria por lo que se hizo y se difundió en España tras la pérdida de la colonia; dulce por la acción de hombres como el coprotagonista Manuel Ciges Aparicio, un autor que hay que conocer. Agria también por el sabor que nos queda de destrucción y maldad; pero dulce porque en esos momentos hay situaciones que nos reconcilian con el mundo. Agria por lo que cuenta; dulce por la prosa que utiliza Sorel en la que es, posiblemente, su mejor novela hasta la fecha.
No sólo hablo de libros poco reconocidos hasta el momento, o que no suelen estar en las listas de los favoritos del año. Dublinesca, de Enrique Vila Matas (Seix Barral) y Blanco nocturno, de Ricardo Piglia (Anagrama) son dos de las novelas más interesantes del año.
Pero dejo el lugar preferente para una novela que es una gozada desde la primera página hasta la última, y de la que no se ha hablado demasiado en otros medios. Locuela, de Carlos Labbé, publicada por Periférica, es una novela redonda de un autor aún semidesconocido en nuestro país. Lo mejor de la metaliteratura, de la novela policíaca, de la novela sentimental. Poco complaciente, pero de una lectura muy placentera. Todo lo que nos interesa y nos hace disfrutar está en este libro, el segundo que edita Labbé en nuestro país, tras la publicación de Navidad y matanza, también en Periférica, y que desde estas páginas recomiendo vivamente para todo aquel que esté interesado en la Literatura. A mí, es la novela que más me ha gustado del año. Sin ninguna duda.