Los años de peregrinación del chico sin color, de Haruki Murakami
EL COLOR DE LOS PERSONAJES DE MURAKAMI
Los años de peregrinación del chico sin color
Haruki Murakami
Traducción de Gabriel Álvarez Martínez
Tusquets
ISBN: 978-84-8383-744-3
314 págs.
Barcelona, 2013
19,95 euros
Parece que un año más le han aguado la fiesta a Tusquets, que ansiaban celebrar la concesión anunciada del Nobel de Literatura a Haruki Murakami haciéndola coincidir con la edición, supongo que "casualmente" una semana después, de la nueva novela del autor en los países de habla hispana. No entro en el debate estéril, pero habitual hasta aburrir, de si el autor lo merece más o menos o igual que el otro autor a quien se lo hayan concedido. Sólo digo que comparar su posible no concesión con algunos otros casos, siempre se habla de Borges, me parece muy exagerada, y no lo digo tanto por la diferencia cualitativa, que bien podría ser, sino por algo mucho más obvio. Y es que Murakami es aún un autor muy joven. Cualquiera que haya seguido mis reseñas sabe que Haruki Murakami es uno de mis autores actuales favoritos y, desde luego, el autor japonés más interesante y, si eso cuenta también -aunque no sé si en el debe o en el haber- el más popular del momento.
Las dos últimas entregas que nos había hecho Tusquets de sus libros eran dos obras anteriores rescatadas: la novela Baila, baila, baila, que sí me había gustado y mucho hasta el punto de parecerme una de sus mejores novelas, y la colección de relatos Después del terremoto, que me pareció un libro de circunstancias. Más aun: me pareció casi indigno de un escritor como Murakami. Así, el referente anterior había sido 1Q84, que Tusquets publicó en dos volúmenes y que a mí también me había gustado, especialmente el primero de ellos. Por eso, tenía cierta expectación por leer este nuevo libro que venía precedido de un éxito de ventas sin precedentes en su país.
Un joven que apenas conoce a su padre y que vive criado por su madre y sus dos hermanas mayores, conoce a un grupo de amigos en el instituto con el que hace piña de los doce a los veinte años. Son cinco amigos que lo comparten todo y que hacen de la pandilla la razón de su vida: tres chicos y dos chicas que se van haciendo mayores y con el paso a la universidad cambian sus circunstancias, hasta el punto de que, sabiéndolo o sin saberlo demasiado, el resto de sus vidas llevarán consigo el peso de esa historia común. En principio es una historia que nos puede interesar a todos. Estoy cansado de leer que Murakami es el menos japonés de los escritores japoneses. Tras la segunda guerra mundial, Japón mira definitivamente al mundo exterior y consume a manos llenas cultura europea y norteamericana, aunque no deja de apoyarse en su pasado. Algo así le ocurre también a Murakami. Sus personajes no podrían ser de otros países, aunque el Tsukuru de esta novela, no deje de escuchar Los años de peregrinación, de Frank Lizst. ¿Si yo fuera escritor, mis personajes tendrían que escuchar flamenco o a Manuel de Falla, o recitar a Lorca? ¿Hemingway es poco norteamericano porque algunas de sus historias ocurren en Francia o en España? No. Al contrario. Lo que marca al escritor es la mirada de sus personajes y los de Murakami sólo podrían ser japoneses. La mezcla entre realidad y magia, a veces enmarcada en los sueños tan reales como la vida misma, es propia también de la cultura japonesa. El modo en que Tsukuro se conforma cuando sus amigos lo alejan del grupo sin ninguna explicación, y cómo él no la pide ni la busca, sólo podría entenderse en el contexto de la sociedad japonesa. Es lo mismo que ocurrirá años después cuando no sabemos si va a luchar o no por Sara, la única mujer por la que ha sentido algo parecido al amor en sus treinta y ocho años de vida.
En este libro hay mucho del mejor Murakami, pero la historia central no termina de engancharnos, porque nos parece que está todo contado tan a posteriori que es como si alguien nos cuenta no más que su versión personal de un fracaso que ya conocemos. Sólo la relación del protagonista con Haida, el joven estudiante de Filosofía con el que pasa unos meses en su época de estudiante universitario, nos parece algo más inquietante y, por lo tanto, más interesante. He visto que parte de la crítica ha recibido bien el libro. No es mi caso. Pero sí reconozco ese paso del tiempo secundario, que es el sello indeleble del autor. Esas cosas cotidianas que en cualquier otro narrador no son más que circunstancias que uno desea que pasen rápido y que en Murakami, en cambio, son lo mejor de sus libros. Gracias a los libros del autor, conocemos mucho de la vida de algunos jóvenes japoneses, no de la mayoría, que serían esos otros amigos de la pandilla de adolescentes del instituto, pero sí la vida de Tsukuru, de Haida o de Sara. No sé, desde luego, si ese grupo es muy representativo de la sociedad de Japón o de cualquier otro sitio, pero sí sé que, si quiero conocer una historia, es la de personajes así: que escuchen una melodía y, al menos, les suene; que vean un libro y, al menos, sientan curiosidad por conocer de qué trata; que valoren un momento de paz; que soporten el peso del silencio sin demasiado desagrado; que admiren la belleza y, sobre todo, que no miren con desprecio o con altanería casposa a los que no son como ellos. No me importa que sean "chicos sin color", pero sí quiero conocer el resultado de esos "años de peregrinación", aunque con ellos no los comprenda. En eso, en mostrarnos a esos personajes, Haruki Murakami es un maestro y creo que sólo podría serlo plenamente siendo japonés. Definitivamente, de Murakami me gustan hasta los libros menos buenos.