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Lo bello y lo triste, de Yasunari Kawabata

EL VIEJO JAPÓN Y KAWABATA



Lo bello y lo triste, de Yasunari Kawabata

Lo bello y lo triste
Yasunari Kawabata
Traducción de Nélida M. de Machain
Emecé
ISBN: 978-84-95908-06-3
209 páginas
Barcelona, 2008
¿Podrían ustedes escoger de un día para otro el libro que más ha marcado su interés como lector o como crítico, o incluso como autor? Es siempre difícil. Uno es la suma de todo lo que ha leído, incluso de libros que ya ni recuerda o de los que ha perdido completamente la pista. Muchos no son ni siquiera los mejores libros de sus autores. Pienso ahora, por ejemplo, en Historias de cronopios y de famas, de Julio Cortázar, o en Las palmeras salvajes, de William Faulkner. Pienso en Lawrence Durrell y su El cuarteto de Alejandría, como novela iniciática, o en mi alter ego Martín Romaña, de Bryce Echenique. Pienso también en los versos de Antonio Machado que, entonces, hace ya muchos años, aprendíamos de memoria mi hermano y yo. Pienso, en definitiva, en la biblioteca de mi padre: un tesoro a mi alcance que parecía que nunca iba a extinguirse. Allí se forjaron las primeras lecturas de alguien que comprendía que su futuro se iba marcando inexorablemente. Cuando tengo que escoger entre tanto y tan bueno dudo (en realidad la duda siempre me acompaña), y voy dejando que trancurran los años hasta que no hace demasiados conocí un mundo que era nuevo para mí. Si hay una literatura que ahora me interese especialmente es la japonesa y más que mis primeros escarceos con los haikus y con Mishima, prefiero recordar la primera lectura que me marcó de Yasunari Kawabata: Lo bello y lo triste.

Yasunari Kawabata

No debo ser el único que lo entiende así. Mi historia corre paralela a la de occidente y su forma de percibir la cultura japonesa. Una literatura milenaria como la japonesa no recibe su primera consagración con el premio Nobel hasta que en 1968 se lo dan a Yasunari Kawabata. Otros autores importantes bien pudieron conseguirlo por las fechas de publicación de sus obras: Mori, Soseki o Tanizaki. Pero hay que entender que entonces las dificultades de traducción y el contexto social e histórico que rodea los dos primeros tercios del siglo XX japonés no fueron los adecuados. Hay quien piensa que sí pudo recibirlo Yukio Mishima, pero quizá la regla no escrita que impide recibir premios importantes a autores menores de sesenta años hizo que permaneciera relegado y las circunstancias que propiciaron su fallecimiento alejaron definitivamente esta posibilidad.

De Kawabata ya había leído su obra más traducida: La casa de las bellas durmientes. Entonces era una isla en el mercado editorial español, una rareza que fue cautivando a algunas de las mejores mentes de nuestra lengua. Su lectura fue fascinante. No sabía qué pensar de ese librito que contaba los deseos de un hombre anciano que disfrutaba mirando a unas jovencitas mientras dormían, y que propició, bastantes años después, el homenaje de García Márquez en la que es hasta el momento su última novela: Memorias de mis putas tristes. Pero ya digo: era una isla y no era fácil entonces encontrar más libros del autor en castellano. Hoy día es diferente: la editorial Emecé va poniendo a nuestra disposición buenas traducciones de sus libros. El primero al que me acerqué fue Lo bello y lo triste.

Toda la obra de Kawabata es un homenaje a la tradición y la belleza de su país. Así lo refleja en el discurso que leyó en la entrega del Nobel: El viejo Japón y yo, donde repasa algunos de sus textos y autores favoritos y nos va descubriendo de qué forma los evoca en su obra. Lo bello y lo triste comienza con el protagonista, el novelista Oki Toshio, que viaja a Kyoto a escuchar las campanas de año nuevo junto al templo de Chionin. En Japón no hay cuatro estaciones, sino cinco. Para los japoneses el año nuevo es una estación diferente del invierno. Tiene personalidad propia. La cultura occidental también la considera una festividad importante, pero no le da el estatus de estación. Este deseo de Oki Toshio esconde una realidad que es, al menos, tan importante como la anterior: quiere escuchar las campanas de año nuevo junto a una mujer, Otoko Ueno, que fue su amante y a la que hace más de veinte años que no ve. Desde el principio del libro lo bello y lo triste aparecen de la mano, porque esa historia del pasado acabó muy mal, especialmente para ella. Ahora es una pintora reconocida.

Siempre he pensado que lo bello y lo triste son elementos que aparecen unidos. Siempre me atrajo la belleza de la tristeza. Cuando leí ese título comprendí que era fácil que me gustara. El autor, que ya me había conmovido tanto, tendría que ayudar a que así fuera. La novela puede leerse del tirón, pero se disfruta página a página, imagen a imagen. Es la historia del viejo Japón en nuestros días nuevos. Es la historia de un gran amor y de una venganza, una historia que he hecho mía. Uno de mis últimos poemas se titula Escuchando campanas de año nuevo en Kyoto.

Estos días propicios, al fin, a las novedades del lejano país, también nos ayudan a acercarnos a estos clásicos que vivieron una época de grandes cambios y de grandes contradicciones. Lo cierto es que la mayoría de las novedades son parecidas a las occidentales: muy poco interesantes. Pero estos autores ya clásicos, Kawabata entre ellos, también asoman en buenas traducciones a nuestras librerías y eso siempre hay que celebrarlo.

(Este texto se escribió con motivo de la celebración del segundo aniversario del blog de reseñas Estado Crítico)