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Literatura y después (2)



Siempre se está hablando de si este texto, o si esta intervención "”manejando un vocabulario más acorde con el momento que vivimos"” responden al hecho literario o no. Es cierto que el título del seminario, Literatura y después, parece hacer referencia a ese "después" en el que algunos creen que ya nos encontramos. En ese contexto, cuestionarse si algo es literario o no, carece de sentido, ya que si algo sabemos es que no estamos en ningún después, sino en el ahora, en el presente. Pero decía, en su interesantísima conferencia, Josefina Ludmer que ya estábamos en el "después" del libro. En realidad, ella consideraba que después de los años sesenta y primeros setenta todo es el "después" del gran periodo del libro. Aunque, matizó, no es que desaparezcan unas condiciones y que todo cambiara, sino que se superponen formas diferentes, divergentes y, a veces, incluso opuestas. Se refirió a esos años sesenta como a la época de las editoriales nacionales, las grandes editoriales nacionales argentinas, que posteriormente fueron absorbidas por grandes grupos multinacionales que también trabajan con el objeto-libro, aunque sí, es cierto que ya no con la pasión, intuición y, sobre todo, intención que lo hacían antes sus predecesores. En España el panorama editorial es parecido: aquí esas grandes editoriales de los sesenta son absorbidas por otras algo mayores que en las décadas pasadas han pasado a engrosar las filas de algunos conglomerados en los que la sección "Libro" o "Librerías" no es más que una parte y no necesariamente la más poderosa ni la que más cuenta.

No sólo el concepto editorial ha cambiado, aunque en las dos primeras jornadas se ha hablado relativamente poco de ese eslabón que, en mi opinión, no deja de ser fundamental en la cadena. La profesora Ludmer considera que esos años sesenta son también la época de los grandes autores. Ahí están: García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes, Carpentier, Cortázar, Lezama Lima, Rulfo, Onetti, Arreola, Bryce-Echenique, Monterroso, Paz, Asturias (mezclo generaciones, lo sé) y, por encima de todos, simbolizando en vida y obra la época del Libro, Borges. Algo parecido podríamos decir de España y de los nombres que reimpulsaron la Literatura de postguerra: Cela, los Goytisolo, Benet, Sánchez Ferlosio, Martín Santos, Torrente Ballester. Quiten y pongan los nombres que deseen, no se trata de eso ahora.

¿Y el concepto "lector", ha cambiado? También. En los sesenta estaba el lector con papel y lápiz, que tomaba notas, subrayaba los textos y elaboraba cuadros sinópticos para comprender lo que leía y ayudar a otros a hacerlo. La elaboración complicada no era un obstáculo para que La ciudad y los perros, o Cien años de soledad o El astillero o Paradiso o Pedro Páramo, tuvieran cientos de miles de lectores. Hoy día eso ya no existe. La narrativa comercial supone una simplificación expositiva y argumental de la historia, pero especialmente de los recursos estilísticos, que hace que, por ejemplo, personas que leen habitualmente manifiesten que Rayuela es una novela difícil de leer. En todo caso a veces es necesaria una guía o un aparato crítico, no para entender un texto, sino para reconocer personajes o autores que antes todo el mundo conocía.

La sensación que transmite esta conferencia es casi apocalíptica. Parece como si todo fuera incuestionablemente a peor.