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La segunda noche



La primera noche la pasé en mi piso. La segunda, no. Hace ya un año. Fue una noche extraña. La primera cama con las luces encendidas y casi tapadas por los mosquitos: una nube de mosquitos. Cada vez eran más. Los mosquitos sabían que me estaban metiendo sangre, vida. Debía ser como quien entra en la cocina de un restaurante y está viendo cómo le preparan la cena. Se habían empeñado en que tenía que vivir. Los calmantes hacían su efecto y me iba quedando dormido, pero no podía porque de vez en cuando se me acercaba un mosquito. Tenía que estar alerta. Era como el que cazaba moscas. Nunca atrapaba al mosquito, pero al menos lo echaba de ahí. El tiempo en los hospitales pasa muy lentamente. Al final alguien decidió que tenía que cambiar de sala. Bendita sea, al menos no tuve que preocuparme más por los mosquitos. Ni por el supervisor de enfermeros que estaba liándola, pasando de todo, gritando porque le faltaba una botella de oxígeno o algo así. Ya apenas lo recuerdo. Lo siguiente que recuerdo es una voz suave y melosa que me preguntaba cómo estaba. Yo le respondí que debía estar en el cielo. Creo que ella sonreía. Yo le preguntaba: "¿Eres de La Palma?" "No, soy venezolana, pero siempre me dicen que parezco canaria." No lo puedo creer. A punto de morirme y pensando en ella. "Me han dicho que te cuide especialmente. Me lo ha encargado tu amigo Carlitos."