José Watanabe
Mi ojo tiene sus razones
Creo que mi ojo tiene un arbitrario criterio de selección.
Obviamente hubo más paisaje alrededor,
imposible que sólo fuéramos ella y yo en el rompeolas.
Soy de repeticiones, como todos. Entonces puedo suponer que
si hubo niebla
le dije: botes en la bruma pueden ser sólo reflejos, espejismos,
y le mencioné el antiguo haiku de Harumi:
"Entre la niebla
toco el esfumado bote.
Luego me embarco."
Si hubo sol
le tomé fotografías con el hueco de la mano y acaso la azoré
diciéndole: posa con los senos hacia el viento.
Si pasaron gaviotas y ella las admiró, le recordé
que eran aves carniceras y que únicamente su feo canto es honesto.
Mi ojo todo lo veía, no descartaba nada.
Entramos en el mar por el rompeolas de rocas cortadas.
Sobre una roca saliente ella recogió su falda
y deslizó sus pies hacia el agua.
Sus muslos desnudos hallaron comodidad en la piedra.
Era particularmente raro
el contraste de su muslo blanco contra la roca gris:
su muslo era viviente como un animal dormido en el invierno,
la roca era demasiado corpórea y definitiva.
Hubiera querido inscribir mi poema en todo el paisaje,
pero mi ojo, arbitrariamente, lo ha excluido
y sólo vuelve con obsesiva precisión
a aquel bello y extremo problema de texturas:
el muslo
contra la roca.
La vida de José Watanabe fue una vida cargada de muertes prematuras que formaron un poso que, en lugar de agriar su carácter, le hizo adicto a la belleza. La sevillana editorial Renacimiento publicó en 2003 la antología Elogio del Refrenamiento, a la que pertenece este poema, que es un buen ejemplo de esta adicción que compartimos. Para mí también son importantes las texturas. Yo tenía una amiga que me decía exactamente eso: que la belleza es un problema de texturas. He soñado mil veces con los últimos versos, con la última estrofa. Y todavía las raras veces en que soy feliz lo soy porque imagino "su muslo/ contra la roca". La sensualidad de estos versos me trae a la memoria la poesía de algunos poetas "y poetisas" de Japón, del mismo modo que me evoca imágenes del gran Odisseas Elitys.
En sus últimos años se publicaron en España (editorial Pretextos) sus dos últimos poemarios con relativo éxito. Relativo especialmente para él, que ya sabía de la proximidad de su muerte mientras escribía el último de ellos, Banderas detrás de la niebla, y quizás eso le movió a fundir lo mejor de la vida con la muerte cercana en este breve poema:
Orgasmo
¿Me dejará la muerte
gritar
como ahora?
Magnífico y también desconocido Watanabe.