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José Saramago

Siempre tenía una opinión que dar. No sé si eso es bueno. No suele gustarme la gente que opina de casi todo y que no parece dudar casi nunca de las cosas. De todas formas sus opiniones eran muy parecidas a las mías. Para muchos representaba la conciencia crítica de la izquierda. Veo que en la mayoría de los medios hacen hincapié en su amistad con Fidel Castro, con textos o con fotos. Juan Marsé nos muestra, una vez más, que en los últimos años cada vez que leemos algo suyo es para echar sapos y culebras. Sólo el diario El Público señala que desde 2003 ya no era afín al régimen cubano. "Hasta aquí he llegado." Igual que ocurrió con otros muchos, igual que con Eduardo Galeano. Me gustaba especialmente cuando contaba que hasta los sesenta años no tuvo claro que podía vivir de su literatura. Antes había pasado por mil ocupaciones. Provenía de una familia muy humilde y esa humildad se le notaba casi siempre. Me gustó mucho El año de la muerte de Ricardo Reis, que hoy me sigue pareciendo su mejor novela. Los grandes premios siempre suponen el inicio de una etapa diferente, casi siempre peor. Antes eres un autor, un artista, un escritor y a partir del premio pasas a ser una marca, un señuelo, una imagen que unos y otros utilizan. Lo cierto es que sus últimas novelas, a partir del Ensayo sobre la ceguera no me interesaron demasiado. Él se sentía comunista sin complejos. Eso sí que me interesaba. Sabía que ser comunista no significaba aliarse con los sistemas fallidos de la Europa del este. Para la derecha era un personaje incómodo, no hay más que ver la prensa de hoy; para el PSOE también lo era, aunque a veces sus fines pudieran coincidir. Desde hace algunos años residía en Tías, en la isla de Lanzarote, la isla manriqueña (de César) que a partir de hoy será también la isla de Saramago. En Lanzarote estuvo exiliado Unamuno. La presencia de Saramago allí tuvo también algo de exilio, aunque voluntario, por la mala acogida que tuvo en su país El evangelio según Jesucristo. Unamuno volvió a Salamanca. Saramago fue ciudadano del mundo desde el municipio de Tías. La literatura portuguesa merecía uno y varios premios Nobel desde hace ya tiempo. Las especiales peculiaridades biográficas de Pessoa hicieron imposible obtenerlo. Quizá Torga... Ahora pienso en Lobo Antunes. No sé qué pensará de esto mi admirado Joaquim Manoel Magalhaes. Supongo que los avatares de los premios no le interesarán. Lo cierto es que a mí tampoco. Sí me agrada saber que estos últimos años ha sido todo lo feliz que puede serlo alguien inteligente en este mundo tan miserable.

Uno de estos días volveré a leer El año de la muerte de Ricardo Reis y me sentiré algo mejor.

saramago
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Matias Gonzalez
Matias Gonzalez dice:
20/06/2010 13:40

Rafael, esperaba un comentario tuyo sobre Saramago como antes he estado siempre atento a los que él hacía sobre la situación actual,( los artículos bífidos de la prensa vaticana y la ultraderecha indican hasta que punto metía José el dedo en la llaga). En una de sus últimas entrevistas, este hombre que nunca deseó ser importante, pedía como únicos deseos: vida y tiempo. No ha podido ser y, con él, hemos perdido nuestra voz y nuestros ojos: la voz angustiada, enamorada, del fado y los ojos tristes del optimista que creía ciegamente en el hombre.
Lo cierto es que desde hoy caminamos un poco más solos. Un abrazo.

PACO HUELVA CALA
PACO HUELVA CALA dice:
21/06/2010 19:45

Magnifico artículo, Rafa. Estoy contigo que su mejor libro fue "El año de la muerte de Ricardo Reis". Cuando acabe la lectura de "Libro de desasosiego" en la traducción que ha realizado Manolo Moya, lo volveré a releer.
Recibe un abrazo y a ver si por algún extraño azar nos podemos ver un rato.

Rafael Suarez Placido
Rafael Suarez Placido dice:
22/06/2010 01:14

Gracias, Paco, por tus palabras siempre tan amables. A ver si hay esa oportunidad de vernos. Me gustaría.

Tenías razón, Matías. No había leído el artículo que apareció en L'osservatore romano sobre la figura de Saramago. Eso no sólo enaltece la figura del escritor, sino que nos ofrece, una vez más, la cara más siniestra de la institución católica. Era de esperar, desde que Ratzinger, para pasmo de propios y extraños, fue nombrado sucesor del trono de Pedro, este giro lamentable en esta secta (numerosa, pero secta) que nunca se había caracterizado por la mente abierta de sus miembros.