Jorge Drexler: un año de Amar la trama (en Alcalá de Guadaira)
No estaba bien anunciado, quizá por eso no se llenó el teatro. Un teatro espectacular, precioso y con una acústica impresionante, como pocas veces he vivido. El teatro Riberas del Guadaíra, de Alcalá de Guadaíra, es muy reciente. Yo no lo conocía y ha sido un buen momento para hacerlo. Hace un año comenzó esta gira en otro de mis teatros favoritos: el Auditorio Alfredo Kraus, en Las Palmas de Gran Canaria, a los pies de la playa de Las Canteras.
Y como no podía ser de otra manera fue un concierto muy especial. La primera parte del concierto coincidió con el apagón eléctrico de una hora, algo más que un gesto simbólico para seguir luchando por un mundo mejor. Drexler con toda su banda empezó en acústico, con las mínimas luces y sin cables conectados. Un bajo, tres percusiones, el trío de metales, su guitarra y su voz. Para quien escuche sus discos cada concierto es diferente. Las versiones, los arreglos, nunca son los mismos. Ni siquiera lo son en la misma gira. La mente del músico está en continuo movimiento. El público, eso sí, entregado de antemano, lo agradece.
Cualquier otro músico hubiera aplazado o suspendido el concierto, porque arrastraba un catarro descomunal. Lo dijo. Se disculpó por ello. Pero Drexler buscó soluciones: estaba decidido de antemano que esta noche fuera especial. Su juego con el micrófono, acercándose y alejándose de él, fue una de las claves. Recitar algunas letras que habitualmente canta o bajar tonos a los que suele llegar sobrado, también. Pero la clave fue acercar al público y hacerlo cómplice del momento. No me gusta demasiado cuando se invita al público a cantar. Voy a escuchar al músico, no al coro improvisado de fans entusiasmados. Y ese recurso que Drexler suele usar en sus conciertos puntualmente, aquí fue algo más frecuente de lo habitual. Pero todo contribuyó a la fiesta. Un año de gira: más de setenta conciertos en veinte países. Había mucho que celebrar.
Conocía a Jorge Drexler de discos anteriores, y algunas de sus canciones oficiaban de himnos, para este músico de un pequeño gran país y de una enormísima ciudad. Uruguay y Montevideo están presentes en sus textos y en sus músicas. Siempre. Pero ayer más que nunca. "Se va, se va, se fue" sonó más a milonga porteña que nunca. Las percusiones van ganando espacio en sus interpretaciones. Porque Drexler interpreta sus canciones y ahí sí pone todo su empeño. Decía antes que lo conocía de discos anteriores, pero el momento clave en la carrera de este músico fue el disco Eco, una indagación profunda en los misterios de la ciencia que se esconden detrás de nuestros actos más cotidianos. Tocó varios temas de este disco, no "Eco", ni la "Milonga del moro judío", ni "Don de fluir", fantásticos, pero sí "Todo se transforma", que es su canción que más me gusta, aunque hay que decir que esta canción fue de las que peor sonó. No importaba: la fiesta ya estaba en marcha.
httpv://www.youtube.com/watch?v=QfhEKpFiepM
Uno de los temas que más me gustaron fue "Las transeúntes", otro canto a su ciudad natal. Curiosamente, feliz e impagable coincidencia, la noche anterior emitieron en La 2 de Televisión Española, un programa de esa serie que ya se está haciendo imprescindible, Imprescindibles, dedicado a uno de los grandes escritores del siglo XX: Juan Carlos Onetti. En ese documental tan hermoso aparecía el propio Drexler hablando de su ciudad, en el apartamento en el que vivió. En un momento dado salió al balcón que daba a una céntrica calle peatonal de Montevideo y dijo que allí había compuesto varias de sus canciones, entre ellas "Las transeúntes". En ese momento ni siquiera sabía que en menos de veinticuatro horas iba a estar a menos de cinco metros de Drexler, escuchándole esa canción, y disfrutándola como nunca antes lo había hecho.
httpv://www.youtube.com/watch?v=aU9gzRy2dQc
Hubo momentos muy divertidos. Algunos entraban en el guión siempre con guiños improvisados y otros no. La interpretación con voz y marimba a seis manos, los Marimboys, de "Aquellos tiempos", bien podría haber formado parte del mejor repertorio de Les Luthiers. Una chica de una de las primeras filas le pidió al final del concierto: "La moneda. Canta la canción de la moneda, por favor." Y Drexler respondió: "¿Cuál es la canción de la moneda?" Cantó "Soledad", otra de sus más bellas canciones, y finalizó el concierto con "Sea", uno de esos himnos de los que ya hablé. El tema decía: "... Ya está en el aire girando mi moneda..." Y cuando fue a decir esa palabra, sonrió y señaló a la chica... Esa era la canción de la moneda. Aquello no fue sólo un concierto, fue una fiesta. Y en toda fiesta hay invitados. Además de todos los que ocupábamos las butacas y de una banda fenomenal que arropó en todo momento con cariño al cantante hubo un invitado muy especial: Raúl Rodríguez. El líder de Son de la Frontera, guitarrista acompañante de Martirio y Javier Ruibal, y sin duda, hoy día, el mejor guitarrista de banda flamenca y cubana que tenemos en España, dio aún más luz al concierto. Sus acompañamientos dejaron de serlo y se convirtieron en protagonistas en los tres temas que compartió en el escenario, entre ellos "Toíto Cai", de Ruibal, otro de los grandes. Ya digo, ayer los afortunados que nos enteramos no asistimos a un concierto: ayer fuimos parte de una fiesta.
Y como no podía ser de otra manera fue un concierto muy especial. La primera parte del concierto coincidió con el apagón eléctrico de una hora, algo más que un gesto simbólico para seguir luchando por un mundo mejor. Drexler con toda su banda empezó en acústico, con las mínimas luces y sin cables conectados. Un bajo, tres percusiones, el trío de metales, su guitarra y su voz. Para quien escuche sus discos cada concierto es diferente. Las versiones, los arreglos, nunca son los mismos. Ni siquiera lo son en la misma gira. La mente del músico está en continuo movimiento. El público, eso sí, entregado de antemano, lo agradece.
Cualquier otro músico hubiera aplazado o suspendido el concierto, porque arrastraba un catarro descomunal. Lo dijo. Se disculpó por ello. Pero Drexler buscó soluciones: estaba decidido de antemano que esta noche fuera especial. Su juego con el micrófono, acercándose y alejándose de él, fue una de las claves. Recitar algunas letras que habitualmente canta o bajar tonos a los que suele llegar sobrado, también. Pero la clave fue acercar al público y hacerlo cómplice del momento. No me gusta demasiado cuando se invita al público a cantar. Voy a escuchar al músico, no al coro improvisado de fans entusiasmados. Y ese recurso que Drexler suele usar en sus conciertos puntualmente, aquí fue algo más frecuente de lo habitual. Pero todo contribuyó a la fiesta. Un año de gira: más de setenta conciertos en veinte países. Había mucho que celebrar.
Conocía a Jorge Drexler de discos anteriores, y algunas de sus canciones oficiaban de himnos, para este músico de un pequeño gran país y de una enormísima ciudad. Uruguay y Montevideo están presentes en sus textos y en sus músicas. Siempre. Pero ayer más que nunca. "Se va, se va, se fue" sonó más a milonga porteña que nunca. Las percusiones van ganando espacio en sus interpretaciones. Porque Drexler interpreta sus canciones y ahí sí pone todo su empeño. Decía antes que lo conocía de discos anteriores, pero el momento clave en la carrera de este músico fue el disco Eco, una indagación profunda en los misterios de la ciencia que se esconden detrás de nuestros actos más cotidianos. Tocó varios temas de este disco, no "Eco", ni la "Milonga del moro judío", ni "Don de fluir", fantásticos, pero sí "Todo se transforma", que es su canción que más me gusta, aunque hay que decir que esta canción fue de las que peor sonó. No importaba: la fiesta ya estaba en marcha.
httpv://www.youtube.com/watch?v=QfhEKpFiepM
Uno de los temas que más me gustaron fue "Las transeúntes", otro canto a su ciudad natal. Curiosamente, feliz e impagable coincidencia, la noche anterior emitieron en La 2 de Televisión Española, un programa de esa serie que ya se está haciendo imprescindible, Imprescindibles, dedicado a uno de los grandes escritores del siglo XX: Juan Carlos Onetti. En ese documental tan hermoso aparecía el propio Drexler hablando de su ciudad, en el apartamento en el que vivió. En un momento dado salió al balcón que daba a una céntrica calle peatonal de Montevideo y dijo que allí había compuesto varias de sus canciones, entre ellas "Las transeúntes". En ese momento ni siquiera sabía que en menos de veinticuatro horas iba a estar a menos de cinco metros de Drexler, escuchándole esa canción, y disfrutándola como nunca antes lo había hecho.
httpv://www.youtube.com/watch?v=aU9gzRy2dQc
Hubo momentos muy divertidos. Algunos entraban en el guión siempre con guiños improvisados y otros no. La interpretación con voz y marimba a seis manos, los Marimboys, de "Aquellos tiempos", bien podría haber formado parte del mejor repertorio de Les Luthiers. Una chica de una de las primeras filas le pidió al final del concierto: "La moneda. Canta la canción de la moneda, por favor." Y Drexler respondió: "¿Cuál es la canción de la moneda?" Cantó "Soledad", otra de sus más bellas canciones, y finalizó el concierto con "Sea", uno de esos himnos de los que ya hablé. El tema decía: "... Ya está en el aire girando mi moneda..." Y cuando fue a decir esa palabra, sonrió y señaló a la chica... Esa era la canción de la moneda. Aquello no fue sólo un concierto, fue una fiesta. Y en toda fiesta hay invitados. Además de todos los que ocupábamos las butacas y de una banda fenomenal que arropó en todo momento con cariño al cantante hubo un invitado muy especial: Raúl Rodríguez. El líder de Son de la Frontera, guitarrista acompañante de Martirio y Javier Ruibal, y sin duda, hoy día, el mejor guitarrista de banda flamenca y cubana que tenemos en España, dio aún más luz al concierto. Sus acompañamientos dejaron de serlo y se convirtieron en protagonistas en los tres temas que compartió en el escenario, entre ellos "Toíto Cai", de Ruibal, otro de los grandes. Ya digo, ayer los afortunados que nos enteramos no asistimos a un concierto: ayer fuimos parte de una fiesta.
absolutamente cierto, fuimos a una fiesta y salimos de ella con la sensación de llevarnos el mejor regalo.