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Howl, de Rob Epstein



A veces, tengo el control cuando escribo, cuando siento unas lágrimas sinceras, y otras veces, la mayoría de las veces, no. Más bien pierdo el tiempo entallando una bonita forma, que es lo más habitual en mi poesía. En muy pocas ocasiones he encontrado un estado de control: en fragmentos de Aullido y en un par de momentos de otros poemas.

El primer miedo que tenía era cuál sería la opinión de mi padre acerca de lo que yo podía escribir. Cuando escribí Aullido no pensaba que fuera algo que llegara a publicarse, porque no quería que mi padre viera lo que había ahí dentro. Y como creía que no se publicaría, podía escribir lo que quisiera.



Con estas frases tan lúcidas de Allen Ginsberg, que deberían tener presentes cualquier poeta, esté empezando o no a escribir, comienza la película Howl, de Rob Epstein, una de las sorpresas que ha dejado el cine este año en nuestras pantallas.

Digo que cualquier poeta debería tener esas frases en cuenta, pero lo que realmente digo es que yo estoy obsesionado con ese tema. No utilizaría la expresión "tengo el control cuando escribo" y la cambiaría por "escribir poesía", pero sí me vale la otra alternativa: "entallar una bonita forma".

También está la necesidad de escribir para uno mismo, pensando que nadie más va a leerlo. El padre de Ginsberg era un poeta mucho más tradicional que él, pero es que él también estaba dentro de una tradición que arrancaría mucho más atrás, pero que podemos considerar, por poner nombres, que enlazaría con Poe, a través de Baudelaire, Verlaine, Rimbaud y, en su propia lengua, con Eliot y Ezra Pound. Claro, sin olvidar a Whitman. Pero lo que quiero decir con esto es que la tradición de ruptura que encarna Ginsberg y su poema Aullido existía y es una tradición que discurre subterránea, paralela a los poetas más tradicionales y que es, a su vez, con el tiempo, fagocitada por la tradición más clásica hasta que el punto de que, hoy día, cualquiera de estos nombres es considerado un clásico.

No sé a qué viene todo esto, cuando lo que quería decir era que yo también me siento intimidado cuando escribo lo que hoy estoy escribiendo, ante la posibilidad de que vaya a ser publicado y leído. Incluso voy más allá: me intimida sólo el hecho de ver los versos escritos en la pantalla del ordenador. Sólo el hecho de pensarlos me da miedo.

¿Es posible escribir lo que uno quiere?