Hojas secas mojadas, de Isabel Bono
INAUGURAR EL MUNDO CADA MAÑANA
Hojas secas mojadas
Isabel Bono
La Isla de Siltolá
Colección Terra
ISBN: 978-84-15593-65-2
67 páginas
Sevilla, 2013
9 euros
Todo en este libro es poesía. Desde el título: esas hojas secas y mojadas, o secas pero mojadas. Las hojas secas que se van cayendo y las hojas mojadas que reaparecen con cada amanecer. Son las mismas que después se van a secar, o antes -todo es posible en los poemas de Isabel Bono- se han secado y dejan su sitio a una nueva hoja que surge sin apenas hacer ruido cada mañana. Desde el título, decía, hasta ese tamaño pequeño y esa portada de colores, que parece que estaba predestinada a enmarcar un libro como este. Desde el título y el formato del libro, hasta el breve apunte biográfico que aquí es ya casi el primer poema, que podría llamarse "isabel bono", u "hojas secas mojadas": "Cuanto más tiempo pasa más simple y corta se vuelve mi biografía: Me levanto cada mañana, escribo lo que he soñado, me ocupo de la casa, escribo mails, barro la terraza, escribo poemas, leo, escribo." Una vida hecha poesía y ocupada plenamente con la poesía, la de esta poeta malagueña versátil, que va haciéndose con un público fiel libro a libro, poema a poema. Escribe mails y escribe entradas de sus varios blogs. De uno de ellos, del que se llama igual que este libro, ha escogido estos ciento veinte poemas breves, algunos que rozan el aforismo, otros que abiertamente lo son, pero sin renunciar nunca al lirismo del poema, ni a la urgencia cotidiana del diario sin fechas. Todo es poesía, desde esa urgencia del diario hasta la imagen, la fotografía de la escritora que es no solo un poema visual, sino toda una suerte de poética personal. El rostro enmarcado por la lente que lo aumenta y lo deforma, que recuerda vagamente a ese autorretrato en espejo convexo, de Parmigianino, que tanto sedujo a John Ashbery y le dio pie a escribir uno de los poemas más reconocidos del pasado siglo. Todo está medido con la naturalidad de las cosas que parecen realizadas al azar, pero que los que ya leemos a Isabel Bono hace algún tiempo, sabemos que responden a ese "escribo poemas, leo, escribo", que culmina su biografía.
Nada es simple, aunque a simple vista así lo parece. Ese estilo aparentemente naif o minimalista que tiene su propia música de fondo. Pongamos que el segundo poema, "naviamente", sea una suerte de réplica o mención explícita a Wim Mertens que también parece que se repite: "Ha pasado tanto tiempo, que ya no sé si alguna vez quisimos un barco o siempre nos conformamos con mirar el mar." Todo el libro se mueve entre esas dos alternativas. Ser parte del poema o contemplarlo. Ser parte de ese mundo o poder asistir al milagro de cada nuevo día sentados en la d de la vida, sin más. El tiempo va pasando y es parte del libro. No es ajeno, al contrario. Uno de los poemas que más me gusta es "deseos para el otoño", que es el tiempo en el que caen las hojas secas de esos árboles. "Deseo un huerto con cebollas y rosas. Deseo poder beber café por las noches y vivir sin dar explicaciones. Deseo que solo se oigan pájaros. Deseo tener un gato que solo pasease por casa cuando tenga hambre. Deseo que mi madre no se muera nunca y que a ti nunca te pase nada. Y ya no tengo más deseos." La poeta expresa lo que desea en un recuento que, parece, va a asegurarle que se le cumplan. La escritura asegura el cumplimiento de lo fijado, desde lo más pequeño y cotidiano hasta lo que parece inverosímil. A veces, ese lirismo acoge las maneras del aforismo, como en "saber ganar": "Porque perder ya sabemos desde siempre" Y lo cierto es que el título de los poemas es mucho más que una mera enunciación del tema o que una pista informativa, es el primer verso del poema (siempre en prosa), es la clave. El poema, en muchas ocasiones, no tendría sentido o no tendría el mismo sentido sin el título que lo apoya, lo introduce y lo resuelve. Cada página tiene dos poemas, con su correspondiente título en negrita, y compone así una página rotunda y redonda.
Los poemas tienen su momento. Se diría que es cada mañana. Un tema recurrente en los poemas de Isabel Bono es el sueño. Recuerdo La espuma de las noches (Diputación de Málaga, 2006), o ese "escribo lo que he soñado", ya citado, en este libro, pero son pocos los poemas que den esa impresión de haber sido soñados durante la noche. Me quedaría más con la idea de que han ido surgiendo "Cuando parece que la luz comienza de cero cada mañana. Y nosotros con ella." En estos poemas, la poeta nos transmite esa sensación que a veces nos permitimos con los primeros rayos de sol, cada mañana, de que nos disponemos a inaugurar el mundo. Es la luz del sol, o la luz de la página en blanco que oscurecemos solo lo imprescindible y, a veces, no es más que un juego, como en "el juego del ahorcado": "Encontrar la palabra que me nombra y que su significado no me duela."
Si ya seguíamos con interés los libros que iba publicando Isabel Bono, es el momento de decir que con este libro Hojas secas mojadas, que ha publicado, en su colección Terra, La Isla de Silolá, se ha ganado nuestra fidelidad para lo que pueda depararnos en el futuro.
Oh, qué bien me sabe el café este domingo, leyendo cosas bonitas sobre mis poemas. Definitivamente, caballero, me ha sabido leer. Qué atino en todo lo que dice. Efectivamente no son frutos del sueño, sino de la construcción de cada día. Incluso ha reconocido a Mertens entre tanta hojarasca. El mérito de este libro es de mi amigo el poeta Antonio Muñoz Quintana, que vio poemas antes que yo y me empujó siempre a publicarlo. Y de Javier Sánchez Menéndez, que desde su Isla de Siltolá, parece que los viera con un catalejo. Yo sólo hice mirar a mi alrededor y contar lo que veía. Y ahora, gracias a usted, caballero. Gracias a los tres.