Están matando a todos los jóvenes
Cada vez que veo a un policía, un empleado público, pegándole con saña a un ciudadano que sólo desea ejercer su derecho a protestar ante la injusticia evidente, algo se me revuelve muy adentro. Quizás sea que Rubalcaba sabe que de aquí al 20 de noviembre todavía queda mucho y toda esta represión se va a olvidar. Quizá sea eso. Hablo con amigos interesados en votar y me dicen que no saben a quién hacerlo. Es normal. Son votantes naturales de izquierdas y Cayo Lara no les gusta. Es normal: a mí tampoco me gusta. Además, en Sevilla, hemos vivido una situación lamentable. Resulta que el candidato a la alcaldía de IU, Gustavo Torrijos, días después de firmar un comunicado de su coalición en el que pedían que cualquier candidato imputado por delitos de corrupción fuera retirado de las listas, fue imputado también y no se retiró. Ni siquiera fue invitado a hacerlo por su partido. Sabemos, creemos firmemente, que es inocente, pero hay que ser más consecuente con lo que se dice. Precisamente la fuerza de IU reside en esa carta blanca que tiene quien aún no ha gobernado en solitario. Los demás candidatos imputados también alegan su inocencia. ¿Es justo que una imputación por parte de la justicia española te impida permanecer en las listas? Evidentemente no lo es. ¿Pero entonces, por qué se firman esos manifiestos? ¿Sólo como argucia electoral? Eso parece. Ese no es el camino.
Parece que Rubalcaba ha cambiado sus planteamientos. Ya me extrañaban esas primeras declaraciones como candidato firme del partido en las que hacía guiños a la izquierda real. Otra vez estamos con los bandazos que caracterizaron el gobierno de Zapatero, bandazos motivados por las críticas del PP y la arrolladora dictadura de los mercados. Bandazos que motivaron la salida de Fernández de la Vega que, al parecer, estaba en contra del proceso de privatización de las Cajas. Fue el momento decisivo. Había que aprovecharlo. O se privatizaban las Cajas inyectando fortísimas sumas de dinero de los contribuyentes, o se trataba de intervenir iniciando el tan añorado proceso de nacionalización del sistema financiero. Nadie dijo que fuera fácil. Ellos sabrían cómo hacerlo y dónde tenían que apoyarse. Un país con casi cinco millones de parados necesitaba reformas. La dirección de estas era la cuestión. Zapatero contó, en su momento, con el mayor apoyo que nunca había tenido un gobierno democrático desde la muerte de Franco. No lo aprovechó.
Ahora se disparan de nuevo las alarmas. Continúa el proceso de recortes inhumanos que se está llevando a cabo en Cataluña. La derecha europea llamaban a CiU. Es posible. Los recortes en Sanidad llevan un camino que no conocíamos en España desde hace décadas. Y no se engañen: no se trata de algo transitorio, es toda una declaración de intenciones. Y lo viviremos en todos los ámbitos de los servicios del estado. La Educación va por el mismo camino. Todos menos la Policía. Es conveniente tener bien contentos a los que tienen que ocuparse de la represión de la ciudadanía. Ya sabemos que el estado es el único que puede ejercer la violencia. Ya nos lo han enseñado. Pero también sabemos que la soberanía reside en el pueblo. No, no se rían, no es una broma. Es el momento de no ceder ante la represión. Ya lo dijo Kenneth Rexroth en los versos que dedica a Dylan Thomas:
Están matando a todos los jóvenes.
Desde hace medio siglo, cada día,
Los han cazado y matado.
Los están matando ahora. En este mismo instante, en todo el mundo,
Están matando a los jóvenes.
Conocen diez mil maneras de matarlos.
Todos los años inventan nuevas formas.