El hacedor, Fernández Mallo y Juan Bonilla
El tiempo se ha vuelto loco estos días pasados sin luna y yo me he quedado en casa leyendo y releyendo. Releyendo lo de siempre, Borges:
Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
hay alguno que ya nunca abriré.
La auténtica lectura es la relectura. Cada uno es los libros que ha releído. Hay quien incluso se niega a seguir adentrándose en la lectura de novedades. Yo todavía recibo muchas sorpresas con libros nuevos. Me pregunto: ¿hasta cuándo seguirá Fernández Mallo engañando a los lectores? ¿Realmente tiene lectores o es todo una gigantesca operación de marketing? Tengo mi particular visión de las causas del asunto. Y responsabilizo de todo a uno de mis escritores favoritos: Juan Bonilla, que en su momento le dedicó un prólogo no sé por qué motivos, pero intuyo que algo tuvo que ver su amistad con los editores de Candayá. Si todo se hubiera quedado en ese prólogo, no habría pasado más nada. Lo que ocurre es que inmediatamente, meses antes de poder encontrar el libro en las librerías, los críticos del suplemento de El Mundo, El Cultural, lo sitúan como uno de los diez grandes libros del año. Los demás eran todos previsibles, pero a qué viene ese espaldarazo al primer Nocilla Dream. No podría entenderlo, si no fuera porque sé que entonces Juan Bonilla era uno de los críticos y columnistas estrella de El Mundo.
A partir de ahí todo es mentira y conjunción de intereses. No me creo que a los nocilleros de entonces, ni a los que persisten en ese juego siquiera, les gusten estos libros. Verán: yo todavía hablo de libros. Si está bien o no un blog es una cosa y que escriban buenos libros es otra. La literatura conceptual si no tiene una buena base textual de referencia no es literatura. Intercalar textos o imágenes de contenido científico es ya muy antiguo y tampoco asegura valor literario a nada. Las editoriales se suman a un fenómeno que les asegura espacio en los medios: eso tampoco es nuevo. Pero tengo curiosidad: ¿hasta cuándo?, ¿hasta dónde?
Totalmente de acuerdo contigo, un bluff como la copa de un pino (pero de los altos)