El fin de semana perdido, de José Luis Piquero
Escribo tres poemas al año. Para escribir esos tres poemas, o dos, o cinco, tengo que vivir en poeta 365 días al año. Estas palabras del poeta José Luis Piquero (Mieres, 1967) me llevan a pensar en qué es vivir en poeta. Han pasado doce años desde su libro anterior, Monstruos perfectos (Renacimiento, 1997), y el resultado son estos treinta y siete poemas que integran El fin de semana perdido (DVD, 2009). Las matemáticas son casi exactas: tres poemas por doce años: treinta y seis. Pero esta historia comenzó antes.
La prehistoria de su poesía es Las ruinas (Mieres, 1989). Allí están ya las principales referencias: Eliot, Cernuda, Cavafis, Gil de Biedma y, por encima de todos, García Martín. A él le dedica el segundo libro, El buen discípulo (1992), donde vemos ya el tema que va a presidir el resto de su obra: su autobiografía. Una vida dedicada a la literatura. Su grupo de amigos es un círculo concreto de poetas. Su "padre", su amigo, su maestro, va a ser el autor asturiano ya citado. Y la necesidad que todos tenemos de revelarnos ante el padre (que nos sienta, que nos valore), para posteriormente rebelarnos frente a él, va a ser toda con el propio García Martín. En el soneto que inicia el libro leemos: En mi caso/ del sujeto civil al personaje/ que asoma la nariz en mis poemas/ hay poca diferencia. No sólo él; también sus amigos son de verdad. Y esto se hace mucho más evidente en la segunda parte del libro: BIOGRAFíA. Así podría haberse llamado cualquiera de sus poemarios. El tercero lo tituló Monstruos perfectos, y le supuso aun mayor reconocimiento, fue finalista del Premio de la Crítica. Los temas son los mismos. Podría incluso ser una continuación del anterior, con un estilo más logrado, con mayor dominio del verso libre y de sus ritmos, también de los recursos del lenguaje. Recuerdo "Días de 1988 y 1989", título que también alude a su maestro: Me acuerdo de las noches, siempre muy tarde, / que tocaba tu timbre y me obligabas a subir. El poema es una maravillosa declaración de amor, o más que amor, a la persona que le ayudó a formarse como poeta y como persona: A veces, en alguna de esas noches, / cuando yo ya te amaba más que a nada en el mundo,/... Yo, de este libro, prefiero el poema "A Iván y Arancha en Praga": ¿Me entendéis? Los amaba/ en el deseo inútil/ de haber querido ser cualquiera de los dos/ en vez de ser yo mismo. Estos versos muestran los deseos del poeta: de cambiarse por él, o por ella, por cualquiera de los dos para vivir una vida diferente, en la que la única preocupación fuera la felicidad del otro. Y en ese ¿Me entendéis? veo la necesidad de sentirse amparado, creído, reconocido. Necesita decir que lo que escribe es verdad. En 2004 da el salto a DVD de la mano de Sergio Gaspar y con prólogo de Luis Antonio de Villena, donde publica Autopsia, poesía casi completa, y con quince inéditos de los que catorce van a formar parte de El fin de semana perdido. El libro le supuso el premio Ojo Crítico, que no siempre acierta, pero esta vez sí lo hizo. Y así, en 2009, llegamos a El fin de semana perdido, publicado de nuevo en DVD.
El libro se divide, como el anterior, en tres partes centrales, un prólogo y un epílogo. Brillante desde el prólogo, MENSAJE A LOS ADOLESCENTES, que da una serie de consejos que nos avisan del tono del libro: incorrecto e insumiso, realista, personal e intransferible: Aprended a ser libres, no esquivéis la mentira;/ sabréis por experiencia que es más sólida que una verdad pactada. La vida es, pues, una verdad pactada.
La segunda parte es LÁZARO OTRO. Enlaza desde el principio con la autobiografía que son sus libros anteriores. Se siente culpable: Ya no puedo vivir con el peso de haberos causado tanto daño. El poeta repasa vida y amigos, y concluye: Al fin una certeza: la mentira, que es esa verdad pactada que todos callan. Parece que el autor busca descender a los infiernos para partir de cero, para no tener que mirar atrás. En esos momentos donde la crítica es feroz a sus amigos, a sus maestros, a él mismo (más que a nadie, a él mismo): el Golem, Caín (Gracias, odio; gracias, resentimiento;/ gracias, envidia:/ os debo cuanto soy) o Judas son los nombres que usa para referirse a sí mismo. En estos momentos es cuando aflora su mejor poesía. No sólo en este libro. Si hubiera que hacer una antología de su obra, habría que pensar en llamarla Vivir en poeta, y en escoger muchos de estos poemas. Se siente reflejado en la figura de Rimbaud: Yo no quiero ser yo. (...) Yo no sé quién soy yo. (...) Yo no puedo ser yo... Quiero ser nadie. Para luego renacer en "Lázaro otro", uno de los mejores poemas del libro, que empieza: He perdido la voz. Me he perdido a mí mismo (...) Sólo me fui un momento./ Ese fin de semana deslumbrante que todos esperamos/ cada maldito día laborable/ y yo me lo he perdido. Ahí aparece el sentido del título del libro. Alguien que vuelve al que cree su sitio y ve que se ha perdido lo mejor de la vida, lo único que merecía la pena. Lo dice aun más claro: Mi vida es como el fin de semana perdido. En otro de sus mejores poemas se pregunta por la verdad: Dime que hasta la última palabra/ todo es verdad, verdad.... Porque si lo que dice no es cierto, no le interesa. Ya sabemos que el poeta tiene derecho a todo, menos a mentir.
La tercera parte es WAKEFIELD, nombre del personaje de Hawthorne que sin aparente motivo abandona su casa y su trabajo, y pasa a ser espectador de lo que habría sido su vida. Una suerte de Bartleby de la vida. O un Stevenson o un Gauguin que lo abandonan todo para partir al Sur y vivir una vida más auténtica. Esta serie es de las más hermosas del libro. El desarraigo cultivado en la parte anterior le lleva a tomar decisiones drásticas y sin vuelta atrás. En el poema "Nova" resume una parte importante de su vida: Te dije que el amor sería para siempre. Te mentí. En "El ausente" revisita a sus amigos de antes y ve que están bien, y que no parecen echarle de menos. No sabe qué pensar. Queda todo muy abierto.
ALUMNAS DE UNA ESCUELA DE PELUQUERíA es la cuarta parte. En ella se habla del amor, de mujeres que hay o ha habido en su vida. Ya desde el título las musas han dejado de volar. Igual que Vilas habla de cajeras de McDonalds o Iribarren de las de supermercado, Piquero sitúa a sus musas en el suelo. Pero sabe que aquí él no domina las claves: ...soy el que finges que te mira cuando no te das cuenta/ y sientes que se muere de tu propio deseo.// (Sabes poco de libros pero eso sí lo sabes). Amigas, amantes, poetisas... y entre ellas, el poema más hermoso de José Luis Piquero: "Cuatro", con un in crescendo que se va apoderando del lector y que le hace partícipe del momento celebrado. Al final, la salvación: No volveré a estar solo./ Después de haber amado así, la muerte/ no me tendrá del todo. Nuestras vidas son los libros, pero no son nada si no hay piel a la que amar, si no nos sentimos vivos.
El EPíLOGO final es un punto y seguido, una puerta abierta al futuro. No sabemos cuándo volverán a salir poemas nuevos, pero sí que los estaremos esperando. Porque El fin de semana perdido es un grito desolado pidiendo ser feliz y hacer feliz, pidiendo ser leído, una historia apasionante y real que no deja de intrigarnos, una mirada a la muerte, a la resurrección y, de nuevo, a la vida que sabe que ya no va a morir del todo. El fin de semana perdido es el mejor libro de poemas español publicado en 2009, una piedra más en el sendero de la obra de uno de los autores vivos más interesantes que conozco.
Vivir en poeta es el título de la reseña que escribí de El fin de semana perdido, de José Luis Piquero, que se publicó en el número 93 -94 de la revista Turia.
Mil veces agradecido: por tu lectura, por escribir la reseña, por publicarla y por volver a publicarla aquí. Nenu, qué quieres que te diga. Gracias por entender.
Un abrazo grande.