El conflicto del Sahara
Ante la lentitud de estas negociaciones el Frente Polisario, que asume en todas las negociaciones la voz del pueblo saharaui, exigía una pronta respuesta a sus reivindicaciones. La única medida que tomó el gobierno marroquí fue la construcción de un muro de más de dos mil kilómetros de largo que, aunque menos mediático, a todos nos recuerda el muro de Berlín, con la excusa de impedir acciones militares del Frente Polisario. Además minó toda la frontera de la antigua colonia española con Argelia. La realidad es que esto ha causado víctimas civiles sin número, silenciadas por Marruecos, y sobre todo impide el contacto directo de los habitantes de los campos de refugiados de Argelia, el más célebre de todos, el de Tindouf, con su tierra adoptiva.
La pregunta que surge es: ¿por qué la ONU no pone freno a estos desmanes? La respuesta es muy sencilla y, francamente, descorazonadora. Las minas de fosfatos están explotadas bajo contratos leoninos por multinacionales francesas. Algunos ingenuos se preguntaban: ¿por qué Marruecos sólo permitía la entrada en El Aaiun de medios de comunicación estatales franceses? Creo que ahí está la respuesta.
Pero Francia no es tan poderosa. Por algún lugar tendrá que asomar Estados Unidos. En efecto, aparece AFRICOM, la base militar más importante en todo el continente africano. AFRICOM es el organismo militar estadounidense que se ocupa de los asuntos africanos. Y, por supuesto, su base más importante está en el antiguo Sahara español. Sólo así se entiende que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no condene a Marruecos por sus crímenes de estado en el Sahara.
¿Y qué decimos de España? La situación es complicada. Marruecos es el vecino incómodo. Y no hablamos sólo de la pesca. Actualmente hay concesiones a la petrolera española REPSOL para que se ocupe de los recursos petrolíferos del territorio. Tenemos ya pruebas sobradas de que el Capital es quien gobierna Occidente. El Capital y los Mercados. Y eso, sin contar además con otros tres problemas fundamentales para el gobierno: el terrorismo, el narcotráfico y la llamada "inmigración ilegal". A estas alturas sabemos ya que puestas en la balanza pesan más que la justicia. El papel de España debía ser fundamental. Según la ONU, en declaración de 1975, ratificada en 2004, España es el Administrador Único del territorio del Sahara Occidental. No veo que se ejerza ese papel, de ninguna manera.
El pueblo español siempre ha apoyado mayoritariamente a la República Árabe Saharahui Democrática. Desde intelectuales y artistas, hasta miles de personas que han acogido y continúan haciéndolo, a niños y familias procedentes de los campos de refugiados. Más sorprendente es el papel del Partido Popular que, eso sí, abiertamente enfrentado a Marruecos desde hace años, ha tomado este asunto como bandera de lucha en las últimas semanas. Quizá sería de malpensados escribir que sólo quieren ponerse del lado de la mayoría y sacar beneficios políticos del conflicto. Quizá, pero no puedo evitarlo. Es lo que creo. Lo que sí está claro es que la situación en El Aaiun es insostenible, como siempre lo ha sido en Tindouf. El drama del pueblo saharaui me recuerda irremediablemente al del pueblo palestino, e intuyo que no tiene fácil solución. Ojalá llegamos a verla. De momento, unos versos que el poeta onubense Manuel Moya pone en la voz de su heterónimo Umar Abass, saharaui, donde nos muestra los deseos de una joven que no ha salido de Tindouf en su aún corta vida. Están incluidos en su libro El sueño de Dakhla, publicado por la editorial Algaida, en 2008.
Nada sabe Adine del sol sobre los bosques,
y a veces sueña con pájaros azules
que, dormidos, se posan en la nieve.
Nada sabe Adine sobre la pólvora,
del hombre en cuyo dedo
descansa el florecer de los jardines y la noche.
Nada sabe Adine del tigre que escupe carbonilla
en el despavorido arroyo de sus pechos.
Nada sabe Adine y ha pintado en la palma de su mano
una alada y temblorosa barquichuela.
Es una absoluta vergí¼enza y un ejemplo patente (otro más) de lo que es la política: un juego de intereses en el que siempre pierde la justicia y gana el dinero. Por lo pronto, el PSOE lo pagará en las urnas y el PP, que pesca en río revuelto, se llevará sus réditos. Esto está ya tan enquistado o más que lo de Palestina.