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Dogos, de Antonio Portela

¿A QUÉ SE DEBE SU SERENIDAD?



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Dogos
Antonio Portela
Premio José de Espronceda de Poesía. 2010
Pre-textos
ISBN: 978-84-15297-05-5
57 páginas
8 euros

Poemarios recientes que han surgido declarándose herederos de otros ámbitos artísticos encontramos muchos. No es ninguna novedad. Siempre ha sido así. La relación entre la poesía y la pintura es secular y lo mismo se podría decir refiriéndonos a cualquier otra faceta artística. Pero poesía y música responden a unos mismos códigos genéticos. La poesía nació para ser cantada. La música para formar un todo con la poesía. Hubo un momento en que se separaron. No sabría decir de qué momento se trata. Supongo que debe ser algo cíclico. Hay momentos en los que la narratividad, el ansia de contar una historia o la necesidad de reflexionar sobre el mundo se impusieron a esa otra necesidad de crear universos paralelos a la naturaleza que nos rodea.

Quienes hayan leído atentamente ¿Estás seguro de que no nos siguen? (DVD, 2002), el primer libro de Antonio Portela (Huelva, 1978), habrán encontrado, pese a las muchas citas ocultas o explícitas de canciones del universo pop, se trata de un poemario donde prevalece el afán por contar la experiencia y el deseo de esta experiencia. Muchos descubrimos en él a un poeta con muchas cosas que decir y sin pelos en la lengua a la hora de hacerlo. No sólo eso. Encontramos también que, con apenas veinticuatro años, el autor ya sabía lo que quería: alojarse en los brazos de la poesía. Este interés por combinar las artes no era novedoso en la poesía de su tiempo. De hecho, es muy frecuente encontrar autores jóvenes, y no tanto, que bucean en las aguas de la cultura pop para esbozar sus primeros versos. Siempre ha sido así. Lo que no era tan habitual y aún sigue sin serlo es que después de un primer libro con esas condiciones, esperásemos con ganas un segundo libro.

Han pasado nueve años desde aquel poemario. Esto tampoco es tan frecuente. Normalmente estos autores suelen publicar libros con mayor frecuencia y, todo hay que decirlo, con muchas menos pretensiones de hacer poesía. Tengo amigos que lo conocen, o lo conocían, y es cierto que no sabían demasiado de él. Me decían que después de un primer libro que tuvo buena aceptación es difícil afrontar un proyecto nuevo. Pero aquí está el resultado: Dogos (Pre-textos, 2011).

Hay momentos que recuerdan al anterior poemario. Pienso en el poema "Administra la copa. (El último de Rocco Siffredi)" o en "Esta noche", pero son los menos. E incluso en estos, la narratividad explícita de aquellos versos ha dejado paso a una voz diferente, que sin perder la cercanía, es mucho más elaborada. Las historias, los momentos, se apoyan mucho más en el lenguaje poético. No sé qué pensará el poeta de aquel primer libro: ¿necesario aprendizaje? ¿Poemas de juventud? Quizás ambas nociones se complementen. Aquí la palabra retoma ese primigenio sentido musical. El verso es más cuidado, sin dudarlo ni un instante diría que es más logrado.

Las referencias son básicamente musicales. Una serie de canciones de David Bowie, uno de los iconos del pop de nuestro tiempo, dan pie a una serie de poemas. Ya lo es desde el título. "Diamond Dogs" es el título de una canción que Portela transcribe como Diamantinos Dogos, el primer poema de la colección, que ya desde el inicio nos sorprende: "Se oyen ladridos por las arboledas. / Vienen de antiguo. Dicen que barruntan / indefensas fracciones de universo, bajo pretil o trampa de intemperie, / bálsamo insomne, fiestas, soledades / y cuerpos." El poeta es consciente de esta transformación buscada y muy lograda. Es aún joven, muy joven, pero "apenas mi recuerdo navega ya por ítaca". Ya nada es tan explícito. No hay tantas citas y las que hay, conjugan a los clásicos con las referencias citadas de David Bowie y con las menos usuales de Arcade Fire o Rufus Wainwright . En el poema "Ceniza" surge la dicotomía, que el autor debió sentir en algún momento, entre dejarse llevar por el tumulto o "abandonarme a la liturgia pura / de contemplar, no hacer (...) y ser un ávido animal de amor / desatendido". Diría que encontramos una voz más reflexiva, que opta por esta segunda opción, porque de alguna manera descubre el vacío en esos cantos de sirena que, sin duda, le llegaron: "Nadie me dijo que de nada sirve / la embriaguez, pues mi parte / de laguna sería / bendita por la gracia del desierto, / que habría de beber esta sustancia / sin preguntar por qué / la cantidad vertida.

Las referencias a su pasado son constantes: tanto las geográficas, Huelva, Punta Umbría, las dunas, Doñana, como las personales: los amigos, a los que dedica algunos de sus mejores versos sin malgastar retórica ni adjetivos ampulosos, ni falsa conmiseración, sólo permitiéndonos contemplar algunos de sus momentos de dicha. Así escribe: "Mirad a mis amigos. / Llevo un año sin verlos. / (...) Ellos son el verano. Son la vida.

Conocemos más el mundo interior del poeta en los versos sentidos y sinceros del poema "Extraños", que en todo el libro anterior. La duda interior, la hermosa sorpresa que nos depara la vida, ir reconociendo la belleza y la pureza en los que nos rodean. Pero no es este otro tipo de desnudo el que marca nuestro interés por este libro. Dogos es el retorno la unión entre música y palabra, más allá del artificio sincero que articula el libro. En Dogos nos reencontramos con aquel jovencito que cantaba la vida sin tapujos, más maduro, más consciente, con más ansias de buscar. Decir que es más reflexivo es repetir lo obvio. Hay una pregunta que marca el devenir del libro y está en el poema "Portada de Men"™s Health": "¿A qué se debe su serenidad?" Esta es también la pregunta que nos hacemos cuando leemos y disfrutamos con este libro. ¿Y ustedes? ¿No desean saber a qué se debe su serenidad?