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Balas de amor, de Antonio Smash


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REGRESO AL FUTURO



Con ese aspecto de rockero anglosajón, que no parece de aquí, pero que es más de aquí que la mayoría de los tiernos o duros flamencos (-pop o, más bien, -rock), nos tropezamos con la portada del nuevo CD de un viejo conocido: Antonio Smash, de los Smash ya míticos antes de la muerte del que fuera para muchos su cara-voz más reconocible: Julián Matito. Pero es que resulta que los otros Smash fueron, ni más ni menos, que Gualberto, Heinrik Michael o Manuel Molina "”sí, el de Lole y Manuel-, o el rey, Silvio Fernández Melgarejo, -sí, el Silvio"” o este Antonio Rodríguez, ahora Antonio Smash, que vivió las aventuras propias de una época que algunos evocamos con tanta nostalgia. Aunque también vivió la aventura americana y otras aventuras menos confesables, de las que nos deja noticia en uno de los temas de este disco, "Hacia el paraíso", y las vivió como nunca se han vivido en la historia del rock nacional, en primera persona del presente de indicativo, a la vez que Bob Dylan o Nick Drake o Lou Reed, cuando algunos jugábamos con los madelman y ellos, seguir sólo seguían al mejor Jimmy Hendrix y lo hacían de la mejor manera: escuchando sus canciones y su guitarra y olvidándolos al momento para componer con lo que mejor sabían: su música popular, los aires morunos y los palos flamencos. Sí, Triana no surgió de la nada. Ni Triana, ni Veneno, ni Pata Negra después, ni Lole y Manuel ni Kiko Veneno ni muchos más, pero en casi todos estos proyectos participó este sevillano que ahora vive apartado de casi todo aquello, en su piso del barrio del Tardón, Antonio Smash, miembro fundador de uno de los grandes grupos españoles de todos los tiempos, a los que últimamente les encuentro hasta ramalazos de narcos-corridos: "Mátame al amanecer, si tú quieres, pero que te pueda ver... las manos, las uñas, los ojos..." ¡Qué tiempos! ¡Qué letras tan tremendas!

Todos estos años han pasado, participando en algunos de los mejores proyectos andaluces y nacionales y, mientras tanto, fabricando y abrillantando canciones nuevas, que son las que nos ofrece en este Balas de amor que acaba de editar "La huella sonora", la casa que dirige ese otro nombre propio de la música rock española: Santiago Auserón. Es el momento de Antonio Smash y para ratificarlo aquí tenemos este disco, grabado con los aires que él mismo ofreció en algunos de sus últimos discos a Kiko Veneno. El título es un oxímoron. Las balas de Antonio Smash no matan: dan vida. Hay dos canciones con nombre de mujer en el título. La primera es la que abre el disco: "Adela". Ya desde este primer tema encontramos que Antonio Smash ha transitado por otros caminos que le han llevado a unas letras más claras que las del grupo que le vio nacer para la música. Las letras sí conservan algo de ritmos latinos. Se nota ahí la mano de ese alter ego de Auserón que es Juan Perro. Ya no es fácil reconocer aires flamencos, aunque el idioma escogido para ellas es el español, excepto en "Forever walking", el último tema, una hermosa balada compuesta por Gonzalo García Pelayo. Otro oxímoron: el artista más andaluz del último cuarto de siglo que, como los Smash, hacía cosas que nadie más había hecho nunca aquí. "Adela" podría ser el single que le lleve a la merecida popularidad que hace un tiempo tuvo, en estos tiempos donde lo popular no existe, porque nos viene impuesto por unos medios controlados por personajes que saben más de cuentas y de números a fin de mes que de música: "Sueño con el pasado, sueño estar siempre a tu lado, mi querida Adela". El pasado y Adela. Parece el título de una película de García Pelayo o de un cuadro de Paco Molina. Se nota en "Cuadros" y en "A ritmo de cha cha cha", la mano de Kiko Veneno en la voz y los ritmos casi cubanos, a lo Juan Perro. Antonio Smash no es un producto del pasado, sino una voz de su tiempo, pasado y presente, que nos ofrece un puñado de buenas canciones donde podemos rastrear algunas de las mejores pistas que han ido manando de nuestra música popular. La otra canción con nombre femenino es "Emily": "Emily despertó / treinta y siete años después / de tomar ácido / en la habitación de un hotel." Son las canciones de un hombre enamorado del amor. Quizás no sólo Emily lo haya hecho. Dos protagonistas más: las guitarras y sus percusiones. Él maneja la guitarra acústica y la eléctrica en alguna de las canciones, contando a su vez con colaboraciones de otros guitarristas como Nacho Collado, Manolo Imán o Harish Pawar. Casi todos los demás instrumentos, incluida, claro, la batería, el bajo teclados o percusiones secuenciadas, las toca él mismo. Un músico que regresa, aunque nunca se ha ido y nos arrastra con su voz a un laberinto sonoro que mientras más escuchamos, más nos arrastra a ese mundo en el que pensábamos que todo podía ser diferente: ese tiempo donde las utopías eran posibles con buena música y una copa en la mano.