Áspero mundo
El año ha entrado frío, con niebla y con aguas en la sierra. Me gustan las imágenes del invierno, los árboles sin hojas, con las ramas afiladas como uñas; la silueta del castillo, o lo poco que nos van dejando de ella, al fondo en la colina; los amaneceres blancos tras las heladas nocturnas; los incómodos charcos en los caminos. Prefiero la primavera siempre, o el verano en mis islas o en Asturias. El otoño me gusta también aquí, verde o casi verdetriste, y la luz de entretiempo. La muerte de Ángel González me ha sorprendido. Hay personas que piensas que nunca van a morir. El sábado salí un rato al mediodía y no vi esa tristeza en la gente con la que me encontraba. Nunca me acostumbraré a esta indiferencia. Tengo fotos suyas delante. En una posa de perfil, en otra toma un café en un bar en Oviedo. En la tercera está delante de la tumba de Antonio Machado con algunos de sus compañeros de generación: Carlos Barral, Caballero Bonald, Gil de Biedma... "Se paga con la muerte / o con la vida, / pero se paga siempre una derrota. / ¿Qué precio es el peor? Me lo pregunto / y no sé qué pensar / ante esta tumba, / ante esta paz / que yace aquí abatida / bajo el ciprés erguido..." La Generación del 50 ha dado algunas de las voces esenciales del siglo pasado en España. A los citados hay que sumarles Francisco Brines, José Agustín Goytisolo y Claudio Rodríguez. Hay para todos los gustos pero lo que nadie puede cuestionar es que Gil de Biedma, Brines, Caballero Bonald, Claudio Rodríguez y el propio Ángel González están entre las quince o veinte voces poéticas del siglo pasado español. El año ha entrado frío y me dispongo ante la chimenea a releer algunos de sus versos. Su primer libro, Áspero Mundo, es el que más me gusta, fue finalista del Premio Adonáis en 1955. Lo ganó un poeta menor, Javier de Bengoechea, con un libro olvidado, mientras Áspero Mundo sigue siendo uno de los más grandes libros del siglo en nuestra lengua. En él encontramos su lado más sombrío, el pesimismo de los que lo perdieron casi todo en la infancia, en las guerras "... yo no soy más que el resultado, el fruto, / lo que queda, podrido, entre los restos; / esto que veis aquí, / tan sólo esto: / un escombro tenaz que se resiste / a su ruina, que lucha contra el viento, / que avanza por caminos que no llevan / a ningún sitio." En él encontramos también la salvación que como sabemos, casi siempre se consigue por medio del amor: "Mientras / yo presienta que eres y te llamas / así, con ese nombre tuyo / tan pequeño, / seguiré como ahora, amada / mía,..." Estos van a ser sus dos grandes temas tamizados por sus pequeñas pasiones: la música (el tango, Louis Armstrong, Puccini...) y sobre todo el humor que como me dijo en alguna ocasión Bryce Echenique "hace que las penas duelan menos." Siempre volveré a los libros de Ángel González, siempre a su Oviedo natal, a su Gijón también amada.
El año ha entrado frío y a un ritmo endiablado. Estoy aprendiendo a encender chimeneas, con pastillas, con periódicos, con piñas. Leo los versos, de los poquísimos que se conservan, de la hetaira del siglo V a. C. Práxila de Sicione, "Lo más hermoso que dejo es la luz del sol, / y los astros brillantes y el rostro de la luna, / y los higos maduros, las manzanas, las peras..." Leo los versos de otra mujer, de la nicaragí¼ense Gioconda Belli, que me llevan a evocar los momentos más hermosos y me veo reflejado en ellos como hombre, como persona, como cómplice, destinado a encontrarme con la "mujer de la luna", con la "mujer de la tierra" y con la "mujer vientre de sol". Yo siempre he seguido las indicaciones de la luna. No sé si seguirá siendo así. A estas alturas no es demasiado fácil cambiar las costumbres arraigadas. Me han regalado un dietario con frases o versos de un tipo que no me gusta demasiado, Alejandro Jodorowsky. La frase de hoy sí me ha gustado: "No creo, no conozco. Sólo amo." Uno sabe que no es así y lo cierto es que sabe, cree y conoce, aunque desee ser libre y no dejarse llevar por convenciones ni normas al uso, pero quién sabe si en este áspero mundo sobrevivirá.
Cuando alguien se marcha dejando en otro ser palabras tan bellas, la muerte ya no es muerte sino eterna presencia.
Susana