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Aquí y ahora. Cartas 2008 - 2011, de Paul Auster y J. M. Coetzee

DOS HOMBRES DELANTE DE LA CÁMARA

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Aquí y ahora. Cartas 2008-2011
Paul Auster y J. M. Coetzee
Traducción de Benito Gómez y Javier Calvo
Anagrama & Mondadori
ISBN: 978-84-397-2632-6
265 págs.
Barcelona, 2012
18,90 euros

No es frecuente encontrarnos con intercambios epistolares editados entre dos primeras figuras (sí, ya concretaremos algo más ese concepto que puede resultar algo vago) y más aun si ambos están vivos y en la "cúspide" de sus carreras (también habrá que concretar algo más eso). Uno de los motivos puede ser que los derechos de edición de cada uno de esos escritores estén en manos de diferentes editoriales. Este es el caso, tanto Anagrama, donde habitualmente publica en España su obra narrativa Auster, como Mondadori, editor habitual de Coetzee, se han puesto de acuerdo y han sacado esta preciosa y llamativa edición del epistolario entre ambos. Abundando en este tema, destacar que la traducción de ambos autores ha sido encomendada a distintos autores: Benito Gómez es ya el traductor habitual de Auster al castellano, y Javier Calvo también ha traducido ya algún volumen de Coetzee. Esta traducción "a cuatro manos" o con dos voces diferentes supondrá un aliciente para quien se acerque al volumen por el interés que sienta hacia la obra de alguno de ellos, al poder reconocer la prosa habitual de ambos escritores en estas cartas.

De todas formas, estas cartas se escribieron en principio para este proyecto: fue una propuesta de Coetzee a Auster, a raíz de un primer encuentro muy cercano, en febrero de 2008. La primera de las cartas es de abril de este mismo año y se hace patente una continuidad en el tiempo. Tratan de temas que les interesan, sí, pero con la conciencia plena de que serán cartas publicadas inmediatamente. Son el recorrido de la amistad desde sus inicios entre dos hombres que se admiran y se están conociendo, aunque ya se habían leído, y están salpicadas de referencias y citas brillantes y, en ocasiones, valientes. Un ejemplo es cuando Coetzee le escribe a Auster: "un comentario que hace Christopher Tietjens en El final del desfile de Ford Madox Ford: uno se acuesta con una mujer para estar en condiciones de hablar con ella". Hay un tercer vértice en este intercambio epistolar, que es la escritora Siri Hustvedt, esposa de Auster. No aparecen aquí sus cartas, pero sí se hace referencia a ellas y a sus libros.

Hubo un tiempo en que parecía que Paul Auster era uno de los grandes narradores globales. Ahora no es tan fácil reafirmarse en esa idea. Hace ya unos años que sus novelas nos suenan demasiado para mantenerse en ello, aunque el pasado está ahí: La trilogía de Nueva York, El palacio de cristal o Leviatán, junto a La invención de la soledad, justifican una obra de primer nivel. En España es relativamente fácil encontrar huellas de Auster en Enrique Vila-Matas o en el mejor Juan José Millás. Coetzee es más autor para iniciados, aunque la concesión del premio Nobel ha hecho que su obra obtenga más repercusión. Especialmente relevantes estos últimos años son los volúmenes que se van publicando de su autobiografía, Escenas de una vida de provincias. Hasta el momento van tres, el último de ellos: Verano.

El título del libro deja claras las intenciones: son textos que se escriben "aquí y ahora". Pero se adivina voluntad de dejar una cápsula del tiempo con los temas que más les interesan: los deportes, el oficio de escribir y sus avatares, los viajes, Israel y los libros leídos (el único autor hispano del que hablan es Borges) o la crisis. Algunos son los comentarios que se les puede ocurrir a cualquiera; otros están pasados por el tamiz de la incuestionable inteligencia de ambos y sus miradas más o menos peculiares. Aunque hay detalles que son, realmente, lamentables, por ejemplo, aun practicando ambos la crítica de libros, esto no impide que cada uno cuente una anécdota en la que no saben cómo sacaron fuerzas para resistirse a "darle un puñetazo" al crítico que había escrito algo negativo sobre sus libros. Se envían también alguna carta de lectores en la que son acusados, por ejemplo, de antisemitismo: Coetzee, por una frase que pone en boca de un personaje de una de sus últimas novelas. Auster le responde lo obvio y Coetzee le recalca: "Pero mi pregunta sigue en pie: ¿Qué se puede hacer con esto? Porque "”siendo el siglo XX como era"” una acusación de antisemitismo, igual que una de racismo, le pone a uno a la defensiva". Y continúa con la clave de este problema: "La verdadera pregunta surge en el momento en que te obligan a ponerte a la defensiva, y del sentimiento desolador que viene a continuación, esa sensación de que se ha evaporado la buena voluntad entre lector y escritor". Yo diría que en estas últimas palabras de Coetzee está uno de los males de la Literatura del siglo XX (sí, habría que considerar si no ha sido así siempre, pero creo que no con esta intensidad que nos aplasta como lectores y escritores) y de lo que va del XXI. Esto enlaza con otra cuestión importante, cuando escribe Auster: "En las últimas semanas, he hecho una docena de entrevistas con periodistas norteamericanos sobre Sunset Park, que acaba de publicarse. Entre ellos, muchas mujeres (sólo mujeres, ahora que lo pienso) se mostraron escandalizadas, incluso indignadas, por la relación entre mi personaje de veintiocho años con su enamorada de diecisiete. Las "relaciones sexuales con menores" parecen disparar todas las alarmas en la cultura contemporánea. Por otro lado cuando hablé sobre Invisible, casi nadie mencionó el incesto entre hermanos. Con toda franqueza, estoy perplejo". La respuesta de Coetzee finaliza así: "Mi hipótesis vacilante es que el temperamento de nuestra época es hostil hacia el deseo y lo quiere castigar. Al mismo tiempo, sin embargo, no estamos preparados para castigar a los niños, que por definición carece de culpa. Por tanto, se le depara un castigo redoblado al adulto que desea a una criatura".

No todo son cuestiones tan sesudas. Hablan sobre deporte, sobre el que ambos han practicado y sobre la costumbre que ambos admiten tener de pasar horas viéndolo sentado en un sillón. Auster aprovecha también para hacernos ver que el azar (motor de la trama en algunas de sus novelas) está presente también en la vida real, cuando cuenta que en menos de una semana se encontró tres veces seguidas a un personaje que le es francamente desagradable: Charlton Heston "”en Cannes en La Croissette, en Chicago, en una librería y en Nueva York, en el hotel donde había quedado con: ¡oh, Juliette Binoche!"”. Aquí y ahora nos ofrece momentos divertidos, junto a otros más amargos, pero todos dan pie a una reflexión con la que podemos o no estar de acuerdo, ese diálogo necesario, esa buena voluntad entre lector y escritor. En definitiva, ¿qué es si no eso la Literatura?