Hoy es veintitrés de febrero, un veintitrés de febrero lluvioso, o mejor: un veintitrés de febrero inestable. Pero no tan inestable como aquel otro. Recuerdo que llegaba a casa del instituto por la tarde. Entonces tenía clases por las mañanas y las tardes. Estaba en 2º de BUP. Para que algunos me entiendan mejor: en lo que actualmente sería 4º de ESO. Llegaba a casa y cuando doblé la última esquina me encontré a mi padre cargado con dos bolsas. Iba muy acalorado. Cuando me acerqué algo más vi que en las bolsas llevaba libros. Me dijo: "Sube a casa." Se notaba que estaba preocupado. Ya en casa mi madre me comentó lo que pasaba. "Un golpe de estado. El congreso está lleno de guardias civiles." Entendí que mi padre se llevaba parte de su biblioteca, nuestro mayor tesoro, por si todo iba a más. Y ya entonces sabía que las cosas siempre podían ir a peor. Al momento subió mi padre. Le dije que le ayudaría a seguir llevando libros al coche. "No, mejor quédate." Claro, nuestro barrio tampoco era, ni es, pero sobre todo no era, zona apropiada para ir exhibiendo algunos libros. Y es que algún imbécil, reciclado hoy en presidente de club de fútbol, andaba por ahí con sus huestes dando palizas a los rojos. Mientras veía a mi padre llevándose los libros, teníamos puestas la radio y la tele. En ese momento supe que mi vida sería para siempre parecida a la de mi padre. Ya he dicho que me siento un extranjero allá donde voy. Ya he dicho también que sé quién es el enemigo. Ahora repaso algunos libros de la biblioteca de mi padre: especialmente los de la editorial Ciencia Nueva, los clásicos del pensamiento de izquierdas (de la izquierda de verdad, no de las patrañas actuales, ¿a quién quieren engañar de qué?), las mejores novelas de autores españoles y de los hispanoamericanos que ya empezaban a despuntar, la poesía de la generación del 27, Machado (Antonio, claro) y los primeros libros de Vázquez Montalbán. De él estoy leyendo Obra periodística, I. La construcción de un columnista (1960 - 1973). Me sorprenden sus primeros artículos que no conocía. Con sólo veintiún años nos ofrece las claves de la elección de JF Kennedy como candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata. No sólo dentro de su país, también fuera. ¿Quién hace hoy algo parecido con cualquier edad? Ahora sólo se escribe a favor de alguien y en contra de otro, y a los demás se les ignora. Piensen... Yo, mientras tanto, miro y toco y hasta huelo los libros de la biblioteca de mi padre. Recuerdo aquellos días siniestros. No sé si leeré el libro de Cercas. No me interesa saber quién fue más valiente o quién no. Preferiría no hacerlo. Pero si tuviera que hacerlo, buscaría un libro que cuente la verdad (quién estaba detrás), no la verdad pactada. Recuerdo aquellos días siniestros. La profesora de ciencias naturales nos tenía puesto un examen para el veinticuatro de febrero. Sí. Y nos lo puso. Saqué mi primer cero. No sé, no recuerdo haber sacado ninguno más en mi vida. Pero ese cero me enseñó mucho sobre la materia de la que están hechas algunas personas. Ese cero y esos días. Recuerdo muchas cosas que ocurrieron esos días. Pero lo que sé que nunca podré olvidar es la imagen de mi padre con dos bolsas cargadas de libros un veintitrés de febrero.
Un hermoso recuerdo asociado a una tarde negra: el mejor modo de que no sea el de ésta el recuerdo que se impone. Es muy interesante (y demasiado fácil de olvidar) tu reflexión sobre el periodismo político: se escribe a favor de alguien y en contra de otro, a los demás se les ignora. Lo último, jamás: estupenda la reseña sobre García Calvo.
Un abrazo.