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Aprendiz, de Antonio Luis Ginés

TRES GENERACIONES



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Escribía Peter Handke, en su volumen de diarios Historia de un lápiz, que hay dos momentos decisivos en la vida de cualquier hombre: uno es cuando ese hombre es un niño, y tiene un padre que intenta acercarse a él, y el niño se rebela contra el padre, porque le molesta o porque no lo comprende o, simplemente, por esa realidad inevitable que es el salto generacional; el otro momento decisivo es cuando el niño ya es padre y, a su vez intenta acercarse a su hijo lo que es, por los mismos motivos, infructuoso. Entonces es cuando mira atrás y recuerda y añora, y comprende mejor lo que ocurrió en ese primer momento, pero ya sin vuelta atrás, porque no están todos los personajes de esa ininterrumpida fantasía de la repetición. Ahora él será el nuevo padre, mientras que el padre anterior sólo vive en la cabeza de los que lo conocieron. Es así desde que la familia, tal y como la entendemos ahora, es el núcleo central de la sociedad, desde que conocemos el mundo tal y como lo vivimos. Escribe Antonio Luis Ginés:
"Mi única religión es mi familia."
El poeta cordobés Antonio Luis Ginés, nacido en Iznájar, en 1967, ha debido comprobar que hay mucho de cierto en todo esto y ha querido que estas reflexiones o fotos o postales, constituyan el núcleo central de su sexto libro, Aprendiz, publicado el pasado año 2013 en La isla de Siltolá, en la colección Terra.
Aprendiz es una colección de treinta y cinco poemas, estructurados en tres partes y precedidos de la cita de Roberto Juarroz que inicia el libro y que da con algunas palabras clave: "Pero toda pérdida es el pretexto de un hallazgo." Pérdida y hallazgo lo son todo. La vida es una continua sucesión de hallazgos que nos hacen rememorar y comprender las pérdidas. Y esos hallazgos ocurren en el presente, cuando el poeta mira a su hija y se ve a sí mismo con sus padres, en ese momento recuerda que hay alguien que ya no va a vivir ese momento tan especial. También ese momento fue especial cuando el poeta era el niño pero, entonces, aún no tenía el conocimiento que ahora ya atesora de los asuntos de la vida.
La primera parte del libro se llama RAíZ y comienza con el poema "Religión", de donde he entresacado el verso "Mi única religión es mi familia."
Desde el principio sorprende el lenguaje claro y llano, coloquial y muy próximo al que usa el propio Antonio Luis en sus conversaciones cotidianas. Nos llama la atención ese giro a lo más usual, especialmente a quienes tenemos presente su anterior libro, Picados suaves sobre el agua (Bartelby, 2005), mucho más en la línea del realismo semisucio que practica algún otro poeta y amigo suyo cordobés, pienso en Pablo García Casado, con quien compartió sus años de primer aprendizaje. Personalmente, no tengo dudas de que este, más llano, más sencillo, es el lenguaje del poeta. Un lenguaje cercano a cualquier lector que se le acerque y que es poético por el ritmo, por el sonido de la partitura apenas sensible de los versos entresacados del recuerdo.
En RAíZ vemos una serie de instantáneas del pasado que por algún motivo se repiten. La madre, el padre, el abuelo... marcan estos momentos, a veces recordados, a veces entresacados de historias contadas por sus mayores que lo vivieron, y que siempre vuelven por algún motivo que repite las vivencias. Un sonido, un color, un camino, el mar o el lago o un embalse, o unas paredes empapeladas. Aquí está el poema "Aprendiz", el que da título al libro. Cuenta una breve historia iniciática, sobre cómo aprendió a nadar, y termina con los versos:
"preguntándome
si esa sería
la única manera de aprender
que me esperaba."
Sufrir, tragar agua para aprender a nadar, pero al fin aprender. La única conclusión al respecto es que siempre seremos aprendices.
La segunda parte, APROXIMACIÓN, comienza con el poema "Rescoldo". Me gusta especialmente. Cuenta una conversación telefónica con una tía, hermana de su padre, en la que toma forma toda esa teoría que expuse al principio de Peter Handke. Eso de que hay experiencias, vivencias cotidianas que ya no podremos repetir nunca más. Esa sensación de haber fallado a nuestro hermano, a nuestro padre que
"ahora no está y es su recuerdo lo que arde,
pero a destiempo. Todo lo que no hicimos
sale a flote bajo cada frase;
cada conciencia navega sola
por el ancho mar de la noche
infinita; sólo cada uno sabe, soporta
el dolor de no haber actuado
en el momento preciso,
cuando puedes oír
una voz, una risa, respondiendo."
Hablo de claridad y sencillez, esa difícil sencillez de la que hablaba Antonio Machado. Pero tendría que hablar de sinceridad. De la rotundidad. Del dolor. ¿Qué podemos pedirle a la poesía? Yo hace tiempo que estoy cansado de las páginas bonitas y hermosas. Y de los chistes más o menos ingeniosos. Necesito algo más. Menos belleza vacía y algo de insatisfacción y, así, más belleza. Algo así, como el poeta cuando habla con su tía y piensa que:
"Su hermano no respira,
una parte de su vida
se ha esfumado con él."
Y cuando parece que todo está concluido nos golpea algo más:
"Lo que no sabe
es el trozo de mi vida
que se lleva su hermano, sacándome el aire
de los pulmones
en el infinito mar de la noche."
Este es el poema que más me ha gustado. También la imagen de "Velas", en el quinto cumpleaños de su hija:
"Mi niña sopla las velas,
mi padre sonríe por última vez;
aún respira, hasta que las cortinas
se cierran para siempre."
Hay momentos en que vive la belleza y lo hace delante de nosotros, pero no dura, como decía Juan Ramón mucho más de un instante, y casi siempre nos coge desprevenidos. Así, en el poema "Granizo", leemos:
"Existe la belleza, me esta mirando
con estos ojos de gacela
a punto, siempre,
al más mínimo ruido,
de salir huyendo."

La tercera parte se titula PESO ESPECíFICO y aunque en todos los poemas del libro el personaje es el propio poeta aquí lo es mucho más específicamente. Ya habita el tiempo que habitaba su padre pero este no está. La hija hace dibujos
"de trazo
incierto"
mientras él escribe un poema, "¿Acaso nosotros?", una especie de poética que explica los poemas de este libro.
"Lo que mi hija quiere dibujar
está ahí. Quisiera hacerlo mejor,
dejarlo todo más claro
pero la casa, las figuras,
tienen su propia versión de las cosas.
No parecen contar con nuestro asombro
para cambiar de vida."
El otro poema que funciona como una suerte de poética es "Rotonda" en el que leemos:
"Uno escribe sobre lo que ve.
Por eso no quería aquella habitación
con vistas a la rotonda,
donde el tráfico, fluido e incesante,
nos llevaba a escribir
sobre gente que pasa... Preferiría vistas
a la sierra pero no pudimos elegir."
Este es ya el sexto libro de Antonio Luis Ginés. Yo recuerdo con mucho agrado, Animales perdidos (Plurabelle, 2005) y Picados suaves sobre el agua (Bartleby, 2009) y tengo la certeza de que este Aprendiz es el mejor libro de un poeta, que aunque nunca dejará de aprender, ni de sufrir para hacerlo, va demostrando paso a paso, que la sinceridad y la claridad nos acercan a la belleza. Y, para finalizar una pregunta: ¿se puede escribir poesía elegíaca, sin mostrar el dolor?

(Texto leído en la presentación de Aprendiz, de Antonio Luis Ginés, en su presentación en Sevilla, el 30 de enero de 2014)