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Algo huele a podrido



Hace unos meses, en el Parlamento Europeo vivimos una situación muy llamativa: una eurodiputada se dedicó a grabar, no sé si con cámara de fotos o de vídeo, a los parlamentarios que llegaban, fichaban y se iban. No se comentó demasiado porque fueron pillados diputados de los dos bloques principales, e intuyo que quien salió peor parada de todo aquello fue la propia diputada que denunció la situación.

Lo llamativo de todo aquello no fue el hecho denunciado, que es muy habitual, sino el simple hecho de que alguien sea tan ingenuo como para pensar que eso puede cambiarse. O si no que nos lo pregunten a los españoles, que estamos ya tan acostumbrados a ver los asientos del hemiciclo vacíos constantemente, excepto en situaciones muy especiales. El último numerito circense fue en el pasado debate sobre el estado de la nación. Cuando acabaron los líderes de los dos partidos mayoritarios en el Congreso y comenzaba el turno del portavoz de CIU, Durán i Lleida, los diputados del PP y del PSOE comenzaron a marcharse en masa de sus asientos. Tan exagerado fue que el propio Durán i Lleida dijo: "No sé por qué se van, si ahora viene lo bueno."

Bueno: no es que se trate ya de una falta de respeto. A estos señores el respeto ni les va ni les viene. No hay más que oír los comentarios que se cruzan entre ellos mientras uno está hablando, los abucheos y pateos, como si estuviéramos en... Iba a decir en un patio de colegio o en un cine, pero no es así. Incluso en estos casos hay más respeto. Recuerdo la intervención de Pilar Manjón cuando casi entre lágrimas exigió a sus señorías que dejasen esos comportamientos, al menos mientras se hablaba sobre sus familiares, las víctimas del 11M. No, el respeto no forma parte de su educación ni de su nivel cultural. Así que obviémoslo.

Tampoco se trata de un acto de protesta por la actuación de las fuerzas de orden público en Cataluña, al mando de los compañeros de partido del portavoz de CIU: Felip Puig y Artur Mas. Si hubiera sido así, probablemente los líderes de ambos partidos hubieran exigido a sus compañeros precisamente eso: respeto con sus señorías. Estos señores confunden el respeto con una acción de protesta.

¿Qué ocurre entonces? ¿Qué sus señorías no tienen que quedarse a las sesiones parlamentarias? ¿No tienen un horario que cumplir por el que, además, se les paga un sueldo que en muchos casos pasa incluso a ser vitalicio? ¿Es ese el ejemplo que dan de su entrega y dedicación al estado? ¿Para ver este espectáculo es para lo que tenemos que votar cada cuatro años? ¿Se imaginan ustedes que cualquier trabajador hiciera lo mismo? ¿Qué pasaría? Definitivamente algo huele a podrido y, esta vez, no es en Dinamarca.