Agustín García Calvo
Es curioso Javier Rodríguez Marcos. Sus diez libros del año en la lista de Los libros de 2009 de El País, son los que más se parecen a los que yo habría escogido, de entre los cincuenta críticos del periódico que la elaboran. Me gustaron mucho su poemario Frágil (Hiperión), y su libro de prosas Medio mundo (Llibros del Pexe). Su hermano Julián Rodríguez es uno de los escritores que más me interesan. Y ahora escribe este artículo que hace justicia a una de las figuras más importantes de la creación y el pensamiento de los últimos cincuenta años en nuestro país.
Recomiendo encarecidamente su lectura y hago unas apostillas:
Agustín García Calvo no es el último heterodoxo. Aún están ahí Carlos Edmundo de Ory y, aunque con más reconocimientos, no los suficientes, Rafael Sánchez Ferlosio. Aún está ahí, aunque no se lo crean, Víctor Erice. Y nombro sólo a algunos de los intelectuales y creadores españoles que podrían merecer esas palabras. Y no son los últimos: hay muchos creadores que hacen su trabajo en silencio, o casi, ajenos a modas, subvenciones y fanfarrias. No es el último heterodoxo, pero sí quizás el más destacado exponente de un tipo de artista ninguneado por los sistemas (antes el franquista, ahora otros) porque su presencia, que siempre se reconoce enriquecedora, es incómoda para muchos, aunque necesaria para otros.
La idea de la escuela multidisciplinar es un sueño desde épocas inmemoriales. El deseo de volver a los sistemas de estudios clásicos, donde no se impartan tanto conocimientos, sino curiosidad, voluntad y herramientas para conocer el mundo: donde se prima el librepensamiento y la creatividad del individuo. En Sevilla ya hubo alguien de quien pronto escribiré que quiso, en los años finales de la dictadura, construir algo parecido sin más medios que su conocimiento y su biblioteca: Juan Blanco.
Hubo una época en que parecía que algunos de estos proyectos eran posibles. Recuerdo los años ochenta y primeros noventa, cuando muchos medios públicos apostaban por esto. Recuerdo un programa de radio, Caravana de hormigas, donde, entre otros muchos temas de actualidad, AGC tenía una hora, creo que, los miércoles, que usaba para leer sus traducciones de los clásicos (pre-socráticos, Shakespeare, Valery...) para a continuación establecer un debate con los oyentes, que nunca fueron más activos que en esa época, sobre el tema que quisieran. Claro. Estoy hablando de Radio 3. ¿Qúé si no?
La tertulia de los miércoles en el Ateneo de Madrid es una experiencia que no se debería perder nadie. Algunas de sus sesiones están escritas y grabadas en la página de Lucina, la editorial que fundó en Zamora, en la que va editando sus libros y algunos otros muy especiales.
Escribe textualmente JRM: Agustín García Calvo, que publica todos sus libros en su propia editorial, Lucina, pero los firma con su nombre entre signos de interrogación, lleva años luchando contra el "engaño" de un poder empeñado según él en imponer ideas sobre la realidad para matar "lo que hay vivo en la razón y el corazón". Yo diría, más bien, que se trata de desvelar el engaño con que el Poder busca imponernos la Realidad. Reconocer esto es situarnos en el principio de todo y nos va a servir para entender mejor por qué molestan tanto una obra y una persona.
Este soneto (una mínima y hermosa muestra de su obra poética) está publicado en su libro de 2008, Y más aún canciones y otros juegos (Lucina), y editado en postal por Francisco Lira.
Como siempre, gracias por las recomendaciones al hilo del artículo sobre García Calvo.
Un recuerdo (¿compartido?) asociado a él: una tarde sevillana, hace unos 15 años, fui a verle (con mi amigo Nando, cuyo hermano ha sido durante años colaborador de Agustín) a una charla-coloquio en ese edificio público que hay junto a la Catedral (no conozco su nombre). Garcia Calvo tardó escasos minutos en crear --con sus palabras, su cercano tono de voz, su mirada-- ese ambiente divertido, irreverente, provocador que asocio hoy en mi recuerdo a aquella tarde. No olvidaré su mirada de medio lado, hilarantemente despectiva, hacia su mujer cuando ésta monopolizaba el turno de preguntas, el debate que siguió a la charla (algo que, según me explicaron después, ella solía hacer en charlas de Agustín: entendí mejor, y más cómica me pareció, la actitud de cansancio que exhibía García Calvo ante cada una de las preguntas de Isabel). ¿Estabas allí, Rafa? Es más que probable. Creo que después estuvimos tomando cervezas (¿con él?) en uno de los bares cercanos a la Moneda.
Allí me encontré a otro amigo con quien comparto intereses literarios de esos que llamabas en tu entrada anterior "heterodoxos". Y entre los seguidores cercanos de Agustín García Calvo en Madrid hace años que descubrí, casualmente, citado en uno de sus libros en Lucina, a otro seguidor y cultivador de heterodoxias: el profesor de Literatura Española que más huella dejó en mí en mi paso por el instituto: seguro que no puede imaginar cómo atesoro el recuerdo de muchas de las palabras con las que tanto ayudó a aquel adolescente desubicadísimo que tenía en mí por alumno, ni cuánto me gustó leer su nombre (Rafael Salama Benarroch) décadas después en una lista de colaboradores de Agustín García Calvo, creo ahora recordar que citado por Agustín en agradecimiento entre los que le apoyaron aquella ocasión en que tuvo problemas con Hacienda... ¿No fue justo entonces cuando dejó de ser publicado en El País? Sus artículos los recuerdo como pura dinamita, una fuente de subversión inusitada en la prensa al uso...
(Quizás el libro de García Calvo que con más afecto guardo, porque siempre lo asocio al recuerdo de quien me lo regaló, sea uno menor de entre los suyos (menor, pero excelente): sus adaptaciones de Georges Brassens.)
Un abrazo.