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"Y otro mundo fue posible", por Miramamolín, el Moro

30 de junio de 2555, Día Universal del Mundo Nuevo.

Varias generaciones han pasado desde que en España se legisló el matrimonio entre homosexuales y la adopción de niños por su parte. Y todos los países más cultos siguieron la estela hispánica.

Es fiesta en todos los hábitats del planeta tierra. Y en ellos, la ciudadanía entera danza, según sus gustos, las músicas más alegres. Lo hacen mirando a España, como los antiguos muslimes rezaban mirando a La Meca. Gallardetes arco iris con el anagrama ZPZ ornan cada farola, cada árbol, cada fachada. No se ven uniformes por ninguna parte, mas sí besos y abrazos por doquier.

Lo que los augures predijeron se ha cumplido: todo el género humano salvo, al principio, algún romántico de la heterosexualidad que a falta de mujeres heterosexuales se enredó con una vaca, es homosexual por mor de las adopciones, que cada vez han propiciado más la conversión en homosexuales de las generaciones infantiles; mas lejos de ser un inconveniente, este hecho ha transformado el mundo en otro sentido.

El armario, como mueble y escondite, ya no existe: las ropas se guardan en transparentes burbujas estériles, realizadas con la tecnología que antes se aplicaba a los viajes espaciales, innecesarios ahora porque ya no existen las guerras. Y nadie se esconde de nada, porque nadie ataca.

La justicia educativa se fue extendiendo al mismo compás que la infancia se hacía homosexual. Hubo revoluciones en otros ámbitos culturales cuando las personas veían en la televisión, internet y el cine el nuevo modo de vivir del mundo más avanzado, que dejó de invadir y colonizar y se hizo generoso, didáctico y solidario. Cayeron teocracias y totalitarismos.

Ninguna empresa se planteó ya como objetivo único el beneficio, sino el servicio a las pacíficas comunidades, de modo que, siendo una la economía universal y una la organización política, cada empresa se localiza donde la materia prima está y desde allí se distribuye la producción a todo el planeta, según la necesidad, que nunca es de objetos inútiles.

El amor entre las personas hizo lo demás: nadie explota a nadie, se olvidó la teoría del crecimiento infinito, y la paidofilia desapareció hasta de las comunidades religiosas. Después fueron desapareciendo éstas, porque las gentes, felices, no necesitaban asirse a quimeras imposibles para encontrar consuelo, y los pocos sacerdotes de todas las confesiones que iban quedando abrazaron la homosexualidad, conociendo así la libertad de sus cuerpos, antes aherrojados, física y mentalmente, por disciplinas de variada índole. Y desaparecieron los magnates que se arrogaban representaciones de unos supuestos seres superiores.

La medicina, la educación, la paz, la cultura, la solidaridad, la riqueza compartida han crecido más que exponencialmente, porque han desaparecido los gastos litúrgicos, bélicos, armamentísticos y marquetinianos. Es admirable la figura del presidente del territorio llamado EEUU besando con lengua a su Secretario de Estado el día 4 de julio, mientras que la Secretaria de Educación palpa los senos de su esposa, la Secretaria de la Seguridad Social, que ya es universal incluso en el que fuera violentísimo país.

Toda la Navy se transformó en una gran flota de recreo y cuando sus unidades fueron al desguace, los astilleros las sustituyeron por cruceros lúdicos, que se mueven por los mares de la Tierra. Lo mismo ocurrió con las aeronaves, que sólo se emplean en el transporte, en la observación científica y en la lucha contra los incendios, pero no se usa petróleo -que se agotó cinco siglos antes- en la propulsión, sino los nuevos caburantes obtenidos del agua fecal, el papel reciclado y los biodesperdicios. Ha sido fácil lograrlo cuando todos los recursos aplicados a fines militares se han dedicado a fines pacíficos.

Algunos pesimistas temieron que la humanidad desapareciese por ser todas las parejas homosexuales y tuvieron la tentación de caer en la heterosexualidad, mas no hubo tal, que ya ha quedado expuesto el auge de la solidaridad, de modo que los pueblos dispusieron acciones de voluntariado, tendentes a conseguir embarazos mediante reproducción asistida, para lograr -y el proyecto se desarrolla a satisfacción- un perfecto equilibrio de la pirámide de población, que la heterosexualidad ha tenido hecha un desastre en los milenios precedentes.

Una de las actividades culturales más practicadas es la visita a los museos antropológicos donde los visitantes contemplan con arrobo y horror, las figuras de los machistas más recalcitrantes. Se asombran ante figuras tenebrosas que un día tuvieron el poder y se resisitieron ferozmente al desarrollo de la homosexualidad como realización de lo perfecto. Observan minuciosamente a seres cenicientos, casi siempre vestidos de negro y con ridículos bigotillos, y se indignan ante las biografías de aquellos militarotes y curas que en los cuarteles y los conventos ofendían a la homosexualidad, practicándola a lo bestia y sin amor.

Los seres humanos han alcanzado la perfección sexual y no necesitan referentes eróticos a los que parecerse, por lo que la explotación económica de los cuerpos perfectos es innecesaria: en los museos se puede estudiar, también, la indignidad del fenómeno top model y de los llamados concursos de belleza, que una vez entontecieron a las masas. La liberación de los tabúes ha supuesto la desaparición de la prostitución y, paradójicamente, la de los modistos.

Hoy nadie comprende la competitividad entre personas, e incluso ha desaparecido la que se llamó lucha de sexos, porque sólo se produce la atracción entre los iguales, de modo que no tienen que enfrentarse a los que no lo son. Ahora la ciencia puede explicar el verdadero sentido del complejo sistema genómico y se ha logrado otra paradoja: el ideal de los antiguos integrismos religiosos de "El Libro", que así lo enunciaban:

"los niños con los niños, las niñas con las niñas".

Los sueños de Tomas Moro y Burrhus Frederic Skinner se han cumplido: la humanidad vive en paz, con armonía.

Yo no he soñado esto que os cuento: lo he visto en la zona de mi turboturbante que explora el futuro, zona que procuro no frecuentar porque me da un cierto repelús; pero hoy lo necesitaba, psicológicamente hablando, para olvidar los horrores del presente aunque sólo fuese unos instantes.