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"Monumento a la tortura (1)", por Miramamolín, el Moro

Si mi amigo el viajero reción llegado a Villafuentes de Perico (antes Gí¼erva), se espabiló cuando se topó con el streaker, se quedó sin cubiertas en la rotonda del ruido, maravillose al comprobar las posibilidades de un burro y se admiró de que le hiciesen un monumento al peor vendedor del mundo, cuando llegó ante el erigido a la tortura y la muerte, por placer y dinero, simbolizada en la figura de un ¡ma-ta-dor! sintió miedo y miró a su alrededor con aprensión.

- ¿Dónde me he metido? ¿Qué clase de locos viven en esta ciudad? ¿Cómo puede nadie enorgullecerse de ser ma-ta-dor y cómo puede una ciudad enaltecer a sujetos así, en lugar de reeducarlos? …

Se preguntaba, mientras buscaba un lugar seguro donde meterse. Seguramente, se decía, es cosa de políticos buscavotos, pero, siendo así, supone que las encuestas les dicen que hay muchos votos en la ciudad en manos de gentes amantes de la tortura y la muerte por placer y dinero, porque si así no fuera, la ciudadanía, la misma que asume con gusto su pasado de explotada colonia inglesa y no protesta por el streaker, se habría revelado ante semejante homenaje. De modo que, muy posiblemente, los buscavotos y los ciudadanos sean inseparables entre sí, como la uña y su padrastro.

Le ofrecí un débil consuelo cuando le conté que había algunos focos de rebeldía, pero que todavía eran muy minoritarios, aunque se hacían notar en utopiaverde.org, onubenses.org, asanda.org, etc…

Algo se animó y, sentados en mi casa, tranquilos, con un refresco en la mano, me contó su postura ante la tauromaquia. Quiso dejar sentadas unas cuestiones previas:

"Parto de la base de que el común de los aficionados a los toros son gente de buena fe que han adquirido su afición quizá desde la infancia, quizá por hábito familiar y demás; pero que, influenciados por los aspectos estéticos de las corridas –músicas, colorido, ambiente ...- no se han planteado nunca la verdadera esencia de lo que ocurre en una plaza de toros: la muerte producida por un proceso lento y gradual de tortura de un animal, con fines que de ningún modo la justifican, como son el esparcimiento del público o la fama y la riqueza del torero, ganaderos, críticos, etc.

Esas gentes de buena fe ignoran muy a menudo lo que se cuece antes de las corridas, por ejemplo: que al toro se le da una soberana paliza con sacos terreros (se le desloma) y/o se le dejan caer los portalones sobre los riñones, que se le inyecta morfina, se le pinchan los pulmones, que se le untan los ojos de vaselina y se le aplica a las pezuñas aguarrás, todo ello, claro está, para que salga a la plaza disminuído en su fuerza y en sus defensas y a mayor gloria del “valiente” que luego se arrimará cuando ya el toro sea una piltrafa y no pueda defenderse.

No me pasa por la cabeza que el aficionado de buena fe pueda tener tal mala leche que asista a las corridas con plena conciencia de lo que allí se cuece. Simplemente, creo que no se lo plantea. Y si hay alguno que sí lo hace (de todo puede haber en la viña), ¿porqué no es valiente y dice “sí señor, me gusta ver cómo se machaca a un animal” en lugar de esconderse en el arte, la tradición y demás?

Quienes nos oponemos a la tauromaquia lo hacemos no por una postura sentimentaloide hacia el toro, sino por parecernos una injusticia tratar así a un ser vivo –que no está en el planeta para eso- y sobre todo porque consideramos que constituye un grave daño moral para las gentes el solazarse de ese modo, dado que puede insensibilizar frente al dolor ajeno y acolchar el sentimiento frente a la violencia (por cierto que la misma Iglesia Católica, cuyos fieles varones de mayor edad son los más aficionados, lo ha definido en varias ocasiones e incluso dice que excomulga a quienes asisten a las corridas. Distinto es que los católicos hagan caso, como con lo del sexo).

Quienes así pensamos consideramos que esta postura va indisolublemente unida a la de la defensa de los derechos de los hombres y de la naturaleza toda. De hecho, existe también una declaración universal de los derechos de los animales proclamada en la UNESCO/ONU, como hay la de los hombres, y me atrevería a asegurar que un altísimo porcentaje de las personas que pertenecen a organizaciones que defienden estas cosas son las mismas, porque, en definitiva, lo que planteamos es algo relativo a la justicia, no al sentimentalismo…"

Siguió hablando mi amigo y yo, con la altísima tecnología alojada en mi turbante, lo fui grabando para ofreceros poco a poco sus palabras, de modo que podáis reflexionar, también, con calma.
1,2,3, comente otra vez
1,2,3, comente otra vez dice:
14/02/2005 23:55

Muy bien, morito. Toros sí, corridas no y toreros a la extinción.