"A crear se ha dicho", por Miramamolín, el Moro
Por razones de trabajo, en los últimos tiempos la he tenido muy abandonada, que ahora hay mucho que traducir del árabe. Pero el otro día vi por la tele la retransmisión de "La traviata", desde el Teatro Real de Magerit. El creador de la escenografía y esas cosas, cuyo nombre no retuve, ha trasladado la acción de mediados del XIX a 1940, y como aquélla transcurre en París, resulta que ya andan por allí los nazis, cosa que se aprecia en el acto primero porque se ve algún uniforme en la fiesta del famoso brindis.
Bueno, ¿y qué?: Digo que qué íncubos aporta ese traslado de época, si no es lo de esos uniformes en el primer acto: pues absolutamente nada, salvo exhibir un ratito la simbología nazi. Quizá, a la producción le haya venido bien, en lo económico, que los decorados y el vestuario no hayan sido "de época", porque los trajes los han podido alquilar como si fuesen para una boda, y los muebles los habrá puesto cualquier tienda cara, que se habrá anunciado en los programas de mano.
Y el fulano "creador" se habrá embolsado un pastón.
Hace unos años, también en la tele, vi la tetralogía de Wagner adaptada a tiempos modernos, con lo que Wotan, Sigfrido y demás comparsa iban de chaqué (otra boda, pero en Alemania, que la cosa era en el mismísimo teatro de Bayreuth). ¿Cabe imaginar a los dioses de la mitología germánica de aquesa guisa? ¿No?, Pues sí: hubo un "creador" por allí.
Pero en la mayoría de los casos, es como si cualquier creador nos hiciera un versión de "Los diez mandamientos", con Yaveh y el resto del personal vestidos de patinadora sobre hielo. De hecho, ya hemos visto también "Romeo y Julieta" en plan de bandas urbanas. Y barritar a "Las bacantes" en una cuadra o acompañar con flamenco a "Edipo rey" ante una catedral.
Así que unos a cobrar, incluidos los críticos que celebran la innovación, y los papanatas a pagar.
Claro que, a veces, también pagamos los inocentes. Como el verano en que, sin previo aviso, me timaron en Niebla con un "Otelo" a cargo de compañía extremeña (creo que de la Junta de allí, aunque ahora no podría jurarlo), adaptado a los tiempos del protectorado español en mi tierra, de modo que el jefe del regimiento, Otelo -negro-, … ¡mandaba sobre oficiales blancos de Franco!, tenía como asistente (especie de soldado-chacha de que disponían los oficiales, lo que aclaro para las nuevas generaciones) a ¡un sargento!, y a la mujer de éste, como chacha de las de verdad de su esposa, doña Desdémona. Era un regimiento de regulares (soldados moros, que ayudaron mucho a Franco durante su invasión de la península). Una sarta de disparates absolutamente impensables en ese ejército, fascista y por ende racista, como cualquiera sabe. Pero lo más hilarante era que, encima, el zambombo del "creador" había traducido (o tomado de una traducción al español) el lenguaje de Shakespeare, no al español del primer tercio del siglo XX en que situaba la acción, sino al del siglo de oro, de modo que veíamos a un Otelito (nano y poco impresionante el actor) vestido de oficial de regulares y diciendo "vos", "vuesas mercedes" y así.
Estas formas de tratar a las artes escénicas son comparables al hecho de pintorrear sobre un cuadro, colorear una película en blanco y negro, triturar el "Himno de la alegría" volviendo a Granada o intercalar anuncios en las emisiones televisivas de cine, agresiones todas a los verdaderos frutos de la creación que se han visto y oído, sin más beneficio que el económico -vía subvención sobre todo- por estos lares y aledaños.
Tales "creaciones" tendrían sentido si aportasen algo o facilitasen la comprensión de los clásicos (aunque sería mucho mejor que éstos se estudiasen en las escuela, claro, facultando a la gente para disfrutar de ellos), como en el reciente estreno londinense de "El ocaso de los dioses", en el que la protagonista no se arroja a la pira ardiente, sino que muere como una terrorista suicida, con sus explosivos amarrados al cuerpo: en este caso la creadora hace reflexionar sobre el momento histórico actual. Pero, en general, no es así.
La verdad es que no me extraña mucho que los caraduras de la "creación" se pongan los borceguíes con la "creatividad", ya que vivimos tiempos en que la gente se ríe con chocarrerías sansirolés, premia berridos en toda suerte de festivales, y se traga películas nefandas enriqueciendo a posadores y posadoras (ni mijita de actores ni actrices), que en los tiempos de Bogart y compañeros habrían sido famélicos esquineros.
Estoy pensando que cuando la moda del terrorismo islamista pase y no haya tanto que traducir del árabe, quizá me haga escenógrafo. ¿Imagináis las variantes que, con mis ochocientos años a las espaldas y mi turboturbante multifunción, puedo introducir en el repertorio de las artes escénicas, con sólo conectar el kit de la creatividad?
Parece que ya veo mi "Ocaso de los dioses": Brunilda, que yo rebautizaré como María Goretti, no cabalgará por los cielos, sino que bailará la danza del vientre en su piso de 30 m2, con lo que el héroe Sigfrido, al que haré torero y se llamará Francisco de Asís, se pondrá cachondísimo por la proximidad del ombligo bailón; ante el riesgo de embarazo, sin que nadie lo espere porque no está en el libreto, aparecerá Wotan, gran dios del Walhalla, que ahora será Wo…jtila, presidente de la Vatican Condon Corporation Ltd., y les hará la mejor oferta de condones jamás conocida, que para algo son santos y dioses. Como se ve, ¡una creación genial, voto a bríos!
Y me forro, seguro que me forro.
Saláh Maleicum, Miramamolín. Más madera:
De El Mundo.es/Cultura/del 04.Mayo.2005.
CONTROVERTIDA OBRA DE LORIN MAAZEL
Estreno en el Covent Garden de Londres de su ópera (prima)"1984": El público aplaude, la crítica patalea
La puesta en escena futurista tiene un pase, pero, ¿qué hay a todo esto de la música? Maazel ha calificado su partitura de "caleidoscópica, panorámica y multifacética" y afirma haber compuesto al estilo de los años treinta, mezclando "el folk, y la música de amor cálida y apasionada".
Maazel es sin duda un maestro del sonido orquestal, y hay una gran riqueza cromática en la partitura, pero al mismo tiempo no puede evitarse una fuerte impresión de pastiche en el resultado final.
Es como si con su enorme experiencia musical, Maazel hubiese sacado tajada de todas partes: hay, por ejemplo, momentos de verismo pucciniano o de romanticismo de opereta vienesa.
Otros pasajes recuerdan a Benjamin Britten o a Leonard Bernstein, cuando no parecen evocar el dodecafonismo libre de Alban Berg, a veces la música tiene ese carácter brutal del mundo de Kurt Weill. Y sobre todo ello predominan casi abrumadoramente los efectos sonoros.
La crítica londinense no parece convencida con este estreno de Maazel como compositor de ópera: así, el 'Times' le da sólo dos de cinco estrellas posibles, el Daily Telegraph la califica de 'fast-food' operística, sin apenas valor nutritivo, pero que satisface el paladar.
El más duro de todo es el crítico de 'The Guardian', que habla de "un despilfarro de dinero para un proyecto vanidoso y huero".