Vida de pueblo
La mayor parte de mi vida fui muy urbanita. Me gustaba la ciudad, las calles, la noche, la cultura, el ocio, el jaleo, el tráfico. Pensaba que la vida sólo podía estar en las ciudades, cuanto más grandes mejor. Luego cambié de vida y todo eso también cambió. Hoy sólo podría vivir en un pueblo, y no muy grande. Y, desde luego, me marchitaría en un lugar como Madrid, como Sevilla, incluso como Oviedo, que es de juguete, ciudades a las que me gusta mucho ir y en las que me alegro de no vivir.
Islantilla, si bien no tiene fisonomía de pueblo, es lo más parecido a vivir en un pueblo. Aunque sean pisos y urbanizaciones, hacemos vida de pueblo. Los que vivimos allí el año entero nos conocemos, los camareros y las cajeras te llaman por tu nombre, las distancias son cortas, la playa y las palmeras son todas para ti, aparcas donde te dé la gana y fumas donde te apetece. Sin prisas, con tus horarios, al ritmo lento del sol.
Hoy fui en coche a hacer recados. Por las calles había la gente justa para que hubiera vida, ni una persona más. Por la ventanilla abierta entraba el sol y la brisa del mar. Fui al estanco, al súper y a correos. El cielo estaba azul. No faltaba ni sobraba nada.
El resto del día lo he pasado en su mayor parte trabajando. Pero también he leído (Martin Amis), he visto la tele, he comido arroz y ahora escucho a Sufjan Stevens. Vida de pueblo. Vida.
Los demonios están pero ¿quién se acuerda de ellos?
Islantilla, si bien no tiene fisonomía de pueblo, es lo más parecido a vivir en un pueblo. Aunque sean pisos y urbanizaciones, hacemos vida de pueblo. Los que vivimos allí el año entero nos conocemos, los camareros y las cajeras te llaman por tu nombre, las distancias son cortas, la playa y las palmeras son todas para ti, aparcas donde te dé la gana y fumas donde te apetece. Sin prisas, con tus horarios, al ritmo lento del sol.
Hoy fui en coche a hacer recados. Por las calles había la gente justa para que hubiera vida, ni una persona más. Por la ventanilla abierta entraba el sol y la brisa del mar. Fui al estanco, al súper y a correos. El cielo estaba azul. No faltaba ni sobraba nada.
El resto del día lo he pasado en su mayor parte trabajando. Pero también he leído (Martin Amis), he visto la tele, he comido arroz y ahora escucho a Sufjan Stevens. Vida de pueblo. Vida.
Los demonios están pero ¿quién se acuerda de ellos?
Un lugar con la gente suficiente, un lugar privilegiado; por eso me gusta Oviedo en verano. Aquí ya ha llegado el frío y la lluvía (como bien sabes) es el pan nuestro de cadad día. Desconocía a Sufjan Stevens; lo estoy escuchando ahora y me gusta mucho. Gracias, y disfruta del sol.