Vergüenza olímpica (II)
Ayer o anteayer un juez español ha admitido a trámite una querella por genocidio en la que figuran como imputados varios ministros chinos. Esto no trascenderá judicialmente, me supongo, pero es un gesto simbólico muy importante.
Zapatero y su vicepresidenta Fernández de la Vega se han apresurado a declarar que respetan la decisión del órgano judicial independiente y bla bla bla. Se les notaba que tenían la noticia atragantada en la garganta y en el culo. No podían ni respirar de incomodidad. Los prebostes socialistas también se han apresurado a declarar, para su eterna vergüenza, que respetan las decisiones del Comité Olímpico Español y demás, en el sentido de que es normal que en China no se pueda hablar de política so pena de expulsión. Esa aquiescencia es casi apología del terrorismo. Están apoyando al terrorismo de estado de un régimen criminal que se permite censurar a ciudadanos libres y ejecutar a mansalva. ¿Esto no era delito? Enaltecimiento del genocidio, del asesinato, etc. por vía indirecta. Es como cuando Batasuna no condena un atentado. Yo me quiero cambiar de país. Quiero la nacionalidad groenlandesa.
Vergüenza, vergüenza...
OLIMPIADA
Imaginemos que soy chino. Pues bien, por escribir mis opiniones en prensa y en Internet, hace tiempo que estaría en la cárcel. Sería un preso político. No me dejarían llamar a los familiares; no podría conceder entrevistas ni obtener una reducción de pena; y tampoco entregarían mis cartas ni recibiría comunicación alguna. Ni más ni menos. China es un país donde no se respetan los derechos humanos. Pero resulta, que quienes más tienen que callar, van y hablan. El impresentable de Bush, ese que junto a Blair y Aznar se pasó por los testículos el derecho internacional para invadir Irak, y que sigue deteniendo a personas donde cree oportuno y llevándoselas en cárceles volantes adonde sólo la CIA sabe, resulta que va, y le llama la atención a China. ¿Pero qué pantomima es ésta? Ni el comunismo ni el liberalismo económico exacerbado garantizan los derechos de la ciudadanía. Ambos sistemas coinciden en el vértice, donde reina como único amo y señor, Don Negocio, una entelequia formada por multinacionales que sólo sabe amasar dinero. Por eso, y sólo para eso, se hacen unas olimpiadas: lo demás, es cuento.