Una de las bestias negras de la izquierda (ese espacio al que creo pertenecer) es Mario Vargas Llosa, alguien a quien, sin embargo, yo admiro sin ambages. Y no sólo por su extraordinaria literatura (esto sobre todo) sino también porque representa algo que se echa mucho de menos en España: una derecha civilizada que sí hay en otros lugares de Europa. Me refiero a que por ser liberal en lo económico (que no deja de ser una forma de analizar la realidad y buscar soluciones tan respetable como otras, aunque yo no la comparta) no hace falta ser un meapilas y un beato intolerante. Otro tanto podría decirse de Celia Villalobos, si bien la tónica en el PP es más bien el modelo Opus (Gallardón, Trillo, Fernández Díaz...). Vargas Llosa se ha manifestado claramente a favor del matrimonio homosexual o de la legalización de la marihuana, por citar sólo dos ejemplos de tolerancia y sentido común. La verdadera derecha chunga es aquella contaminada por el discurso de los obispos y una moral heredada del nacional-catolicismo. Una derecha de misa y rosario. Vargas Llosa está en las antípodas de todo eso. Hay muchas cuestiones, muchas, en las que no estaría de acuerdo con él. Pero no es lo que yo llamaría una bestia negra. Para este deshonroso título sobran candidatos mucho más cualificados.
Intolerantes hay en todas partes. Su problema es que no entienden lo que Cernuda dejó dicho en su "Díptico español": "tolerante de lealtad contraria, / según la tradición generosa de Cervantes". Es típico de cierta derecha cerril el confundir la tolerancia con lo que llaman "relativismo", que viene a significar, según ellos, que no hay verdades ciertas, que todo vale lo mismo. Notoria barbaridad; el propio Cernuda tenía convicciones bien claras y definidas, que mantuvo hasta el final en circunstancias muy difíciles. Pero eso no le impidió nunca entender la posibilidad de que otros tuviesen, y defendieran con la misma legitimidad, otras diferentes. A mí me parece perfecto que haya quien honestamente crea, por poner un ejemplo de actualidad estos días, que todo aborto provocado es un crimen. Y defienda esa creencia. Lo que no puede pretender es que todo el mundo haya de ser obligado a aceptar esa convicción suya, y las consecuencias prácticas, legales y de todo tipo, que de ella se derivan. Digo lo mismo del matrimonio homosexual, por ejemplo. Su existencia no limita en modo alguno el derecho que quien no lo crea aceptable tiene a contraer el que desee, o a no contraer ninguno. Pero el intento de obligar a todos a regirse por sus muy respetables convicciones PERSONALES es un abuso inaceptable. Mientras eso no se entienda, mal vamos.