Un desahogo y un regalito de Reyes
No soy feliz. Pero tampoco creo que lo seamos ninguno. Habría que encontrar una nueva definición para esos momentos de cierto acuerdo con las cosas, con el mundo y con nosotros mismos que hemos dado en llamar felicidad. Y son tan pocos... Pero no es un problema del mundo sino de mí mismo. Reconozco mi incapacidad y mi torpeza: esperaba más de la existencia, había creído otra cosa, esperaba que los Reyes me dejaran el regalo que había pedido.
La opción es convertirse en un ser humano sensato, relajarse y asumir todo esto y hasta hacerlo habitable. Y tratar de mejorarlo con sensatas apostillas. Conozco a quienes lo hacen admirablemente. Son más listos que yo: están igual de jodidos y no lo reconocerían aunque la desdicha y la zozobra y el aburrimiento les mordieran en el culo. Pero han hallado un pasar. Será que saben perfectamente que dentro de diez años estarán escribiendo las mismas cosas y viviendo exactamente igual. Yo, en cambio, no sé lo que será de mí dentro de un año. Aunque confío, como ellos, en seguir igual de desdichado y aburrido. Es el mal menor y es preferible a lo otro.
O no. He llegado a pensar que mi destino, que es muy negro, es preferible al suyo. He llegado a creer que destruirse y reconstruirse pacientemente es al menos un plan de vida, preferible a pasarse la vida rumiando cómodamente con una expresión vacuna. Perdón: una expresión inteligente. Estoy rodeado de personas cultas e inteligentes que rumian con más aprovechamiento que las mismas vacas. Pero sólo es algo que se me ha ocurrido.
Tengo muchos defectos. Por ejemplo: pasó la posmodernidad y no pasó por mí. Creo en las virtudes clásicas, creo en los extremos, creo en la tragedia y en el exceso. Creo que si no estás dispuesto a dejarte matar por tu amigo no le llames amigo. Creo que el matrimonio convencional es una lacra y un inmeeeeeeeeeenso aburrimiento, creo que ese trabajo que nos proporciona seguridad y nos permite comprar la wi para hacer el imbécil en el salón es alienante y lo odiamos. Creo que hay gente que se deja morir por sus convicciones sin hacer daño a nadie, no como los que matan por sus convicciones con dinero tuyo y mío. Creo que todos estamos tan bien domesticados que sólo nos dejaríamos matar (y mataríamos) por conservar esta pequeña burbuja de bienestar hipotecado que hemos dado en llamar bienestar y felicidad. Lo cierto es que creo en todo.
Y como creo en todo, os dejo mi regalo de Reyes. No temáis. Nada nihilista, al contrario. Una secuencia de The wicker man, una película de culto. No sé si es más hermosa la maravillosa Britt Ekland desnuda o la maravillosa canción que canta. Es un regalo para todos los sentidos, en cualquier caso. Eva y yo nos nos cansamos de verlo y oirlo. http://www.youtube.com/watch?v=LzJaGHy6_tw&feature;=related En esto creo.
Niños, la mejor prueba de que estoy equivocado es que a vosotros os va bien. Así que no me hagáis mucho caso y perseverad. Yo seguiré prodigándome en el error: tampoco tengo mucho remedio. Y si parece que me he puesto a dar lecciones... bueno: es el consuelo de los perdidos y los tontos. En el fondo soy más feliz que vosotros. Y un cacho más tonto.
Un abrazo, obcecado tontorrón.