Testigo

Me fui cuatro días a la sierra y pensé que era una ocasión pintiparada para no leer las noticias, no entrar en internet, no consultar mi correo y, en fin, hacer el expediente del buen salvaje. Uno vive en la costa y se piensa que la sierra es el kilómetro cero de la tecnología, el paraíso sin cobertura, la escapatoria del hombre informático y preocupado. Seré idiota... Me faltó tiempo para leer las noticias, navegar sin tasa y leer y contestar mi correo como un funcionario entregado y entusiasta. ¿A quién quería engañar, si antes me hubiera olvidado el cepillo de dientes que el móvil y el portátil?
Lo que yo hubiera querido escribir era algo como: me evadí del mundo, fui feliz, no eché de menos nada y a la vuelta me encontré el mismo escenario deprimente y sórdido. Pues no, me temo que el mundo es horripilante y vil estés donde estés y no hay escape posible. A no ser que te vayas a unas remotas islas del Pacífico; y tampoco. De todos modos, si lo pienso bien, no quiero evadirme, no quiero dejar de leer las noticias, no quiero ignorar lo que está pasando. Lo que quiero es estar ahí y ser testigo. Y quiero testificar. Quiero verlo y contarlo. Ya les gustaría a algunos que los ciudadanos nos fuéramos a la sierra (a alguna sierra) a perpetuidad, que dejáramos de mirar y de tomar nota, que no nos informáramos, que no opináramos.
Pues lo llevan claro.

(Columna publicada en El Independiente)