Summer's gone
Hace poco alguien me preguntaba qué tal mis vacaciones. ¿Vacaciones? No sé lo que es eso ni quiero saberlo. Hace mucho que no hago vacaciones, en el sentido habitual. Hago mis vacaciones: trabajando. Menudo verano: he traducido un libro de Edith Wharton y otro, que casi he terminado ya, de Francis Scott Fitzgerald. He escrito el prólogo para el poemario de una amiga. Me he leído 164 libros para un premio de poesía y redactado mi informe. He escrito otros dos prólogos para aquel libro de Wharton y otro anterior. He publicado mi columna semanal en Oviedo Diario y un amplio artículo para National Geographic y una reseña para Clarín. He traducido una selección de poemas de Weldon Kees para Les Noticies. Y, con todo eso, he estado en Asturies y en Portugal, he ido a la playa casi a diario, he leído a Dostoievski y a Valle-Inclán y he visto muchas películas. Un gran verano...
Estos días cultivamos amistades que importan, que necesitamos, bebemos vino, escuchamos música y aguardamos a que se vayan los bárbaros para reconquistar nuestra casa. Summer's gone?
Farewell!
Este verano he visto cuatro películas que no eran de Hollywood. He asistido a la ópera y al ballet. He leído varios libros de clásicos del siglo xx. He terminado un libro de ensayo sobre las fricativas. He traducido un libro de poemas de un poeta neerlandeés. He despotricado contra la generación nocilla. He participado en una orgía (sin animales). He estado en la playa de Islantilla. No he robado toallas a los propietarios de los apartamentos. No me he meado en sus piscinas. No he gritado por las noches. Le he exigido a mis dos hijos pequeños que respetaran el césped de los parques y jardines. He pagado religiosamente las consumiciones en los chiringuitos de la playa.
Un abrazo de un bárbaro.