Soñadores
OK, el caso es que no había visto "Soñadores" -a pesar de que todos me la recomendaban- precisamente por eso: porque la novela era espantosa. Ahora la he visto, esta tarde, y aún estoy emocionado. Mientras escribo esto, escucho a Charles Trenet, "La mer", la canción fetiche de los dos hermanos de la película. La chica se da cuenta de que está siendo castigada por traicionar los códigos no escritos de la relación entre ellos cuando su hermano la hace sonar mientras está con otra mujer.
Incesto. Qué palabra tan larga y tan fea para nombrar algo tan hermoso. Es como "coito", "fornicación" o "gula", palabras llenas de alambres que sustituyen a cosas maravillosas (amor, placer...); palabras que hemos heredado de la fría ciencia -en el mejor caso- y, en general, de las costumbres de opresión de lo mejor de nosotros. En "Soñadores", hay un personaje completamente accesorio: ese americano rubio y pacato que es incapaz de ver la belleza de un amor que no se atreve a decir su nombre y que, sin embargo, los dos interesados viven como la pura razón de sus vidas. Él se enamora convencionalmente (¿se enamora?) y no entiende que la verdadera pasión está del lado de los que no se plantean otra cosa que la vida con todas sus consecuencias o la muerte sin más. Y es que hay vínculos tan arcanos que el común de los mortales (quien no mira más allá de lo que le han enseñado) no puede penetrarlos.
Una película tan intensa que su atmósfera no te abandona. Un relato de lo mejor del ser humano: aquello por lo que estamos dispuestos a morir. No, rectifico: aquello por lo que estamos dispuestos a vivir. ¿Hay otra cosa que valga la pena?
Lo más hermoso de la película es la ausencia de juicio y prejuicio. El regalo tripartito de dos y uno. Y el extraño sentimiento de tener un lugar privilegiado en un espacio de sólo dos.
Incesto es una palabrota indeseable e indecente. Amor hace más justicia a los tres personajes entrañables, excitantes y amables.
Recomendación para la felicidad. En ello estamos...
evz