Sevilla
Entre el público, muchos amigos antiguos y nuevos: José Luna Borge, Enrique Baltanás, Abel Feu, Juan Lamillar, Tomás Rodríguez Reyes, José María Jurado, Antonio Rivero Taravillo, Juan Antonio González Romano, Marga López Morales, Carmen... Esta, al coloquio, se sumió en una discusión casi surrealista con Martín, al que le gusta discutir más que un caramelo a un niño. No nos aburrimos nada.
Y por fin conocí personalmente a Javier Sánchez Menéndez, editor de La Isla de Siltolá y responsable de la impecable y hermosa edición de "mi" Caín. Sólo decir que cuando de un poeta te gustan la obra y la persona (en muchos casos sólo se da una u otra de las circunstancias) uno se siente simplemente encantado y feliz.
Casi todos los nombrados, más mi antiguo editor Abelardo Linares, nos fuimos a cenar a un lugar fastuoso cuyo nombre lamento no recordar. Y la cena duró y duró. Abelardo y Martín monopolizaron la conversación general pero nadie lo lamentó sino al contrario. Y bebimos mucho y buen vino, salvo tres abstemios que se dieron al agua mineral. Se admiten loterías.
Cuando todo el mundo se fue, José María Jurado, Antonio Rivero y yo nos fuimos a tomar una copa al Flaherty, que pronto cerrará: una elegía. Hablamos de literatura, de política... No recuerdo en absoluto cómo llegué al hotel, salvo que llegué feliz. Y esta mañana, mientras desayunaba en una terraza soleada de Sevilla, frente al Metropol y bajo el cielo azul, me sentí feliz, eufórico. Porque adoro Sevilla y su cielo azul y sus poetas y mis amigos. Y mientras salía de Sevilla, oyendo a Mercury Rev a todo volumen, pensaba: me voy, pero vuelvo muy pronto... Esa noche sólo faltaron Rafa Suárez, que estaba enfermo, y Eva Vaz, que también. Les eché mucho de menos a ambos.
Ya sé lo que diría Martín: tu blog es como los mundos de yupi, todo el mundo es maravilloso, etc. Pues sí. Qué culpa tengo yo de verme con gente que me gusta, de ir a donde quiero ir, de ver el lado bueno, de leer los mejores libros, de pisar las ciudades más hermosas, de beber desenfrenadamente la copa de la vida... El mundo no me deja ser cáustico ni quejarme; yo querría, podría. O igual no.
Qué envidia todo. Aún así, gracias por contarlo: así, he sentido que Sevilla no me queda -aún- tan lejos.
"Mi" Eva también está enfermita, pobre. Y su madre en Mallorca. Y su hermana en Suiza. Un abrazo para tu Eva, que se cure deprisa.
Y otro abrazo para ti, gran vividor.
Ernesto