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Recital en las Tres Mil

La semana pasada, Eva participó en el festival de poesía Femigrama, en Sevilla. Había lecturas itinerantes y una de ellas le tocó en el barrio de las Tres Mil Viviendas, en un centro cívico que llevaba el curioso y elocuente nombre de El Esqueleto.
Nunca había estado en las Tres Mil, aunque conocía su fama, como todos. Nada más llegar nos encontramos con una especie de redada policial. Varios coches patrulla arrinconaron a unos cuantos tipos y los estaban cacheando, justo al lado de donde aparcamos nosotros.
El Esqueleto parecía un islote de perfección en medio de la nada. Buenas instalaciones y una biblioteca muy completa (hasta tenían un libro mío, que ya son ganas de tenerlo todo). Afuera, cuando salimos, ya se había hecho de noche. Nos acercamos hasta un bar, pasando al lado de los que hacían graffittis en las paredes desconchadas de los bloques, todos idénticos. Un bar muy popular, muy ruidoso, lleno de gente mayor, inundado por esa luz enfermiza de los fluorescentes. Justo al lado, en el salón de la iglesia evangélica, celebraban un oficio con la puerta abierta y se oían los cantos y los rezos. Todo parecía conspirar para mostrarnos las Tres Mil en toda su plenitud y colorido.
Un colorido de tonos fríos, una suerte de poesía triste y arrabalera. La Sevilla que no ven los turistas. El patio de atrás del primer mundo.
marisa
marisa dice:
26/11/2008 22:32

¡Qué pena que a veces no veamos las cloacas que tenemos, como bien dices, a la vuelta de la esquina! Qué fácil resulta para algunos cerrar los ojos o mirar para otro lado, qué fácil cuando no es la casa de uno la que se quema, ni sus hijos los que van descalzos, y las penas son penas, pero de otros...
Un placer leerte.

MANUEL RUBIALES REQUEJO
MANUEL RUBIALES REQUEJO dice:
27/11/2008 01:36

Y aún así, una vez oí en algun programa, o en algún documental, no lo recuerdo, que es uno de los lugares emblemáticos donde muchos flamencos consagrados van a beber de las raices del purísmo. Extrañas paradojas de la miseria.